TENGO GANAS DE MORIRME PORQUE YA NO TE QUIERO
Se han muerto Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni y al cine de ahora le importa un pito. Morirse en verano es morirse menos: eso dicen. Hay luz alrededor, el rumor de las olas en la playa, un punto de calor que alivia algo la palidez helada de la muerte. Parece que lo que toca en verano es vivir, bailar al son de las orquestinas hasta que amanece, tumbarte en la arena y contar una a una esas ventanitas que son como un millón de ojos saliendo del cemento. Toca vivir en el verano y se han muerto Bergman y Antonioni. En Gestalgar han hecho cine en las escuelas. Después de mucho tiempo han hecho cine al aire libre mientras el Cine Musical se cae de viejo. La memoria se encierra en sus cuatro paredes y en las butacas destartaladas hay un silencio oscuro que es el de las películas que vimos cuando éramos críos. Las películas que vimos o que vimos a medias. Todo era a medias en aquel tiempo de obscenidades a destajo. El silencio de entonces. El silencio que había -que hay- en las películas de Michelangelo Antonioni. Otros hablarán de Bergman, de sus rostros alargados y secos, de la falsa calma que dormía en las casas y en el alma de sus personajes, de los colores pegados magistralmente sobre el blanco y negro de sus películas primeras y extraordinarias.
Saqué de la estantería llena de libros uno con los guiones de Antonioni. El otro había desaparecido: eran dos, editados por Alianza. Luego me subí al porche de la casa -donde se guardan los muebles viejos y los libros enemigos que esperan su ejecución- y desempolvé las cintas de vídeo con las películas medio olvidadas. Encontré cuatro del director italiano, mezcladas con otras de la más diversa catadura. Mucho polvo encima. Había retirado desde hacía siglos esas cintas. Ahora se estila el dvd. Lo veo poco, también lo veo poco. En ese formato busqué muchas veces, en los estantes de las tiendas, las películas de Antonioni. Tres o cuatro meses atrás le decía a una amiga que descargara de internet esas películas. No hubo manera. No aparecen. No están en ningún sitio. Al menos, no fui capaz de encontrarlas. Me subí al porche, pues, y encontré cuatro: "La aventura", "La noche", "El desierto rojo" y "Blow up". No estaban "Las amigas" ni "El grito", que también las tenía. Me las tragué todas de una sentada. Lo juro. La textura de las cintas era infame. Más de veinte años ahí, llenas de rayas que no consigue eliminar el tracking o como se llame eso que alivia puntitos subversivos en la pantalla. La casualidad hizo que en una de esas cintas también estuviera una película -la primera- de Jorge Grau. A mediados de los años sesenta rodó otra extraordinaria: "Una historia de amor". La que estaba en la cinta era "Noche de verano", con Paco Rabal de protagonista. Digo casualidad: la de Grau es una digna imitación de las películas de Antonioni, hasta se le nombra en alguna secuencia. También la vi al día siguiente. Cinco películas en dos días. No está nada mal. La diferencia salta a la vista: la historia se cuenta con palabras o a base de silencios. Hay demasiadas explicaciones -la moral no necesita tanta justificación- en la película española. En las italianas abundan los silencios. El silencio. Lo tantas veces dicho y escrito sobre la incomunicación. "Las palabras que escuchas apenas te tocan" , escribía Cesare Pavese. En algunas cosas se me juntan el director de cine y el poeta. El neorrealismo urdido desde la arquitectura moderna que en el cine representaba como nadie Michelangelo Antonioni. No sé si ha habido una película en mi vida antes o después de "La aventura". Seguramente no. La escena final la utilicé en una de mis novelas. La desaparición. Alguien está y al momento siguiente ya no está. Alguien se va del grupo de amigos, de una fiesta, de los muros grises que encierran la soledad. No importa. La fuerza, toda la vida en su infinita magnitud, está en lo que se queda, en quienes se quedan y acaban olvidando que viven a cambio de una ausencia. Monica Vitti sale en todas las películas que digo menos en "Blow up". Unas veces en primera línea y ocupando el lugar del fondo en otras. No sé dónde andará ahora, ella. Él se acaba de morir, en verano, que es, según dicen, cuando menos apetece morirse. El viaje largo, que dice mi amigo David Catarro. Tenía más de noventa años. "Esta noche tengo ganas de morirme porque ya no te quiero" , le dice Jeanne Moreau a Marcello Mastroianni al final de "La noche". A lo mejor le dijo eso Antonioni al cine de ahora mismo antes de morirse. A lo mejor le dijo eso. A lo mejor.