Hace unos
cincuenta años, el escritor sueco Bertil Malmberg
describió una imagen más afable de la infancia.
Mirando retrospectivamente con nostalgia a su temprana edad, reflexionaba:
La seguridad existencial es el secreto de la infancia; es lo
que recordamos con añoranza cuando soñamos con el
paraíso perdido. La autobiografía de Malmberg
Åke y su mundo, de 1924, fue filmada para la televisión
en los años 50 y realizada como largometraje por Allan
Edwall en 1985.
De las dos versiones filmadas, la de Edwall es, con mucho, la mejor, pero también la de estilo mucho más sombrío, reflejando así, quizás, una visión más pesimista de la infancia entre los artístas contemporáneos suecos. Los sucesos descritos en el libro de Malmberg sobre Åke se desarrollan hacia el cambio de siglo en un pueblecito del norte de Suecia. En el film de Edwall, el escenario sigue siendo el mismo, pero la época ha sido adelantada a los años 30. La fuerza del film de Edwall reside en una sensible yuxtaposición de la psicología del niño de seis años, Åke y el mundo que le rodea.
Desde el comienzo de la película, la cámara registra el entorno tal y como lo ve Åke, enfocando al mismo tiempo objetos que definen la época y el lugar a los espectadores. El padre de Åke es un médico de pueblo, con la consulta en su propia casa. En la sala de espera, Åke va vislumbrando a los pacientes. Su horizonte se amplía aún más con sus visitas a una prima deprimida en el ático y a las casas pobres de la vecindad. Allí, la imagen del mundo bueno y protector que le dan sus padres, se transforma en una cruel realidad, cuando el amigo de Åke, Kalle Nubb, muere de tisis y una pareja de sastres descubre, que su hijo es un asesino, mientras que un zapatero demente predica el fanatismo religioso.
La película de Edwall está formada por una serie de viñetas vagamente asociadas, que oscilan entre episodios dramáticos y rigurosamente cómicos. Con su humor fino y su visión ingenua pero respetuosa del niño, Åke y su mundo expresa con éxito la exploración de la realidad por parte de un joven de una forma afirmativa pero que, sin embargo, no evita enfocar las tragedias e injusticias que Åke observa más allá de su familia inmediata. Recorre pasajes de la vida que son como un negro infierno, pero lo hace con la visión de un mensajero inocente del paraíso. En este respecto, el film de Edwall permanece fiel a la opinión expresada por Bertil Malmberg: Mientras exista el niño, existirá la luz.
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