AZAR Y TRAGEDIA O EL SABOR AMARGO DE LA MIERDA

 

Vi la intolerable negrura de la noche.
W. Hope Hodgson

 

El tiempo te impone lo que la vida va teniendo implacablemente de costumbre. Sucede con los sitios, con la gente, con tus aficiones favoritas: todo cambia. Antes me gustaba mucho la televisión. Veía hasta los telediarios, aunque pacientemente me tocara limpiar después la sangre que llenaba los platos de la cena. Luego, ya no. La televisión no existe para mí. Ninguna televisión. A veces aún la enchufo y he de apagarla enseguida porque tengo la cara llena de salpicaduras de mierda. Otras veces los hábitos cambian porque el tiempo se va llenando con demasiadas ocupaciones. La velocidad es el hábito por excelencia. Tendría que haber un carné por puntos que aliviara esos excesos de vida acelerada. Seguramente, si existiera ese carné, yo cumpliría sus normas, tendría más tiempo para mí y volvería a ir al cine como antes. Ahora no voy tanto como quisiera. El colega Lloréns hace broma con eso: Alfons ve las pelis en vídeo, dice. El jodido tiempo. Las dos películas que me gustaron de hace nada son “La bicicleta”, de mi amigo Sigfrid Monleón, y otra que vi hace unos días. Hablaba en el pueblo con mi primo Miguel, llegó David Catarro y dijo que esa noche estrenaban la película de Carmelo. Ni puta idea tenía él del título. ¿Vamos? Y nos fuimos. Pensado y hecho. Como turistas de secano allá que nos fuimos los tres a Valencia. Carmelo es Carmelo Gómez y es como si fuera de Gestalgar. Se le quiere en mi pueblo como si hubiera nacido entre los nuestros. Y querido Lloréns, ¡nos fuimos al cine!: a ver “La noche de los girasoles”. Yo conocía esa película desde hacía cuatro o cinco años. Un día, en su casa de Madrid, el mismo Carmelo me contó una historia que le habían ofrecido. Era escandalosamente buena. Al poco tiempo leímos juntos su tratamiento cinematográfico, que se titulaba “Angosto”. “Está muy bien, pero tú me contaste mejor esa historia”, le dije. Después el proyecto quedó aparcado. Y al cabo del tiempo, me dice que la película se va a rodar, con bastantes cambios respecto del original. Y se rodó. Y la vi la otra noche con mis amigos del pueblo. Y es una película excelente. En su más que sólido guión se habla de la violencia, de esa violencia que no admite orígenes, ni clases, ni culturas, de la despoblación de las zonas rurales, de las simas donde se precipitan oportunismos turísticos y el alma de quienes osan hollar sus dominios en el fondo del abismo. De eso y más cosas va esta primera película de Jorge Sánchez-Cabezudo. Pero sobre todo, “La noche de los girasoles” es una película sobre el azar, sobre ese hilo invisible que de pronto convierte la vida de unos personajes (porque los hay, y de una envergadura poco habitual en nuestro cine) en una auténtica tragedia con hechuras de clásica. De ahí que nadie sea lo que parece. Nadie. Cada minuto de las vidas que aparecen en la pantalla será diferente, y hasta enemigo, del minuto anterior. La mierda alcanza a todas esas vidas, como a mí las pocas veces que intento abrir el televisor para ver qué pasa dentro. La narración se estructura en varios capítulos, unos se explican a los demás y así sucesivamente hasta el final, un final que no es tan sorprendente como algunos dicen pero a mí qué. Se demora un poco el ritmo en el último tramo porque hay demasiadas cosas que explicar sobre algunos personajes. Pero funciona todo con absoluta coherencia. Los protagonistas funcionan. La ambientación funciona. La historia funciona como funcionaba cuando me la contó Carmelo la primera vez. Sólo una pega en esta película absolutamente recomendable: la Guardia Civil queda de puta madre al final. Es lo único que moralmente se salva. No individualmente (los guardias que salen son tan canallas como cualquiera de los otros personajes). Pero sí como colectivo. El honor del Cuerpo queda libre de la iniquidad. ¡Joder con el honor del Cuerpo! Pero es sólo una peguilla de nada. Acudan a ver esta película. A estas alturas, mi amigo David Catarro ya se olvidó del título, eso seguro. No lo olviden ustedes: “La noche de los girasoles”. Decencia narrativa, honestidad, cosa sincera en la pantalla. El sol se esconde, gira la planta y las hojas se cierran sobre la superficie amarilla. Todo es noche. Fin. No se la pierdan.