Inma Chacón

 

Una road movie por aguas oceánicas

 

"Los últimos de Filipinas" es una película. También es una canción que vuela por el blanco y negro de una noche a la que pusieron sitio no sé cuántos meses los independentistas tagalos: Yo te diré por qué mi canción te llama sin cesar… Ahora Filipinas es también una novela escrita por Inma Chacón protagonizada por mujeres. La novela se titula Las filipinianas (Alfaguara) y es un gozo de historia y de escritura. Lo complejo se hace fácil en un texto que reúne los dos principales elementos de toda narración: los personajes y el punto de vista. Perfecta la construcción de los primeros: de las tripas afuera, como mandan los cánones. Para lograr como logra lo segundo es -en otro registro muy diferente- como si hubiera bebido en Faulkner. O mejor aún: en esa obra maestra del juego malabar con el punto de vista que es "Moby Dick". Las mujeres viven al principio bajo el paraguas de don Francisco de Asís Camp de la Cruz y Suárez de la Alameda. Nada menos. El cabeza de familia. Finales del siglo XIX. La esposa que es eso: esposa. La mujer mantenida, como tocaba a las costumbres del momento. Las hijas y la nieta. Otra mujer que ya no es tan dócil. Mujeres que poco a poco van alcanzando su propia plenitud. Los nombres que crecen en un texto que no para de crecer en sus trescientas páginas y pico: Lola, Lucía, Mariana, Munda, Inés, otra Inés, María Francisca. Novela espléndida que no elude el compromiso de la autora a la hora de implicarse ella misma en la buena escritura y a sus personajes cuando han de tomar partido por la libertad individual y colectiva en un contexto nada fácil para ninguna de las dos. Mujeres que han de cumplir casi por obligación diversas tareas y alcanzar destinos diversos , como escribía unos años antes (no muchos) una mujer que tiene algunas semejanzas con las protagonistas de esta novela: Elizabeth Barret Browning en "Los sonetos de la dama portuguesa". El tratamiento del tiempo, otra de las reglas inexcusables para construir un buen relato, no admite fisuras en la novela de Inma Chacón: como en una clásica road movie por aguas oceánicas atraviesa continentes y ciudades y se erigirá finalmente en el punto donde los personajes se reconocen distintos a como eran al comienzo de la historia. O sea, que ya saben: pongan Las filipinianas en la fila de lecturas previstas entre los telediarios de Rajoy (parecen suyos de tanto como sale en todos ellos) y Buenafuente. No se arrepentirán. Ya verán como no. Ya lo verán.