EL BATERÍA DE THE WHO

 

La escritura genial crea un estado de sitio donde resulta difícil cualquier gesto externo de soberbia. Sólo queda intentar no sacar pecho, untar la mecha humilde de un candil de los de antes y “encender la pequeña luz propia”, como escribía Kafka en sus diarios. De ahí puede salir una escritura que sin llegar a lo sublime (¿qué esa tontería?) nos enrede en una lectura que roce el apasionamiento. No sé qué tienen las historias de Haruki Murakami. Me cuesta entrar en ellas. Al principio hacía lo que se tiene que hacer cuando un libro no te engancha: mandarlo a la mierda. Pero algunas veces pasaba lo que también hay que hacer cuando un libro no te ha enganchado en la primera lectura: intentar -si le has visto un leve punto de interés- regresar a sus páginas más tarde. Pues eso me pasaba con el escritor japonés de moda, un tipo al que si le pones gafas de sol puede pasar perfectamente por un autor occidental de canciones estilo Nick Cave o incluso Tom Waits antes de emborracharse él y su piano. Ahora le he pillado el punto y a pesar de las cautelas que me provocan sus historias estoy dispuesto a darle una oportunidad aún cuando el interés decaiga en algunos de sus episodios. Pero ojo: pillarle el punto a Murakami es difícil, no quiere decir que entres enseguida en lo que cuenta. Al contrario: al cabo del rato no sabes muy bien por dónde van los tiros, ni quién maneja la escopeta, ni dónde está colocado el cazador. Pero aquí viene lo bueno: no sabes casi nada pero poco a poco la atmósfera te cierra todo intento de alejamiento. Como si una nube tóxica y dulce al mismo tiempo te hubiera anulado la capacidad de entendimiento pero no, felizmente, la del goce. Los personajes de After Dark, su última y magnífica novela editada por Tusquets, viven por la noche, en los rincones más solitarios de lo oscuro. La violencia da pie a la cercanía solidaria entre mujeres y el sueño inacabable de una chica provocará el encuentro hermoso entre una joven extraña con gorra americana y un músico que ensaya con su grupo cuando los vampiros han salido a darse un voltio por una ciudad llena de enigmas. En esa inquietante madrugada kafkiana destaca la textura de una luz que es la que dará tonalidad al claroscuro imperante en la novela. Metidos ya en harina de las virtudes narrativas, destaca un juego más que interesante -por arriesgado- con el punto de vista. O sea: lean a este tipo que podría pasar por batería de The Who y lean, evidentemente, “After Dark”, su última novela.