Ismael Serrano
 

 

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Página Oficial de Alfons Cervera

 

Palacio de Congresos. Valencia

ISMAEL SERRANO: LA NOCHE DE LA CELEBRACIÓN

 

Pero conoceremos otras primaveras, cruzarán el cielo otros nombres .

Leopoldo María Panero : “Unas palabras para Peter Pan”

 

 

 

UNO: ambiente. Ni un alma más cabía en las butacas. Cientos de almas haciéndose fotos contra las cristaleras del Palacio de Congresos, miles de fotos con los teléfonos móviles o con las digitales disparando sin parar los flashes de la celebración. Porque allí se celebraba algo. Y no era sólo el concierto de Ismael Serrano. Eso vendría luego, a partir de las diez menos cuarto de la noche. Ahora lo que había, primero en el hall y luego en este lado del escenario, era un mapamundi de encuentros, de carreras unos hacia otros, de goteo incesante de brazos agitados en el aire, como si los brazos fueran banderas, como si las banderas hubieran resucitado después de tantos años de silencio en los conciertos. Llegaban familias al completo: padres, hijos, nietos. Llegaban chicos y chicas de veinte años. Bastantes que rondaban el antes y después de los cuarenta. Otro mapamundi de edades mestizas, de ropas y de estilos: la hostia de mapamundis. Eso. Ni un alma, finalmente, cabía en la sala. A las diez menos cuarto salió el cantante al escenario y se metió a la gente en la boca para regurgitarla luego con las palabras más entrañables del mundo. Familiares y amigos, nos llamaba. Y desde el suelo se le respondía que lo mismo. La ceremonia empezaba con buen pie.

DOS: las canciones. El tiempo. La memoria. El miedo. La fragilidad. Cuenta Ismael Serrano historias que juntan, con una madurez impresionante, la gravedad del compromiso y esa inocencia adolescente que no le abandona nunca, que él tampoco abandona para escribir ese compromiso y lanzarlo como un boomerang a quien escucha sus discos o acude a sus conciertos. Circulan por su mundo los recuerdos de otros y los que él mismo va añadiendo a una edad en que -y eso es una suerte- todavía es demasiado pronto para caer en la nostalgia. Porque sabe el cantante que la nostalgia no tiene que ver con la duración sino con la vuelta atrás, no con el tiempo sino con su metáfora más triste y peligrosa, no con el futuro sino con el alcanfor desganado de un pasado tripudo y vergonzosamente pagado de sí mismo. En Naves ardiendo más allá de Orión , ese disco hermoso que pasea en esta gira, el tiempo se incrusta en la conciencia, como una piedra cuyos golpes convierten en inútil la inmovilidad. De ahí, también, la inutilidad del miedo, la necesaria vocación de no sentirlo o de sentirlo lo justo: pero que no nos paralice. Para eso, también, escribe canciones Ismael Serrano. Para que no le metan en la cabeza el virus del miedo quienes se encargan de esas cosas. Y para que nadie, tampoco, le joda la memoria y se la truquen en nostalgia. Y otro miedo: al extrañamiento, a los regresos, porque sabe el músico que uno es extranjero allá donde se va y que lo mismo de extranjero se descubrirá en el sitio de retorno: ya sólo me queda la vacía pena del viajero que regresa . Pero así y todo, las canciones de Ismael Serrano no aturden el ánimo sino que le imponen un ritmo acelerado, no vale detenerse en la contemplación gozosa o desgraciada: sólo cuenta el movimiento, la mirada a ras de suelo y no la que se recrea en las alturas, la seguridad de que ningún tiempo pasado fue mejor sino -casi siempre- todo lo contrario. Y es ahí donde se rompen aposta las rimas del poeta, donde aflora la sequedad de su palabra, donde el discurso moral (¿por qué no, eh, por qué no?) de su joven talento nos lleva a considerar que nada es como era antes, ni puñetera falta hace: sólo el descontento nos hará sabios, quizá más justos, seguro que menos embrutecidos por esta mierda de inhumanidad que nos rodea. También hallamos eso en sus palabras entre canción y canción. A lo mejor también hallamos eso.

FINAL: celebración. Nunca vi antes nada igual. Tanta fidelidad. Tanta cercanía entre público y artista. Aplausos, gritos, casi una histeria colectiva. ¡Joder: la gente se abrazaba, se besaba, agarraba la cabeza del vecino y la estrujaba, temblaba como si estuviera en los llanos de la Antártida ! Nunca vi nada igual, tanta dicha junta, tanta palabra compartida como esa noche en el Palacio de Congresos. Nunca.

ALFONS CERVERA

2005

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