INGRID BERGMAN


Nació en Estocolmo (Suecia) el 29 de agosto de 1915. Desde muy pequeña, Ingrid supo lo que era el dolor. A los tres años murió su madre y cuando tenía 13 desapareció su padre, con quien había desarrollado una intensa y afectiva relación. De hecho, como su progenitor era un apasionado del arte y el cine, Ingrid supo desde muy pequeña cuál era su futuro: transformarse en actriz.

SUS INICIOS

Después de esta tragedia, Ingrid fue acogida por sus tíos Otto y Hulda quienes respetaron su decisión de ser actriz y la apoyaron para que ingresara en la Real Escuela Dramática de Estocolmo. Me convertí en una persona dichosa, abierta y distendida, porque hacía exactamente lo que deseaba y me resultaba facilísimo, dijo en esa ocasión. Con sólo 19 años, Ingrid interpretó su primer papel cinematográfico en una película sueca. Los productores quedaron tan encantados, que le ofrecieron un contrato muy ventajoso si abandonaba la Escuela y se dedicaba en exclusiva al cine. A pesar de todas las oposiciones, la Bergman optó por el cine a tiempo completo. En 1937 el amor llegó a su vida. Su primer marido fue el dentista Petter Lindstrom que la acompañó a Berlín, donde tenía contrato para participar en tres películas. Sólo llegó a rodar una, ya que tuvo que abandonar el país y viajar a América (EE.UU.) por culpa del nazismo. De esta unión nació su primera hija, Pía. La consagración de su carrera y el lanzamiento definitivo al superestrellato, fue en 1942 cuando apareció en Casablanca, un film dirigido por Michael Curtiz. Esa obra maestra del romanticismo, estuvo llena de secuencias y frases inolvidables entre ella y Humphrey Bogart (su compañero de reparto) que hasta hoy se recuerdan. El año siguiente participó en Por quién doblan las campanas, dirigida por Sam Wood y teniendo como protagonista masculino a Gary Cooper. Por su actuación, Ingrid logró su primera nominación al Oscar, estatuilla que ganaría un año después por Luz que agoniza (1944). Este sería el primero de los tres que consiguió durante toda su carrera. La Bergman también tuvo como director al afamado Alfred Hitchcock. Con él filmó Recuerda y Encadenados. Fue sólo en el año 1948 cuando Ingrid cumplió su ilusión de interpretar a Juana de Arco, una figura que para ella representaba un icono fundamental en su vida. De hecho, la interpretaría en dos ocasiones más. A finales de los años cuarenta, Ingrid Bergman era la actriz europea más popular de Hollywood. Quizás menos mítica que sus rivales más inmediatas, la Garbo y Marlene Dietrich, pero su gusto por la composición, su contacto continuo con el teatro le permitieron obtener una considerable independencia y éxito en el mundo del espectáculo.

EL PERÍODO ROSSELLINI

Cuando su carrera se encontraba en un punto álgido, a pesar de que algunas películas no funcionaron tan bien como ella desearía, un tremendo escándalo casi destroza toda su vida profesional. Ingrid era una ferviente admiradora del realismo italiano, y acepta de inmediato la propuesta del director Roberto Rossellini para participar en una película en Italia. La relación de inmediato dejó de ser profesional para transformarse en un apasionado romance, hecho que escandalizó a los Estados Unidos, porque ella no sólo estaba casada (con Petter Lindstrom) y tenía una hija, sino que la consideraban una figura emblemática dentro del mundo de Hollywood. Los periódicos incluso la llamaron adúltera. Hollywood no le perdonó que abandonara a su marido e hija y promovió un boicot que duró tres años (desde 1951 hasta 1954). Durante ese período, Ingrid no pudo volver a EE.UU. El divorcio se materializó en 1950, año en que se casó con Rossellini embarazada de su hijo Robertino. Después vendrían sus otras dos hijas: las gemelas Isotta e Isabella (la que posteriormente sería actriz y modelo). De esta forma, se inicia un período rosselliano, a ratos obsesivo y decepcionante, que duró 6 películas. En todo este tiempo, Rossellini no le dejaba trabajar con otro director. Esta época no se caracterizó por el éxito, hubo problemas económicos y la relación se deterioró cada vez más. Fue el director Jean Renoir quien, en 1957, rompió esta situación al pedirle a la Bergman que participara en la película Elena y los Hombres.

Poco tiempo después, Ingrid retornó al mundo de Hollywood para protagonizar Anastasia (1956) junto a Yul Brynner; film con el que consiguió su segundo Oscar. Su retorno a los Estados Unidos contó con el apoyo de varias personalidades, como Hemingway quien había promovido campañas en su favor. Después de este hecho, la separación de la actriz con Rossellini fue inminente. La actriz se quedó con los tres hijos que habían tenido, a condición de que no entrasen en los EE.UU. hasta que fuesen mayores de edad y de que Ingrid no se casase de nuevo.

SU AMOR POR EL TEATRO

A pesar de esto, Ingrid Bergman volvió a casarse en 1958 con el empresario sueco Lars Schmidt. Durante la década de los 50 y en los 60, siguió haciendo películas, pero la verdad es que no tuvieron mucho éxito ni calidad. En realidad, durante esa época su corazón y energías se quedaron en el teatro, donde realizó G.B.Shaw y Cocteau, entre otros. Un tumor al pecho cambió radicalmente la vida de esta famosa actriz. Fue operada y sometida a tratamiento de radiaciones. Se acababa también, de mutuo acuerdo, su relación sentimental. Sin embargo, tanto su fracaso matrimonial como su enfermedad, no le impidieron que, una vez recuperada de su salud, vuelva a las pantallas con nuevos desafíos que enfrentar. Fue así como con la película Asesinato en el Orient Express (1974) de Sidney Lumet, Ingrid consiguió su tercer Oscar, esta vez a la mejor actriz secundaria. Su última aparición en la pantalla grande, vino en la única colaboración entre los dos Bergman más famosos de toda Suecia, Ingrid y el soberbio director Ingmar, con Sonata de Otoño (1978), film por el que obtuvo también una nominación a la estatuilla dorada. Unos meses más tarde, le diagnostican otro tumor y se ve obligada a internarse. Curiosamente, una de las mejores intérpretes de toda la historia falleció de cáncer el mismo día y mes de su nacimiento, el 29 de agosto de 1982 en Londres. Cumplía 67 años. Más tarde, sus cenizas fueron arrojadas por sus hijos a las frías aguas del mar sueco, para su reposo eterno.

© Pilar Pezoa