Javier Krahe

 

Sala Loco Mateo. Valencia

JAVIER KRAHE: ELOGIO DEL AUTOR Y SU PÚBLICO

 

PRIMER ACTO .- Una imagen impagable, no sé si irrepetible, seguro que única y exclusiva para esta cartelera: Javier Krahe va a dar una conferencia en el Aula Magna de la Universitat de València. Una conferencia no, aclara el cantante. Se trata de un coloquio que han montado en la Universitat con motivo del ciclo “20 años de Radio Klara”. El motivo: con Krahe cualquiera sirve. En esta ocasión era la aparición de un libro que recoge todas las letras de sus canciones grabadas en disco. Se titula “Canciones” y lo edita gente joven: Los 400 golpes. El acto universitario de Krahe compite con la semifinal europea Barça-Madrid (sí, el de Zidane y Zaplana). Por cierto, ¿Le Pen también le hará el harakiri a Zidane?: porque creo que ese futbolista viene de la inmigración pobre, ¿no?: bueno, pero ahora es rico y no creo que la xenofobia lepenista se refiera a los inmigrantes ricos. No sé. A pesar del acto rival había un casi lleno en el Aula Magna. El profesor Krahe se desenvolvió bien: salieron allí sus canciones, su compromiso frente a las barrabasadas del sistema, aquella obra maestra que fue y es “Cuervo ingenuo” y que ha hecho que desde aquel año otanístico del 86 haya una especie de consigna no oficial (¿o sí?) en el PSOE para que la militancia no asista a sus conciertos: Felipe González se merecía esa canción y mucho más (¡qué tipo tan traidor, hostia, qué tipo tan traidor!) A los dos días de su confirmación académica, el autor de “Nos ocupamos del mar” hacía un bolo en una sala de Valencia que se llama Loco Mateo. Ahí nos fuimos.

SEGUNDO ACTO .- Decía Vázquez Montalbán en su primer volumen de “Cancionero general” que toda obra de arte tiene dos sujetos creadores: el autor y el degustador. La otra noche, en Loco Mateo, ese binomio funcionó a la perfección. Estaba la sala que no cabía un alma desde bastante antes de empezar el concierto. Muchas veces esos conciertos se inician con “Antípodas”, una canción de su último disco hasta la fecha: “Dolor de garganta”.

La noche que les cuento también empezó así. Luego vino la serie de relatos antiguos mezclados con algunos nuevos, de los que ya va cantando por los escenarios y formarán parte de su nuevo trabajo, “Cábalas y cicatrices”, un trabajo que está al salir en el sello “18 chulos”: en no más de quince días ya estará en las tiendas. Algunas de esas canciones no editadas, como “Zozobras completas” y “Orfidal”, ya dan muestra de ese talento para la ironía que tiene Javier Krahe más que ningún otro de sus colegas. Esa ironía se nota también en la representación que el cantante cumple sobre el escenario: hay ahí un cómico extraordinario, en el sentido más noble de esa condición. Y ella, a esa condición, ayudan y mucho dos monstruos que se llaman Fernando Anguita y Javier López de Guereña: tocan la guitarra y el contrabajo como Dios (bueno, no sé cómo tocaría Dios esos instrumentos, pero si es verdad lo que dicen de él, supongo que los tocaría como Dios) y añaden risas, buen rollo, una complicidad que a la gente le puede parecer ensayada pero que sale así, de los veinte años que llevan juntos inventándose un mundo particular que poco tiene que ver con el que se sube a los altillos del mercado cateto y triunfalista que nos invade. Las canciones nuevas se pegaban a las de siempre y el público se pegaba a las dos tandas como si todo le sonara a conocido: es esa relación que contaba Vázquez Montalbán, los dos creadores a la vez cumpliendo el rito del acercamiento: el artista y su público. Y ese acercamiento, yo que he visto muchos conciertos de Javier Krahe, puedo jurar que es la vez en que de una manera más entusiasta se produjo. Hacía calor pero el auténtico calor era el que supuraba esa cercanía. La gente aguantaba de pie porque era imposible no aguantar como fuera aquella ceremonia inigualable.

Alguien le dijo en el descanso si él, Krahe, era un misógino. Antes, en la universidad, cuando ejerció de conferenciante a lo largo de dos horas, otro alguien le preguntó si era un nihilista. Los adjetivos, que tanto hincharon los renglones maestros del barroco, no sirven para este tipo que se adelgaza en sus canciones porque sus canciones se lo comen entero: simplemente Krahe escribe historias en las que el mundo se exprime como un calcetín recién lavado, como ese pijama que “la perversa Leonor” destroza enloquecida por las telas en vez de por las pieles del sexo y similares clónicos cuando llegan las noches amorosas.

DESPEDIDA .- No sé cuándo regresará Javier Krahe a Valencia. Ojalá fuera pronto. Su público, coautor con él de sus obras maestras, se lo deja todo (y perdonen ustedes el ripio fácil del bolero) si él le dice voy. Pues eso.

 

2002