ARAÑANDO SOMBRAS PARA VERTE
Los libros grandes son a veces de envergadura frágil. Y casi siempre será el azar el que nos lleve hasta ellos. Me pasó con Jean-Claude Izzo, con Beppe Fenoglio, con Erri de Luca. Pues hace un par de semanas, en ese itinerario que sigo arriesgando por las librerías, descubro un librito de un autor al que conocía de una novela anterior: Erich Hackl era el escritor y, el libro, Esbozo de un amor a primera vista (Laertes). Lo manoseo, le doy mil vueltas, lo miro y lo remiro: noventa y cinco páginas justas y de formato más pequeño de lo habitual. Había leído años atrás Boda en Auschwitz, del mismo Hackl, y algunos de sus artículos en la prensa. Siempre me interesó lo que escribe, lo que opina de la escritura de la memoria resistente. Las páginas que acabo de descubrir cuentan una historia de amor, como la de García Márquez en El amor en los tiempos del cólera pero en menos de cien páginas en vez de en seiscientas. El austriaco Karl Sequens está en España luchando contra los fascistas en 1937. Lo han herido. Y en Valencia, al pie de la cama del hospital, lo mira en su desfallecimiento Herminia Roudière Perpiñá. Con su hermana Emilia, la chica ayuda en los hospitales y donde las llaman. Ahí, en ese encuentro con las heridas de guerra al fondo, surge el amor a primera vista a que el título de la novela hace referencia. Un prodigio de escritura. Se mire por dónde quiera mirarse: un prodigio de escritura. El tiempo, la memoria apuntalada en ese tiempo escurridizo que va y viene por los sitios del desastre, la ausencia y sus laberintos: “Estoy hablando solo. Arañando sombras para verte”, escribe Blas de Otero. Así los amantes distanciados por culpa de la guerra, de las guerras, de la mierda de vida a que las guerras condenan a sus protagonistas más inocentes. Pocas veces, en tan pocas páginas, he leído una historia más intensa, más conmovedora. No siempre esa intensidad es decente. Algunas novelas bastardean la posibilidad de conmover: la traicionan y apuñalan por la espalda la confianza de quien las lee. Aquí no. Esta breve novela del escritor austriaco Erich Hackl es toda verdad. Sin ningún resquicio de impostura se ofrece en los estantes por donde viaja la mirada curiosa de un lector insobornable: usted. No se arredre, alargue el brazo y llévesela a casa. Si previo pago o no, eso ya sólo es cosa suya y no de mis sugerencias. Haga lo que guste, pero llévesela a casa. Y que le aproveche.