BIENVENIDO A CASA

 

Los tiempos eran otros. Todo negro, como cantaban los Rolling. La luz que expandían los libros no llegaba a todas partes. A mi casa, por ejemplo. Y a muchas otras casas de entonces. Lo único que había en esos sitios sin libros eran tebeos y unas novelitas que tenían el tamaño de la Turia. La semana era más feliz el día en que salían los tebeos protagonizados por tus héroes preferidos y aquellos otros en que el kiosco o el mercado de los jueves se llenaba del olor y el calor de las historias que escribían Marcial Lafuente Estefanía y otros autores de nombres más exóticos. Eran las novelas de a duro, como se llamaban por su precio, y se cambiaban por un real o una peseta (según la época) igual que se cambiaban los cromos de los futbolistas que salían en las fundas de las chocolatinas. Todos los géneros estaban a nuestro alcance. Todos. El romántico. La Ciencia Ficción. El western. Lo policíaco. El terror. Los autores tenían nombres americanos: Keith Luger, Alf Regaldie, Curtis Garland, George H. White… En realidad, sus nombres auténticos nos sonaban más cercanos: Miguel Oliveros, Alfonso Arizmendi, Juan Gallardo, Pascual Enguídamos. Pero el tiempo pasó y aquellos artesanos que tanto nos ayudaron a convertirnos en lectores fanáticos se fueron con la música a otra parte. Yo nunca los olvidé y sigo comprando todo lo suyo que encuentro: desgraciadamente poco. A santo de qué viene este relato nostálgico. Pues a santo de que el gran Silver Kane acaba de publicar La dama y el recuerdo (Planeta). No sé si lo saben, imagino que sí: ese autor de nombre yanqui es Francisco González Ledesma, uno de los más grandes escritores contemporáneos. El viejo Oeste, al estilo de los westerns crepusculares de Clint Eastwood, aparece en esta novela como ese espacio mítico que habitamos ahora como una metáfora del tiempo que ya no volverá. Algunas veces las obras maestras aparecen en la forma de aquellas antiguas novelitas de noventa páginas de las que Silver Kane y sus colegas escribían una a la semana por lo menos. Es un gozo enorme regresar a la escritura donde algunos aprendimos a leer porque William Faulkner, Franz Kafka y Robert Walser no estaban en nuestras casas ni en aquella escuela negra del franquismo que tanto sigue gustando a Rajoy y su partido. Olvídense de estos zánganos y lean sin complejos esta nada pretenciosa y entrañable maravilla que es La dama y el recuerdo. ¡Bienvenido a casa, Silver Kane!