PROFILAXIS PARA UNA CULTURA EN LIBERTAD
Hay sitios que no son los tuyos pero como si lo fueran. Al fin y al cabo, los patriotas de cualquier patria no saben -o no quieren saber- lo más importante: que la mejor patria es aquel paisaje que te acoge con los brazos abiertos. Y que tus paisanos mejores serán siempre aquellos que en esos sitios te hacen un hueco para que te sientas como en casa. A mí me pasó hace muchos años con Buñol. Llegué allí de maestro primerizo y aunque haya pasado tanto tiempo es como si no me hubiera ido nunca. Sentía que el aire no era allí igual que en otras partes. Era un aire laico, republicano, cuando la laicidad y el republicanismo eran una extrañeza en un país devastado por la iniquidad del franquismo. Bueno, la verdad es que ahora mismo la laicidad y el republicanismo siguen siendo una extrañeza en un país paradójicamente atado de pies y manos a la monarquía y a la iglesia. Yo era muy joven y recuerdo eso y también los entrenamientos futboleros con un mago como Ximo Masmano creo que los jueves, cuando acababa la escuela. Y la música de los Feos y los Litros. Y cómo me calaba hondo una familia como la de Salva Lacruz y Paquita Zorita que sigue siendo mi familia. Y los bailes de invierno en un local frente a la iglesia. Y hasta eso del amor llegó a enredarse aquellos días entre las canciones de entonces. Y regresar mucho después un verano para decir un puñado de palabras emocionadas en el Mano a Mano entre las dos bandas de música. Todo eso forma parte del pasado. Pero no lo traigo aquí rendido inútilmente a la nostalgia sino para “hurgar a tientas en la dicha futura”, como escribía Maiakovski cuando se alejaba de sus casi inevitables gritos de desesperanza.
La dicha ha de existir en alguna parte. En Buñol encontré siempre las raíces de donde salían lenguajes nuevos, no bastardeados por los dueños del lenguaje y de todo. Y las sigo encontrando, como entonces, como ahora, como seguramente mañana o cuando sea. En los años noventa un grupo de gente abrió La Navetta en una vieja fábrica abandonada y por allí desfilaron montones de vida que tenían que ver con el descontento. De allí salió buena parte de la experiencia “Hoya limpia”, el colectivo que se dejó la piel, con otros colegas contestatarios, para evitar el infame paso de camiones por Macastre y Buñol al vertedero de Dos Aguas. Y más experiencias dejó en sus cinco años de existencia aquella iniciativa cultural que no se creía, que no se cree, que la cultura sea eso que el poder envuelve en papel de celofán para cambiar el sentido de las palabras. Hace sólo unos meses, bastante de aquella gente abrió una nueva extrañeza: la Sala Kooperativa. Otra vez lo raro en este planeta anegado por la mierda de la desgana. Ahí están, ellos y ellas, la gente de un pueblo y una comarca que me cae tan cerca, montando su manera de estar en la vida o donde haga falta. El local se ubica donde en los años treinta del pasado siglo estaba la Cooperativa Comunista Titanic, una cooperativa creada por trabajadores represaliados, pobladores de las listas negras de los patronos, y dedicada a la construcción de obras civiles. Han abierto varias líneas de actividad: la edición literaria (allí anduve presentando los poemas de Delmundo Milá), la cinematográfica (el otro día presentaron la excelente “Los ojos de Ariana”, allí estuve y de esa jornada sabia y entrañable con Jesús Sorní sale esta crónica), los talleres infantiles (aparte de otros, ya están pensando en el que consideran imprescindible para 2009: la Escuela Laica de Verano), la artística (Imágenes y Palabra, así la definen para ofrecer exposiciones y conferencias y debates), recuperación de espacios naturales (empezaron el pasado julio adecentando los parajes de La Jarra) y hasta metidos en las nuevas tecnologías no descuidan la creación de la web y tele bunyol. Y todo ese calendario es autogestionado. El dinero suyo es el que cuenta: “no solicitamos subvención municipal por pura profilaxis”, dicen en una declaración de intenciones que asegura voluntades de hierro ante cualquier crisis. Mucha marcha la de esta gente, la de un pueblo y su comarca, con quienes me juntan los años jóvenes y aquel aire laico y republicano de cuando fui a parar allí casi sin saber a qué y aún menos lo que felizmente iba a encontrarme en esos años y para siempre.