MALA GENTE QUE CAMINA
Alfaguara 2006. Madrid
La historia y la memoria nunca fueron demasiado amigas. Ni amantes siquiera. Lejos una de la otra. La objetividad del relato histórico frente a la condición subjetiva del recuerdo. El punto de vista que apuntala el oficio de una buena escritura de ficción no existía en el afán incuestionable del historiador por encontrar la verdad de los hechos. Así era hace unos años. Ahora no tanto. Lo escribe Julián Casanova en el prólogo a la edición colectiva del libro “Morir, matar, sobrevivir”: “El conocimiento histórico nunca es políticamente neutral” . Nada es neutral. La historia no es neutral. La novela no es neutral. Ni por asomo la muerte y la vida son neutrales. Algo junta a los novelistas y a los historiadores: la búsqueda de la verdad. Eso los junta. Y entre ambos, un material imprescindible: la memoria.
La novela última de Benjamín Prado es esa mezcla perfecta de las tres materias. Digo perfecta. Que va creciendo incluso desde atolladeros en que se mete al principio su autor y piensas que le va a resultar difícil salir indemne de su atrevimiento. Personajes que existieron realmente, escritores a los que admira y otros a quienes abiertamente desprecia, junto a otros que se inventa y al final serán los que resulten más verosímiles, insoportablemente creíbles muchas veces, más de verdad que aquellos otros que aparecen en los libros de historia y en los de literatura. La realidad y la ficción: el cuento de siempre que regresa ahora, en esta novela grande que es “Mala gente que camina”, con la hechura de un artefacto que ennoblece a quien lo escribe y que, como sucede con los libros excelentes, van en busca del lector que lo merece. La novela va de la guerra y la posguerra. De la de aquí. Esa que está tan de moda. Una más, dirán los de siempre. Como si lo principal fuera la cantidad y no la calidad de la oferta. Sobran muchas. A lo mejor las mías. Pero no ésta de un escritor que llevo leyendo desde sus comienzos con auténtica veneración. Una investigación literaria. La búsqueda de materiales para un trabajo sobre Carmen Laforet, la autora de “Nada”. En el camino del profesor que lo lleva a cabo se cruza otra escritora, Dolores Serma, que ha escrito una novela desconocida titulada “Óxido”. Esta última narración esconderá uno de los horrores más escondidos del franquismo: la entrega de los hijos de las presas o ajusticiadas republicanas a las familias del Régimen. Sí. Lo de Argentina, Uruguay, Chile, se lo copiaron a Franco los dictadores de allí. La investigación, la escritura de esas pesquisas: un profesor de literatura metido a Sherlock Holmes. La escritura en clave de esa novela de Dolores Serma. Como los diarios secretos de Wittgenstein. Como hicieron los albaceas del filósofo, negándose a su publicación, así los familiares de Dolores Serma acomodados al silencio, al miedo después, al cinismo casi siempre, hicieron con “Óxido”. Un apunte irónico: en lo de Wittgenstein la clave estaba en las páginas pares, en lo de Benjamín Prado el misterio estaba a buen recaudo en las impares. No descubro nada. No es “Mala gente que camina” una novela de suspense, aunque tenga cercanías con las narraciones de misterio. Es simplemente una novela de obligada lectura. No es la novela que se sitúa a medio camino entre los unos y los otros, entre los republicanos y los fascistas. No es aquello de los unos fueron unos hijos de puta pero los otros también. Y además: es de una factura intachable. Ya lo decía antes: incluso cuando piensas que está patinando (por ejemplo con la acumulación de citas y de sus autores) remonta enseguida porque aquí todo está justificado.
La escritura de la memoria. El cinismo de quienes comulgaron con el franquismo y luego, con la democracia, se inventaron nuevas biografías o encontraron a quienes se las inventaron por ellos. La memoria regresa en toda su complejidad. Y comprobamos que nada surge de la nada, que todo estaba ahí antes, agazapado en el secreto inconfesable que se ampara en la mentira, en la astucia de los encubridores, en el miedo. Como dice Walter Benjamín, que tanto hubiera disfrutado con esta novela (se lo juro a ustedes): “habría que hablar de sucesos que nos sobrevienen como un eco cuya correspondiente llamada, el sonido que lo ha provocado, parece haberse desencadenado en algún momento de la oscuridad de la vida pasada”. La historia y la novela con la memoria en medio. Juntas las tres. Amigas. Amantes. Todo lo que ustedes quieran. Y más. Seguro que mucho más hay en esta novela última de Benjamín Prado.