BLABLABLÁ CON BOMBA ATÓMICA

 

Esta vez también se han quedado sin Nobel. Los dos. Desde hace años suenan sus nombres para el premio. Las quinielas fallan casi siempre. Un Nobel más, pues, que se ha quedado sin Philip Roth y Don DeLillo. Una pena para un premio que se vanagloria de promocionar rarezas. Al final nos acostumbramos a esas rarezas todos los otoños. Aunque nos baje el ánimo. Por ejemplo: premiar el año pasado a un francés como Le Clézio y no decidirse por Patrick Modiano me pareció una barbaridad. Pero en fin. El Nobel se ha quedado sin Philip Roth y sin De LiLlo. Nosotros, sin embargo, tenemos la oportunidad de disfrutar con sus últimas novedades. Cierto que se publican sus libros sin orden ni concierto. Pero bueno, sus dos últimos: El engaño (Roth) y Submundo (DeLillo). Las dos en Seix Barral, como casi todo lo suyo. Hay quien dice que la literatura se divide en dos clases: la fácil y la difícil. No sé qué es eso. La historia que se cuenta no es nada si no va acompañada de una determinada manera de contarla. Una obviedad. El goce puede venir de ambos lados. Del fondo. De la forma. Otra obviedad. A mí me pasa: muchas veces no sé muy bien qué me cuenta un libro pero no puedo dejarlo porque me he colgado irremediablemente de la manera en que quien lo escribe ha encarado el relato. La pareja que ocupa este Fahrenheit juega a las dos cosas: qué historias cuentan y, ¡joder!, cómo las cuentan. En la de Roth todo es diálogo. Apenas unas acotaciones explicativas, como en las obras de teatro. Una pareja adúltera (vaya con la palabrita) habla sin parar. Uno puede preguntarse cuándo follan. Pero da igual. Hablan sin parar y tú no puedes dejar de leer porque estás enredado en lo que dicen, en lo que intuyes sobre ellos detrás de lo que dicen. Un blablablá de Philip Roth no es un blablablá cualquiera. Claro que no. Y la de De LiLlo: un partido de béisbol. Las gradas llenas de gente. Entre esa gente está hasta Frank Sinatra y otros de la farándula. El día del partido explota una bomba atómica de los rusos. Después salen otras historias, del Vietnam, de la guerra fría, de algunos enamorados. Casi mil páginas. Y se leen bien (alguien opinará que no). Lo digo yo, que odio los libros gordos. Lectura fácil. Lectura difícil. Tonterías. Buenos libros. Libros horripilantes. Eso es la literatura. Sólo eso. Sólo.