POR LAS TIERRAS DEL TARN. EL REGRESO.

Cuando vine a Gaillac por primera vez, la tierra de los campos era roja. Ahora el verde domina con las cepas del vino próximo en lo alto de la tarde. Denominación de origen distribuida en los numerosos chateau y domaine que toman al asalto los bancales inacabables del departamento del Tarn. La capital es Albi. Allí estuve una vez, en la Universidad, invitado por el profesor Bruno Vargas, uno de los tipos que más profundiza en la memoria nuestra que conozco. Todos los veranos vienen él y Asun a Santa Pola y nos encontramos a medio camino, en Casa Cantó, ese buenísimo restaurante que el amigo Ximo tiene en Benissa desde hace la tira de años. Siempre que puedo regreso a Gaillac desde que estuve aquí hace tiempo, con la versión francesa de mi novela Maquis.
La ciudad ya ha estrenado plaza nueva, después de muchos meses en obras permanentes. La Place de la Liberation, con sus fuentes, sus estatuas, las luces que alumbran las sombras de la noche. En todas direcciones arranca un paisaje urbano irrepetible. Mansiones de ladrillo cara vista. Todo rojo. Algunas fachadas desvaídas por el paso del tiempo. El comercio era próspero hace siglos. El vino, ya entonces. La coque, que sacaban de esa planta azul con la que los artistas pintaban sus cuadros y las casas lucían graciosamente en las paredes. En la Serranía desencalas el arredor de las puertas y ventanas y sale también esa tonalidad que hacía ricos a los habitantes de Gaillac hace ya ni se sabe cuánto tiempo. Azulete, llamamos nosotros a ese colorido que en los pueblos del Tarn ha asumido el rojo de una tierra que a veces fue el de la sangre en las guerras de Religión, unas guerras que tuvieron aquí el vuelo afilado de las hachas como protagonista decisivo a las puertas de la Abbaye de Saint Michel. Viene del siglo VII esa arquitectura impresionante volcada sobre el río. Allí, por sus naves y patios interiores que se abren al Museo del Vino, anduve el pasado octubre con los colegas escritores que participaban en el Salon du Livre. La cultura es importante para la gente que está al frente del ayuntamiento. Y también, si me ajusto a la experiencia personal, para una población que acude masivamente a cada una de sus convocatorias. El Salon du Livre, el Festival del Cine Europeo, el Automnez-vous de teatro, una amplia red de Museos coordinada por Bertrand de Viviè. Todo tiene lugar en esta ciudad de unos quince mil habitantes que parece no dormir nunca cuando se habla de cultura.
En ese paisaje envidiable juega un papel importante la Asociación del Hermanamiento que junta Gaillac con Caspe y el pueblo italiano de Santa Maria A Vico, cerca de Nápoles. Mucho de lo que les cuento esta semana me lo cuenta Olga Périssé bajo la atenta, incombustible y guapa presencia de Carmen, su madre, que lleva como si nada sus noventa años y muchos de exilio desde su Alcañiz de la infancia. La memoria de Carmen es prodigiosa. No escribas nada de lo que te digo. No lo escribo. A lo mejor un día sí que lo escribiré, le digo. No podemos dejar que el testimonio de la dignidad republicana nos pase de largo. El ayuntamiento que preside Michelle Rieux y cuenta con el entusiasmo de su responsable de Cultura, Alain Dutot, colabora activamente con el colectivo del hermanamiento, uno de los motores de las muestras culturales que llenan el calendario de la ciudad. Al otro lado del puente está el campo de concentración de Brens. Mujeres que vivieron aquí sus días anteriores a Auschwitz.  Cuando habla del campo, se le nublan los ojos a Olga, una de las activistas más incansables que he conocido en mi vida. En Gaillac nadie hablaba de la existencia del campo. Sólo empezó a circular tibiamente su historia en los años ochenta. Siempre lo mismo en todas partes. El olvido. La desmemoria. El miedo. Si olvidamos el daño es como si no hubiera existido. La despedida fue en la casa de mis amigos Adis Soriano y Gérard Teulière, donde la niña Emilie lee novelas de aventuras y tebeos de Tintin. Volver a casa. El verano francés a medias contado entre la realidad y la ficción. Ya es septiembre, como en el cine y las canciones. Aquí seguimos, mientras el verano aguante. Y ustedes. Sobre todo ustedes. Sobre todo.