LOS LIBROS QUE HABITAMOS
Lo leo desde hace no sé cuántos años. Lo leía desde la admiración y desde la seguridad antigua de que se asemejaba poco o casi nada a sus colegas de grupo: el del 50 del pasado siglo. No me parecían lo mismo sus poemas que los de Brines, Gil de Biedma, Claudio Rodríguez y demás grandes poetas de aquellos años. Tampoco sus novelas eran lo que se consideraba corriente entonces: esa distancia rara entre el realismo y un cierto exotismo que a lo mejor le venía -lo sabría luego, cuando leyera sus dos insuperables libros de memorias- de su estancia en Latinoamérica algunos años y, quizá mejor, de su afición por las novelas de aventuras. El caso es que empecé siendo un loco de la vida colgado de la escritura de José Manuel Caballero Bonald, luego -hace ya años- nos hicimos amigos y de ahí saltaron a mayores aquella admiración y el respeto enorme por todo lo que escribe. Y por todo lo que vive. La palabra compromiso adquiere en la vida y en la obra del escritor andaluz una dimensión ética que alcanza no sólo a lo que dice sino -y sobre todo- a cómo lo dice. También es distinto a otros su acercamiento a los asuntos -literarios o no- de la memoria: o del recuerdo, como a él le gusta decir y que digamos. No sé si hay alguien en el actual paisaje literario escrito en castellano que alcance el rigor -en fondo y forma, por atender reclamos académicos- de Caballero Bonald. Yo me quedo con él y con Marsé. Hace un par de meses salió en Galaxia Gutenberg una selección de sus poemas: Summa vitae. La edición corría a cargo de otro amigo: Jenaro Talens. En un prólogo que aúna admiración y una cierta distancia crítica (¿hay mejor admiración que ésa?), asume el estudioso y también poeta relevante la tarea de iluminar la obra del autor de La costumbre de vivir (Alfaguara) desde su condición casi outsider en la nómina poética de su generación: un lugar excéntrico, dice el prologuista que ocupa entre sus coetáneos. Y estoy de acuerdo, excéntrico y único en el actual panorama literario. Ahora acaba de salir en Seix Barral su poesía completa: Somos el tiempo que nos queda. Obra Completa (1952-2005) donde incluye su último libro: Manual de infractores, con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 2005. Reúno en mi memoria las vidas que he amado,/ los sitios donde estuve, los libros que habité,/ toda la realidad y el sueño en que consisto: lo dice en su primer libro, escrito cuando tenía poco más de veinte años (Las adivinaciones). Y ahí sigue. Para gozo de quienes lo leemos. Y para el de quienes se animen a leerlo por primera vez después de este Fahrenheit.