CUANDO REGRESAR ES ÚTIL Y POSIBLE
Siempre se ha dicho que son imposibles los regresos. Que uno se va sin mirar atrás y ya no hay billete de vuelta. Pero a veces el regreso se produce casi sin darte cuenta. Estás en un sitio y de repente estás en otro donde anduviste muchos años atrás, cuando eras apenas un adolescente. Es como en esas películas que empiezan con una voz en off contando el principio de la historia. Al final esa misma voz dará cuenta de lo que ha sido de los personajes cuando crecieron y se pusieron a vivir fuera ya de la ficción. Hay muchas de esas películas con voz en off. Yo recuerdo especialmente Verano del 42, de Robert Mulligan, donde sale una de las actrices más bellas que ha dado el cine: Jennifer O'Neill. No voy a contar esa película fantástica porque ya conté "Bonnie and Clyde" la semana pasada: pero me quedo con las ganas. A lo mejor otro día. Ahora decía que alguna vez estás en un sitio y de repente estás en otro donde anduviste muchos años atrás, cuando eras apenas un adolescente. Yo tenía entonces la edad del protagonista de "Verano del 42". Y me he visto, como una sombra que pasa fugazmente entre otras sombras, en una película que cuenta una historia ejemplar. Una sombra. Como todos los recuerdos.
La película empezó antes de que yo naciera. Ser más sombra, pues, imposible. En 1946 un grupo de amigos jugaron en Llíria su primer partido serio de básquet (entonces se llamaba baloncesto). Lo perdieron. Pero la derrota no los convirtió en unas piltrafas de tíos sino que les dio coraje. El que los empujaba era José María Jordán Albiach. Ordenaba en aquellas fechas los muebles del Frente de Juventudes local y para este hombre irrepetible el mueble principal era el baloncesto. Y al año siguiente, en su primer partido oficial, se cargaron esos mismos amigos al Centuria Darío de Valcárcel por un inimaginable 74 a 3. Yo nunca vi jugar a aquel equipo. Llegué a Llíria muchos años después. Había como una especie de división de clases: la gente bien jugaba al básquet, la menos bien le pegábamos patadas a un jodido balón en el campo del Pedregoso (ya saben ustedes de dónde le venía el nombrecito). Pero esas clases se juntaban en un espectáculo común: los partidos de baloncesto, primero en la cancha de tierra de la Cultural y después en el asfalto cuarteado de la Piscina. Allí se disputaron los mejores partidos de la historia, los de más garra. Cierto que el equipo logró alcanzar la máxima categoría del básquet español hace unos años. Y que ahora se curra el retorno a los grandes con un equipo y una escuela de categoría. Pero cómo olvidar aquellos viejos partidos, las visitas de los americanos de la VI Flota, sus novedosos balones sin costuras, su elegancia extranjera mientras nuestro país era un exabrupto moral aunque no nos diéramos cuenta los más jóvenes. Por allí pasaron mis ídolos insustituibles: Melín, Pascual, Palacios, tantos otros que forman parte ya de una memoria insobornable. Nombrarles a todos es imposible. Algunos han muerto. Otros siguen en el tajo de la vida y se les llenan los ojos de agua cuando recuerdan aquel tiempo.
Los volví a ver, a ellos y a los que les siguieron luego, hace tres años, cuando preparaba un reportaje sobre el básquet en Llíria para el periódico Levante-EMV. Allí me encontré con mi tiempo de entonces, cuando yo era como ese adolescente que se enamora de Jennifer O'Neill en "Verano del 42". El tiempo dura lo que dura y a veces dura mucho. Como ahora mismo, cuando en la pantalla del televisor salen las imágenes del dvd, realizado por el periodista Julio Tárrega, que me ha pasado el amigo Vicent Faubel con toda la historia del básquet lliriano metida en sus tripas. Más de sesenta años de básquet en ese pueblo donde viví los mejores años de mi vida. Regresar es posible algunas veces. Esta crónica de verano es una prueba elocuente. Sin nostalgia. Pisando bien el suelo de la crisis. Aquellos tiempos del viejo baloncesto en Llíria son como una película que empieza con la voz en off de uno de sus protagonistas secundarios, casi invisible, yo mismo, una sombra que pasa fugazmente entre otras sombras. Y se pone a contar hasta ese final en que todos los personajes se han salido ya de la película para formar parte de la vida.