Esta bellísima historia sucede
en la década de los cincuenta y nos muestra el despertar
a la vida adulta de un niño de 12 años, que comparte
sus juegos con un perro, y que verá alterada su existencia
debido a la enfermedad de su madre, lo que hará que cambie
su residencia, trasladándose a vivir con unos parientes,
al campo. La relación con sus nuevos vecinos, otros niños
y su nueva familia, variarán su universo infantil.
Mi vida como un perro está ambientada en los años 50, cuando tanto el director como el autor del libro eran niños. El temperamento más moderado de Hallström suaviza la historia original de Reidar Jönsson, añadiendo episodios de su propia infancia, más feliz. El rostro expresivo de Anton Glanzelius capta la vitalidad paradójica de la vida plagada de crisis del joven Ingemar. Aún así, Mi vida como un perro es realmente un cuento bastante triste sobre un niño a quien deja la madre, por enfermedad mortal, y a cuyo perro, Sickan, se le da muerte mientras él tiene que mudarse a casa de unos parientes del campo, lejos de la ciudad en la que ha crecido. El título del libro y del filme se refiere a la situación de Ingemar, psicológica y existencialmente. Su fantasía más expresiva está relacionada con el perro ruso Laika, enviado solo al espacio en un sputnik, sin tener voz ni voto en el asunto. Tales momentos son relatados sobre el fondo del infinito de un cielo azul salpicado de estrellas, ocasiones en que la soledad y la vulnerabilidad de Ingemar adquieren una perspectiva metafísica. En el nivel psicológico, esas tomas pueden ser yuxtapuestas en otra viñeta repetida, en que Ingemar cuenta chistes a su madre en una época en que esta todavía sana y podía reirse. Nosotros comprendemos, e Ingemar sospecha, que esos momentos no volverán; que al igual que el perro ya muerto en el espacio, han pasado al eterno mundo de los recuerdos. Sin embargo, Ingemar es un sobreviviente; en parte, porque tiene vitalidad, sensibilidad y humor, y en parte, porque sus parientes y la gente del pueblo son seres humanos decentes, que le aceptan, no por compasión ni sentimentalismo, sino en sus propias condiciones. La película finaliza con un canto a la vida en donde el pueblo, que es como una familia ampliada, celebra la victoria del boxeador sueco Ingemar Johansson sobre Floyd Patterson, mientras que el joven Ingemar, se queda dormido en los brazos de su primer amor juvenil, Saga.
Lasse Hallström
- Su carrera como director comenzó en Suecia, trabajando
para la televisión. Entre otras cosas realizó los
videos musicales de ABBA. Esto hizo que fuera seleccionado para
rodar, en 1977, ABBA: la película. Posteriormente
rodó varios largometrajes en su país, como Happy
we o The children of Bullerby Village. Lasse Hallström
es famoso por sus atractivas e idiosincrásicas películas
que abarcan personajes y puestas en escena muy peculiares. Nacido
en 1946 en Estocolmo (Suecia), llamó la atención
de la audiencia estadounidense en 1985 con Mi vida como un
perro. La película obtuvo dos nominaciones a los Oscar
ese año y fue elegida mejor película extranjera
por la Asociación de la crítica de cine de Nueva
York.
Desde principios de los 90 reside en
los Estados Unidos donde ha realizado películas como Mi
querido intruso (Once Around, 1991), una original comedia
con Holly Hunter y Richard Dreyfuss; ¿Quién ama
Gilbert Grape? (What's Eating Gilbert Grape?, 1993),
con Johnny Depp y Leonardo DiCaprio; Algo de que hablar
(Something to Talk About, 1995) con Julia Roberts y Dennis Quaid.
Su último trabajo es Chocolate (2000) con Juliette
Binoche.
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