Andreas Winkleman se separa de su mujer y se marcha a una isla del Báltico, pero su existencia se ve alterada por la presencia de un maníaco y el encuentro con una hermosa viuda.
Ingmar Bergman describe en varias de sus películas, el papel cada vez más insignificante del artista en la sociedad moderna. En esta cinta, la figura del artista como tal, en realidad, ha desaparecido por completo, a no ser que sea un pálido y pervertido reflejo de él en el cínico y desilusionado arquitecto Vergerus (interpretado por Erland Josephson), que declara que, en la sociedad moderna, el arte es mantenido en vida únicamente por razones sentimentales.