Descriminalización del Maquis en la Novela Española Contemporánea

 

Daniel Arroyo Rodríguez

 

 

Durante el periodo de posguerra española el maquis fue definido por el discurso hegemónico franquista como un movimiento de "bandoleros" y "forajidos", siguiendo un propósito de desacreditación y criminalización de los derrotados por parte del nuevo régimen establecido. No obstante, tras la consolidación de la democracia en España, y hallándose los partidos de izquierda en la oposición, surge un movimiento sociopolítico que reivindica la recuperación de la memoria de los vencidos en la guerra civil. Igualmente se reclama la rehabilitación de estos sujetos en el discurso histórico y político como guerrilleros antifascistas y como precursores de la democracia actual. Vinculada a este movimiento emerge una propuesta literaria que plantea un desafío a la caracterización del maquis en el discurso convencional de la posguerra, descriminalizando a estos sujetos y presentándolos como supervivientes al régimen del General Francisco Franco.

En el presente ensayo proponemos analizar la descriminalización del maquis en la novela española contemporánea como reacción a la caracterización de estos personajes en el discurso franquista convencional. Más aún, analizaremos los factores sociales y políticos que han motivado la recuperación de la perspectiva de los derrotados en el discurso actual.

Estos aspectos serán analizados a través de dos novelas: Luna de Lobos , de Julio Llamazares, y Maquis , de Alfons Cervera. Analizaremos estas novelas como modelos de una propuesta narrativa que presenta una visión de la posguerra desde la perspectiva de los vencidos, en contraste con un punto de vista que favorecía una imagen gansterizada de estos sujetos. Para ello esta narrativa contemporánea presenta al maquis como sujeto de la narración y no como objeto de la misma, posición discursiva que permite la expresión de una perspectiva alternativa a la ofrecida por el discurso franquista. Desde este enfoque veremos cómo se caracteriza a la Guardia Civil como órgano de represión, retornando contra este cuerpo la vileza con la que se ha caracterizado sistemáticamente al maquis en la narrativa convencional del periodo de posguerra.

Finalmente, analizaremos la importancia de la rehabilitación y descriminalización de los guerrilleros en el discurso literario actual. Esta recuperación supone una victoria simbólica de estos sujetos sobre el olvido y la manipulación de la que fueron objeto durante el régimen de Franco y que supuso una segunda derrota moral de los ya vencidos en la sociedad española de posguerra.

1. Contexto sociopolítico de la narrativa del maquis

En primer lugar, y tomando a Foucault como referencia teórica, podemos considerar el surgimiento de la perspectiva del maquis en el discurso contemporáneo como la reactivación de unos conocimientos no hegemónicos, o "menores" que se oponen a la subyugación a la que fueron relegados por la represión franquista [1] . Estos conocimientos de naturaleza eminentemente local consisten en la experiencia y memoria de la guerra desde la perspectiva de los vencidos, y en concreto, de los que se lanzaron al monte [2] . De hecho, el maquis fue un fenómeno que se produjo fundamentalmente en pequeñas poblaciones rurales y cuya existencia y expresión fue relegada al olvido por el discurso franquista, como expresa Cervera en su novela Maquis :

En la memoria de la gente sólo quedan las guerras ganadas por los vencedores, las otras se olvidan porque las victorias oscurecen la indignidad de la derrota y al final siempre habrá una suplantación de la verdad escrita por los cronistas del olvido. (Cervera, 152)

La recuperación del maquis en el discurso contemporáneo constituye por tanto un intento de inscribir este conocimiento "menor" dentro de la discursividad actual, desubyugando esta historia de los derrotados y constituyendo lo que Foucault denomina una genealogía. De esta forma estos conocimientos ponen en cuestión la validez de un discurso hegemónico que los relegaba a la marginalidad:

Genealogy is a sort of attempt to desubjugate historical knowledges, to set them free, or in other words to enable them to oppose and struggle against the coercion of a unitary, formal, and scientific theorethical discourse. (Foucault, 10)

Desde el punto de vista literario, el maquis comienza a resurgir de su posición subyugada desde mediados de los años ochenta en adelante. Este resurgimiento está vinculado a un movimiento político y social que reivindica la restitución y rehabilitación de estos sujetos como guerrilleros que lucharon contra la dictadura y a favor de una democracia ya disuelta. Más aún, existe en el presente un interés histórico y social en resurgir la historia silenciada por los vencedores en un contexto cultural que demanda la inclusión en el discurso actual de aquellas voces que fueron silenciadas por la narrativa franquista convencional. Esta narrativa ha venido presentando a los guerrilleros del maquis como a un movimiento armado de naturaleza delictiva [3] , restándole cualquier validez como movimiento militar y como enemigo político y de guerra [4] :

Como factor de deformación destacó el lenguaje. El empleo de un vocabulario degradante ("bandoleros", "forajidos") – revelaba la voluntad del régimen de privar a la guerrilla de su dimensión de oposición política intentando rebajar su condición hacia un fenómeno de delincuencia. (Moreno, 694)

El carácter marginal de este movimiento se ha mantenido en cierta medida hasta el presente [5] . Así, hasta su vigésimo primera edición, el DRAE ha definido el término maquis como: "Persona que, huida a los montes, vive en rebeldía y oposición armada al sistema político establecido. //2. La misma organización de esa oposición" [6] . Como podemos observar, esta definición del maquis utiliza tanto un paradigma de identificación de este grupo en virtud de su marginalidad tanto espacial como política, siendo presentado como un grupo subalterno con respecto al sistema político establecido. Esta definición ha sido modificada en la vigésimo Segunda Edición del DRAE del año 2001, en la que se define al maquis como: “1. Guerrilla de resistencia antifranquista durante la posguerra civil española.” Esta nueva definición matiza el carácter antifranquista del movimiento y evita connotaciones semánticas que impliquen la noción de marginalidad social y/o legal en la definición de este movimiento.

Los años de Transición Democrática no favorecieron la restitución de la figura del maquis [7] . Durante este periodo se optó por el denominado "pacto de silencio", según el cual se hacía preferible el olvido de lo acontecido tanto durante la Guerra Civil como durante la posguerra, manteniendo en una posición discursiva subyugada la expresión y la perspectiva de los derrotados en la Guerra Civil [8] . El discurso político internacional tampoco propició la articulación de estas narrativas, pues dominaba aún el maniqueísmo ideológico de la Guerra Fría. Esta tendencia no se desarticulará hasta la caída del comunismo en Europa, dificultando la rearticulación de estas narrativas subyugadas a nivel tanto nacional como internacional.

Una vez superada la transición democrática surge un movimiento social cuyo propósito es recuperar las memorias e historia de aquellos que opusieron resistencia armada al régimen de Franco durante los años de posguerra [9] . Esta recuperación está también relacionada con una reivindicación de naturaleza política, cuyo objetivo es el reconocimiento de estos grupos como defensores de la República y como guerrilleros que lucharon por el establecimiento de un sistema de derechos y libertades como el que se disfruta en el presente en España.

2. Descriminalización del maquis en la novela contemporánea (1985-2001)

En el contexto político y social arriba discutido resurge la figura del maquis como protagonista de una narrativa literaria que adopta la perspectiva opuesta a la presentada por la narrativa franquista: la perspectiva del derrotado [10] . En relación al tema de la posguerra en la novela española contemporánea, una característica recurrente ha sido la recuperación de la figura del vencido en la Guerra Civil, resurgiendo así al topo, al exiliado, al excarcelado, etc. como protagonistas literarios [11] . Esta narrativa confiere protagonismo a los vencidos, ofreciendo una perspectiva nueva sobre la realidad de estos personajes de la posguerra. Este enfoque se produce como reacción a una representación hegemónica en la que eran criminalizados y vilipendiados por el bando de los vencedores.

En relación al maquis, desde 1985 se han escrito en España ocho novelas. Esta escasez en la producción literaria puede entenderse como el reflejo de una hegemonía discursiva que aún no se ha extinguido totalmente en el presente [12] . Estas novelas fueron: Luna de Lobos (1985), de Julio Llamazares; El color del crepúsculo (1995), Maquis (1997), La noche inmóvil (1999) y La sombra del cielo (2003), de Alfons Cervera; El puente de hierro (1998), de César Gavela; La noche de los cuatro caminos (2001), de Andrés Trapiello; y finalmente, La savia de la literesa (2004), de Jorge Cortés [13] . En todas estas novelas, a excepción quizás de la obra de Gavela, se caracteriza al maquis de forma inversa a como fueron representados en la narrativa convencional franquista–y en algunos casos incluso de la transición. [14]

El aspecto más relevante de la caracterización del maquis en la novela contemporánea es la descriminalización y el rechazo a la gansterización de esta figura. Esta caracterización supone una reacción a la identificación convencional de estos sujetos en el discurso franquista con bandoleros y delincuentes cuyo motivo de rebeldía y razón de ser se fundamenta en la comisión de actividades delictivas. De hecho, el discurso franquista asigna al maquis muchas de las características tradicionalmente asociadas al bandolero clásico. Si bien es cierto que ambos comparten ciertos rasgos en común, la narrativa de la posguerra se afana en atribuir al maquis el carácter delictivo asociado al bandolerismo, de forma que pueda establecer una relación de identificación entre ambos personajes.

El primer punto cardinal que favorece la asociación entre el maquis y el bandolerismo se remite al espacio físico de exclusión social en el que sobreviven ambos personajes. Tanto el maquis como el bandolero sobreviven en los montes y en el bosque, apartados de la sociedad pero siempre dentro de un perímetro de cercanía con respecto a la población. Esta cercanía les permite mantener contactos puntuales con la comunidad civil, bien sea para recibir ayuda o para cometer robos y secuestros que les permitan sobrevivir. El maquis es por tanto caracterizado como un grupo que actúa, al igual que los bandoleros, al margen de la ley y de todo espacio social.

El discurso franquista también favorece la identificación entre el maquis y los bandoleros a través del paralelismo que establece en el proceso de formación de ambos sujetos. En este proceso se distinguen dos etapas: en una primera etapa, denominada apocenosis, el sujeto se segrega de la sociedad, rodeándose de individuos marginales que se encuentran en sus mismas circunstancias; en una segunda etapa, denominada enantybiosis, el sujeto adopta una vida de rebeldía declarada al sistema social y legal establecido (Quirós, 231). En ambos caso el individuo se señala como sujeto abyecto ante el sistema sociopolítico dominante tras la comisión de un homicidio u otro crimen de gravedad similar. Este paralelismo es explotado por el discurso franquista con objeto de equiparar a los huidos con los bandoleros tradicionales, criminalizando y excluyendo a estos sujetos del nuevo contexto sociopolítico establecido tras la Guerra Civil.

La narrativa contemporánea española mantiene, por lo general, aquellas características comunes entre ambos grupos, como son la exclusión social, la supervivencia en un entorno salvaje, la comisión de robos y secuestros y el proceso de formación en ambos tipos de sujeto [15] . No obstante esta narrativa actual desvirtúa la motivación delictiva que se le atribuye al maquis en la narrativa convencional, restaurando la imagen de este movimiento de la manipulación de la que fue objeto en el pasado. De esta forma, a través de la descriminalización del maquis la narrativa contemporánea desvincula a este grupo del bandolerismo, creando un espacio narrativo en el que el maquis adquiere identidad y voz propia, no como grupo de delincuentes abyectos, sino como grupo que resiste a la represión franquista [16] .

En primer lugar, y en contraste con la narrativa convencional de posguerra, la narrativa contemporánea justifica la huida y la exclusión social del maquis en base a la represión de la que son víctimas por parte de la Guardia Civil en el periodo previo a la apocenosis. Así, por ejemplo, en Maquis , el huido Francisco Cemeño escapa al monte ante la represión que sufre por parte del cabo Bustamante, no por la comisión previa de delito alguno: " [...] el martes por la tarde, sus tripas se llenarían de aceite de ricino por una gracia del cabo Bustamante y esa misma noche se tiraría al monte" (Cervera, 51).

Esta característica distingue al maquis del bandolero, para quien el acto de señalamiento constituía el motivo determinante de su huida. En cualquier caso, una vez huidos y dado el entorno natural y salvaje en el que ambos deben sobrevivir, la única posibilidad de supervivencia para ambos grupos la constituye, como comentamos con anterioridad, las actividades de naturaleza delictiva. En el caso del maquis, estos delitos constituyen su acto de señalamiento, siendo estos cometidos durante el periodo de enantybiosis y no durante el momento previo a la apocenosis, como es el caso del bandolero. De esta forma, la motivación delictiva y el carácter criminal no constituyen el motivo de huida del maquis, invalidando de esta forma la identificación de este movimiento con el bandolerismo establecida por la narrativa convencional de posguerra.

Así, en Luna de Lobos Ángel y Ramiro cometen su acto de señalamiento al matar al secretario del ayuntamiento mientras perpetran un robo cuyo objetivo es la obtención de víveres. Este asesinato tiene lugar con posterioridad a la huida de ambos, siendo el resultado de la asimilación a unas circunstancias de exclusión de las que son víctimas y en las que no tienen otra opción para sobrevivir, siendo los abusos de la Guardia Civil lo que les relega esta situación:

- Pero tú sabes lo que esto significa, Ramiro. Ya no tenemos vuelta atrás.

- (…) Tú sabes que nunca la hemos tenido. (Llamazares, 71)

En base a estas consideraciones, podemos afirmar que la narrativa contemporánea desvincula al maquis del bandolerismo y los representa como ciudadanos pacíficos que son perseguidos y acosados por el nuevo orden. No se trata por tanto de delincuentes que se hallan en rebeldía tras la comisión de un acto de señalamiento, sino de personas que huyen ante la represión que les es impuesta por la Guardia Civil y sus colaboradores. Por consiguiente, y en contraposición a los bandoleros, los huidos no se presentan como responsables de las circunstancias que les acontecen, sino como gente común que lucha por sobrevivir. Este aspecto es reflejado por Ángel durante un acto de allanamiento que comete junto a sus compañeros con el objeto de conseguir comida y reponerse del frío del monte. La necesidad de supervivencia justifica estos actos, reflejando al maquis como víctima de su situación y no como victimizador de los sujetos contra los que actúa:

- Pero ¿qué hemos hecho, Dios mío? ¿Qué hemos hecho? Ya os hemos dado de comer. Habéis comido y os habéis calentado junto al fuego. Ahora marchaos y dejadnos en paz. Nosotros no tenemos la culpa de lo que os pase. [ …]

Me gustaría decirle que tampoco nosotros tenemos la culpa de lo que nos pasa. Pero sé que de nada serviría. (Llamazares, 16-17).

Otro aspecto que enfatiza la falta de responsabilidad del maquis sobre la situación en la que se encuentran lo constituye la despolitización relativa con la que estos sujetos son caracterizados. De esta forma, la motivación política de matiz comunista no constituye un rasgo distintivo del sujeto huido con respecto a la población civil. En las dos novelas analizadas los personajes se presentan como sujetos civiles que, si bien no son indiferentes al régimen dictatorial, tampoco reflejan una motivación política imperante como causa directa y primordial de su huida. Por el contrario el factor político es un motivo secundario que se presenta como consecuencia lógica de la represión que sufren y no como una causa directa que determine la huida. De hecho, las escasas referencias que se hacen en ambas novelas sobre la ideología de los guerrilleros muestran la desilusión hacia cualquier agrupación política y la pérdida de todo horizonte ideológico [17] . Así, por ejemplo, en Luna de Lobos , Ramiro desestima toda consigna externa que responda a estrategias políticas y militares, pues su motivación no es de carácter político, sino de mera supervivencia: "¿Sabe usted lo único que me interesa a mí de los partidos?: las armas. Si quieren atacar, que vengan ellos aquí. Que vengan los políticos a las montañas" (Llamazares, 100).

En este sentido la ideología política no constituye un factor que pueda a priori distinguir a los huidos de cualquier otro miembro de la sociedad, siendo por tanto todo individuo objeto potencial de la represión ejercida por la Guardia Civil:

"[…] ya está bien de ahogar y de ahogar solo porque ganaron la Guerra las guerras siempre duran más de lo que duran. Se empeñan en que la Guerra no ha acabado y así van a echarnos a todos al monte, que aquí solo hay muertos en vida porque no hay manera de que respeten la manera que tiene cada uno de vivir o de morirse." (Cervera, 45)

En base a esta representación relativamente despolitizada la narrativa se abstiene de elaborar un discurso antifranquista basado en motivos políticos [18] . De hecho, en las escasas menciones a Franco en estas novelas, el repudio a esta figura se presenta no como un discurso de naturaleza política, sino como reacción humana a la represión que esta figura simboliza. La oposición a Franco se fundamenta en esta relación abstracta entre la figura del caudillo y la represión, asociación que se utiliza para justificar los abusos que practica la Guardia Civil. Por consiguiente, la deposición de Franco se percibe como la única posibilidad de resolución del conflicto entre el maquis y la Benemérita. La oposición al régimen se fundamenta por tanto en una reacción humana ante los abusos de aquéllos que apoyan al régimen y no en una oposición política basada en principios ideológicos: “Los americanos y los rusos, Justino, cuando se acabe la guerra mundial se acabó Franco y esto será como tiene que ser, como tiene que ser y no como ahora, con tanta Falange y tanto cura y tanta mierda y tanto muerto” (Cervera, 55).

Franco, como vértice de una estructura política vertical de poder, no es el enemigo directo del maquis sino una referencia abstracta de la que se deriva el miedo que impone la Guardia Civil [19] : "Franco no existe, Nicasio, no existe más que en nuestras cabezas porque nos lo metieron ahí como a un fantasma, para que el miedo nos durara toda la vida.” (Cervera, 49). Por el contrario, el enemigo horizontal y directo se identifica con la Guardia Civil, quien hace del miedo un arma de represión psicológica. De esta forma la Guerra se convierte para los vencidos en un conflicto interminable y omnipresente que va más allá del enfrentamiento armado, consistiendo también en una imposición psicológica de terror que se extiende a todo espacio físico y a la vida civil de todo sujeto:

Es que una Guerra, una vez que se empieza, dura siempre, eso sí que lo sé seguro, Paco, y tú lo sabes mejor que yo, vaya si lo sabes mejor que yo. (Cervera, 50)

Es que en el hueco de la bodega también estoy en la Guerra todo el tiempo,

madre. (Cervera, 92)

La represión y el terror pueden ser considerados como la continuación de la guerra para los vencidos y el establecimiento de una paz relativa para los vencedores [20] . El objetivo no es la destrucción de un enemigo militar en un enfrentamiento abiertamente declarado, sino la represión y destrucción de un adversario ya derrotado y de todo aquel que no muestre una actitud incondicional al régimen [21] .

Por consiguiente, podemos observar que la narrativa contemporánea no solo descriminaliza al maquis, sino que responsabiliza a la Guardia Civil de la represión que les impone y que les lleva a huir y a delinquir. De esta forma, si el maquis es gansterizado en la narrativa de la posguerra, será ahora la Guardia Civil la que, como enemigo directo del maquis, sea envilecida por un discurso narrativo que adopta una perspectiva opuesta. Esta perspectiva se refleja en Maquis a través Á ngel, uno de los narradores principales de la obra e hijo del huido Sebas, quien identifica a la Guardia Civil con la represión y el miedo omnipresente que se le infringió desde su infancia [22] :

Aquel día vi llorar a mi padre y sin saberlo supe del miedo y también supe que el miedo vivía en aquella casa con un cartel rojo y amarillo en la puerta donde ponía "Todo por la Patria". (Cervera, 13-14)

Esta imposición del miedo por parte de la Benemérita se aplica de manera indiscriminada contra la población civil por constituir el núcleo del que emergen los huidos y la red de apoyo a los mismos. Así, la resistencia a la Guardia Civil actúa en un doble espacio: una resistencia de enfrentamiento armado a la Guardia Civil localizada en los montes y una resistencia civil localizada en las poblaciones rurales cuya oposición al régimen se manifiesta indirectamente a través del apoyo ofrecido a la guerrilla [23] :

Ni blando ni hostias, que aquí lo que hay es que todo el pueblo anda liado con los del monte y eso se ha de acabar. Ayer mismo se lo decía el cabo a don Cosme, que mucho ir a la iglesia las mujeres y las mujeres, cuando salen de la iglesia, se van al cerro de los curas a subirles comida y aliento a los huidos. (Cervera, 64)

El apoyo más generalizado por parte de la población al maquis consiste en el suministro de comida y de información a los huidos, de forma que estos puedan sobrevivir y defenderse. Una característica de este apoyo civil es la clandestinidad con la que actúan los sujetos; de ahí la necesidad de la Guardia Civil y de las autoridades falangistas de reprimir a todo colaborador potencial. En cualquier caso la represión contra la población civil se dirige principalmente contra los familiares de los huidos que, a través de la coacción, podrían convertirse en informadores. Este aspecto refleja no solo la victimización física de la población civil sino también la tortura psicológica que esta situación implica para el maquis:

Yo es que como no me maten ya no sé que más me pueden hacer, no me cabe una paliza más y a mi Ángel lo llevan frito en la escuela los hijos de los fascistas y el maestro y los civiles no paran de asustarlo cuando se lo encuentran por la calle o donde sea. (Cervera, 112)

Sebas esta tocado, eso de que a Guadalupe la rompan a puñetazos todos los días acaba con su moral. (Cervera, 115)

La instauración del miedo también se produce por parte del maquis hacia la Guardia Civil y sus colaboradores. No obstante, esta circunstancia se presenta como reacción a los abusos de los que son objeto sus familiares, no siendo por lo general el maquis los iniciadores de agresión o coacción alguna [24] . Esta acción por reacción justifica en cierta medida cualquier agresión psicológica o física a la parte contraria. Por este motivo, la reacción del maquis se limita al uso de la amenaza verbal, sin llegar a agredir al contrario, sin hacer uso alguno de la tortura y haciendo un uso limitado de las armas en casos justificados de defensa propia. Así, por ejemplo, en reacción a una paliza que recibe Juana, hermana de Ángel en la novela de Llamazares, éste amenaza de muerte a Guillermo, colaborador de la Guardia Civil, con el objeto de evitar futuras palizas a su hermana: "Dile que esto es solamente un aviso. Por lo de mi hermana. Él ya sabe. Pero que, la próxima vez, alguien, tú por ejemplo, aparecerá con un tiro en la carretera. ¿Me has entendido, Guillermo? ¿Me has entendido?" (Llamazares, 63).

La acción por reacción es por tanto una estrategia narrativa que justifica en cierta medida las acciones del maquis, responsabilizando al mismo tiempo a la Guardia Civil y a sus colaboradores por imponer el régimen de terror que obliga al maquis a reaccionar. De esta forma, no se descriminaliza al maquis eliminando de la narrativa sus actos de agresión, sino justificando éstos como reacción a los acometimientos iniciados por sus rivales. Ángel comenta explícitamente esta circunstancia estableciendo un paralelismo metafórico entre su situación y la de un perro noble que es reprimido, justificando de esta forma sus actos delictivos en base al principio de reacción: "Coja usted un animal doméstico, el perro más noble y más bueno –le digo después de un rato –Enciérrelo en una habitación y azúcelo. Verá como se revuelve y muerde. Verá como mata si puede" (Llamazares, 82).

La animalización refleja también la deshumanización progresiva de este grupo como resultado del aislamiento físico y psicológico. Esta separación obliga al sujeto a adoptar un mecanismo de supervivencia que le asemeja a los animales, dado el contexto rural y de exclusión social en el que se ve relegado. La animalización refleja por tanto una doble circunstancia: por un lado la asimilación del sujeto al entorno natural en el que se desenvuelve y por otro lado su aislamiento social. La primera de estas circunstancias crea un efecto de neorromantización en la caracterización del maquis, al producirse una fusión del sujeto con la naturaleza [25] . Ángel, por ejemplo, adquiere cualidades de animales salvajes, las cuales le resultan imprescindibles para sobrevivir en el monte. La adquisición de estas cualidades constituye por tanto una asimilación al entorno físico en el que se desenvuelve: "Sí, claro – le digo, recostándome, agotado, contra la tapia -. Y corro como el rebeco, y oigo como la liebre, y ataco con la astucia del lobo. Soy ya el mejor animal de todos estos montes" (Llamazares, 109).

En contraposición a esta neorromantización, en la novela de Cervera la animalización se entiende en términos de bestialización, es decir, como un proceso de envilecimiento progresivo que se manifiesta a través de una crueldad deshumanizada. En este caso la animalización se produce como resultado de la reducción de la conducta humana a un instinto de supervivencia básico causado por el aislamiento de la sociedad:

Es que aquí vivimos alejados de lo que pasa allá abajo y nos acostumbramos a una vida que cada vez se parece más a la de los animales que a la de los hombres, y a la que nos damos cuenta somos tan crueles como las bestias, más crueles, porque perdemos la idea de la distancia y el todo. (Cervera, 95)

Con la pérdida del apoyo social el maquis queda totalmente aislado en el monte, perdiendo todo vínculo con la sociedad y desintegrándose como sujeto social. Aún cuando los miembros del maquis no son los autores de los abusos que sufre la población, son la causa que expone a los enlaces a la represión de la Guardia Civil. Es decir, aún no habiendo una relación sujeto-victimizador y objeto-victimizado entre el maquis y la población civil, existe una relación de causa-efecto que lleva a la sociedad a romper sus contactos con el maquis. Como consecuencia, el maquis queda aislado de todo contacto humano, lo que le lleva a la disolución como sujeto social. De esta manera, tras la muerte de su padre, la hermana de Ángel rompe los vínculos que la unen a su hermano, dada la insostenibilidad de la represión de la que es objeto debido a la relación de consanguinidad entre ambos. Esta circunstancia sume a Ángel en el aislamiento más absoluto, quedando totalmente extrañado de su familia y de la sociedad como si de un animal salvaje se tratara [26] :

- Sabes lo que dice la gente [...] Dicen que lo mejor que podrías hacer es beberte una botella de coñac y pegarte un tiro. [...]

- Díles que no soy un perro. Díselo, Lina. (Llamazares, 139)

La exclusión social también implica la pérdida de todo derecho como individuo. Así, por ejemplo se le niega a Ángel el derecho de visitar a su padre en su lecho de muerte, teniendo que hacerlo de forma clandestina y a riesgo de ser capturado por los guardias que le esperan en la casa de su padre. Ángel debe limitarse a observar desde la distancia la reacción de las personas que lo visitan, distancia que no solo refleja su estado de marginación física, sino también su exclusión psicológica como miembro de la sociedad: "[...] he rastreado las continuas entradas y salidas de vecinos en mi casa, intentando adivinar la expresión inalcanzable de sus caras a través de los prismáticos" (Llamazares, 132-133).

Ante esta exclusión la existencia del huido se vuelve fantasmal, pues se convierte en un individuo físicamente presente pero socialmente inexistente, no quedando espacio físico alguno para su existencia como ente social. Así, el único espacio físico en el que tiene cabida el huido en una sociedad de la que ha quedado apartado es en la cuadra, como un animal, y bajo tierra, como si de un muerto se tratara:

"[...] yo sé que aún sigo vivo, enteramente vivo, tan vivo al menos como cuando aún vagaba como el viento entre la nieve [...] Aunque, desde hace un mes, tumbado como un topo en esta fosa subterránea que Pedro y yo excavamos en la corte de las cabras, entre la cuadra y la panera, esté mucho más cerca del mundo de los muertos." (Llamazares, 146)

La inexistencia social del sujeto se extiende más allá de la muerte o del exilio del huido a través del silenciamiento de sus historias y sus memorias por parte del discurso de los vencedores. Esta exclusión se entiende como una muerte simbólica que se suma a la muerte física: “[...] se cubrirá su memoria con la tierra de la desmemoria y su muerte será una muerte doble a golpe de balas y silencio." (Cervera, 152)

Ante esta doble muerte la única supervivencia posible es a través de la memoria como elemento en base al cual se puede restablecer la expresión narrativa de estos sujetos y la identidad de los mismos. Con la recuperación de la voz narrativa del maquis se recupera la memoria y la historia silenciada por el discurso hegemónico, siendo restaurada en el presente a través del discurso literario.

Estas novelas en las que la perspectiva del maquis adquieren un papel protagónico vienen a cubrir los huecos que el silencio y el miedo dejaron en la historia, restaurando la imagen del maquis, terminando con la leyenda y dejando paso a una historia anteriormente obliterada:

Pero hay otra memoria que es la memoria maltrecha de los vencidos, la que ha ido creciendo frente a los paredones inmensos del silencio levantados cuando se acabó la guerra, cuando se acabaron las dos guerras, primero la de todos contra todos y luego la que hicieron unos pocos en el monte contra casi todos (…) Pero las leyendas se acaban donde empieza la historia y donde las palabras han ocupado definitivamente los laberintos obscenos del silencio. (Cervera 166-167).

En conclusión, estas novelas restauran la figura del guerrillero como una reacción al silenciamiento y criminalización de este personaje en la narrativa hegemónica impuesta por los vencedores de la Guerra Civil. Estas novelas adoptan la perspectiva narrativa del maquis, justificando sus acciones al tiempo que envilecen a la Guardia Civil, como brazo ejecutor de la represión del nuevo Estado. La restitución de la imagen del huido se realiza a través de la invalidación de aquellos parámetros delictivos que lo asimilan a los bandoleros, de la despolitización del mismo, de la animalización resultante de la exclusión social y del carácter reactivo de sus acciones violentas. De esta forma se descriminaliza a los huidos y se restituye su figura como protagonista de la narrativa, recuperación que implica la victoria simbólica del maquis sobre el olvido y el silencio en la sociedad española contemporánea.

 

 

 

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[1] A lo largo del presente estudio utilizaremos el término maquis indistintamente en el significado tanto individual como colectivo del término.

[2] En oposición a una narrativa que se desarrolla en un enclave urbano, las narrativas en las que el maquis adquiere un papel protagónico tienen un carácter eminentemente rural. Así, en Luna de Lobos la acción tiene lugar en los montes de León, mientras que en Maquis tiene lugar en el pueblo levantino ficticio de Los Yesares.

[3] "El lenguaje del franquismo era sinuoso y nunca definió a los maquis como luchadores políticos, sino que se les dejaba el rango en algo así como bandidos poco generosos." Francisco Umbral. "Los Maquis". El Mundo. 25 de septiembre de 1999.

[4] La utilización de estos términos se impuso oficialmente a través del Decreto de la Dirección General de Seguridad del 11 de abril de 1947, el cual prohibía el uso de los términos “guerrilla”, “maquis” o “guerrilleros”, debiendo utilizarse en todos los comunicados internos y externos los términos “bandoleros”, “forajidos” o “bandolerismo”.

[5] En el presente la Guardia Civil aún considera en su "Historia de la Guardia Civil" un logro el haber acabado con el maquis, al que equipara con los grupos terroristas ETA y GRAPO: "Así lo demuestra el hecho de haber acabado con el bandolerismo del siglo XIX, el anarquismo de la mano negra, el anarquismo urbano, el fenomeno del maquis de la posguerra y haber cosechado notables éxitos contra el terrorismo independentista de ETA[…]" ("Historia de la Guardia Civil" <http//:www.guardiacivil.org>)

[6] Este término es un galicismo que se deriva de la palabra maquisard , que significa en español matorral , arbustos y que se utiliza para referirse por metonimia a aquellas personas que marchan al campo en acto de rebeldía. Este término se utilizó en Francia durante la ocupación nazi para designar a aquellas personas que, durante el gobierno de Vichy, optaron por evitar la realización de los trabajos obligatorios (STO) al servicio de los estados francés y alemán y para ello marcharon al monte, donde se organizaron militarmente y se constituyeron como resistencia armada a la ocupación nazi.

[7] Entendemos que la transición española se extiende desde 1975 a 1982, aunque hay distintas opiniones con respecto a la duración de este periodo.

[8] En relación a la Transición Española y al olvido de la lucha militar contra Franco, comenta Juan Goytisolo: "La memoria de la lucha democrática contra el régimen de Franco cayó así en el olvido y, con el pretexto de que teníamos un gobierno decente –los famosos "cien años de honradez" mucha gente perdió la decencia." (Goytisolo, 73)

[9] Esta rehabilitación adquiere una importancia fundamental para los partidos de izquierda, tales como Izquierda Unida y el Partido Socialista entre otros, los cuales formularon una Proposición no de ley ante el congreso el diez de septiembre de 2003 con objeto de anular los juicios sumarios de la dictadura franquista. La proposición fue denegada con 134 votos a favor, 154 en contra y dos abstenciones. (Relativa a la anulación de los juicios sumarios de la dictadura franquista. Congreso de los Diputados. Número de expediente 162/000796)

[10] "El miedo se comprende mejor a través de la literatura de ficción, puesto que a menudo son las historias indirectas las que mejor permiten penetrar en la vida y en los sentimientos de las personas, recuperando formas escabrosas que de otra manera jamás saldrían a la luz." (Mir, 32)

[11] "Se reivindica al guerrillero desde su dimensión del maldito, derrotado y olvidado sin conferirle ninguna dimensión heroica fundamentada en un discurso político hoy día inaceptable" (Izquierdo, 114).

[12] El número de biografías y testimonios de individuos que pertenecieron al maquis, así como de entrevistas periodísticas, ha sido mucho más prolífico, siendo quizás un género más adecuado para tratar temas referentes a la memoria individual y colectiva.

[13] Dada la reciente publicación de la novela de Jorge Cortés no es posible considerarla como parte del presente estudio.

[14] En relación al cine, podemos nombrar solamente cinco películas en las que el maquis adopta un papel protagónico no criminalizado: Los días del pasado (1977), de Mario Camus; El corazón del bosque (1978), de Manuel Gutiérrez Aragón; Luna de Lobos (1986), de Julio Sánchez Valdés; El Portero (2000), de Gonzalo Suárez; y Silencio Roto (2001), de Montxo Armendáriz.

[15] Todas estas características pueden ser observadas tanto en Luna de Lobos como en Maquis , así como en otras novelas pertenecientes a este género.

[16] Este aspecto es aceptado en el presente incluso por grupos de extrema derecha como es Falange Española, que atribuye la desaparición del maquis al carácter de supervivencia y no combativo de este movimiento. ("Los bandoleros contemporáneos", 2)

[17] Merece destacar la ausencia de toda referencia directa al PCE o a la FAI en ambas novelas, agrupaciones políticas que trataron de reorganizar militar y políticamente los grupos de huidos que se hallaban desperdigados por la geografía nacional.

[18] El carácter despolitizado de la guerrilla es especialmente llamativo en el caso de las novelas de Alfons Cervera. Cervera sitúa la acción de sus novelas en el pueblo levantino de Los Yesares, población ficticia pero en un enclave geográfico muy específico para la guerrilla. Esta zona geográfica estuvo dominada por la Agrupación Guerrillera de Levante (AGL), organizada ex novo por el PCE en 1945. Esta agrupación estaba formada por los sectores guerrilleros 5, 11, 17 y 23, y estaba caracterizado por ser el referente político de la organización armada (Moreno, 135). De hecho estaba formada por personal experimentado infiltrado por el PCE en territorio español y no por huidos como refleja Alfons Cervera en su narrativa. Este aspecto muestra el carácter ficticio de la narrativa literaria, la cual no pretende establecerse como una narrativa de carácter realista.

[19] En la obra de Cervera, esta abstracción viene reflejada por la asociación recurrente entre Franco y Dios, especialmente por parte de aquellos personajes que pertenecen a la Guardia Civil: “Que saben Dios y el Generalísimo Franco que más tarde caerán y entonces sabrán quién es el cabo Bustamante de la Guardia Civil”. (Cervera, 25)

[20] Julián Casanova define esta paz relativa de los vencedores como "la paz de Franco", caracterizada por el nuevo estatus de poder que adquieren los vencedores y el uso de este poder para reprimir a los vencidos. (Casanova, XI).

[21] Aun cuando el régimen del terror se utilizo de manera no oficial y discontinua, éste se institucionaliza durante el denominado Trienio del Terror, periodo que abarca desde 1947 hasta 1949. Este periodo estuvo caracterizado por el reestablecimiento de la Ley de Fugas y las leyes contra el bandidaje y el terrorismo vigentes durante el siglo XIX.

[22] De hecho, Cervera abre su novela Maquis identificando al narrador como un "maestro" del miedo: "Yo sé mucho del miedo, soy un maestro del miedo." (Maquis, 13).

[23] "[…] cientos de campesinos, artesanos y gente variopinta de caseríos y poblados daban su apoyo más o menos activo o simpatizaban con la guerrilla […]. No se trataba solo del campesinado, sino de todo un conglomerado social que hundía sus raíces en el recuerdo de la República destruida, en la tradición pequeño burguesa republicana y en las enseñanzas del movimiento obrero, todavía no extinguido." (Moreno, 131)

[24] La única excepción a esta regla la constituye la novela El puente de hierro , en la que tanto la Guardia Civil como el maquis toman igualmente la iniciativa.

[25] La preeminencia de los elementos naturales favorece también esta perspectiva neorromántica: "Mira, hijo, mira la luna: es el sol de los muertos." (65)

[26] Su cuñado Pedro verbaliza la situación de absoluto aislamiento social en el que queda Ángel tras la muerte de su padre: "Juana me tiene a mí- dice Pedro. A ti no te queda nadie." (Llamazares, 132)