DEJEN EL SOMBRERO QUIETO HASTA EL FINAL

 Lo importante no es la validez de la deducción sino la calidad de la observación. La cosa se refiere a los relatos de misterio. Y la apuntó Edgar Allan Poe en los primeros renglones de Los crímenes de la calle Morgue. El detective no es tonto. Se fija en lo que los demás no reparan porque andan enfrascados en la búsqueda de los detalles más raros, más inexplicables. La carta robada estaba a la vista de todo el mundo.  Eso lo sabe el buen investigador y para no errar mira con atención lo que le rodea, como un buen jugador de naipes no le quita ojo a los movimientos del contrario, a su manera de echar la carta sobre la mesa, al chiste que cuenta para limpiar de tensiones la jugada anterior y la que se avecina. También eso lo dice Poe, quien extendió partida de nacimiento a la novela de misterio en su más ancha y larga complejidad. Después habría muchas otras novelas, muchos más escritores que le perdieron la vergüenza al género policial y se curtieron en el oficio de contar historias que algunos críticos y estudiosos de la literatura consideraban escoria.
Qué saben ellos, los muy burros. Ignoran que el género negro no se limita a los laberintos del suspense, que abarca mucho más allá, que a veces ni siquiera tiene la forma de un cadáver sino la de una sordidez que llena de sombras las luminarias del lujo. No hace mucho releía lo que les digo en una brevísima obra maestra: Luces de Hollywood, de Horace McCoy: “No quería salir a la calle y ver lo que el sol iba a mostrarme, una ciudad barata llena de tiendas baratas y de gentes baratas… no era mi Hollywood, no era el Hollywood sobre el cual se lee”. Y ya que hablamos de Hollywood, la misma suspicacia se daba cuando alguien intentaba trasladar esas historias al cine. Lo cuenta Raymond Chandler: “Cuando fui a trabajar a Hollywood, un productor sumamente inteligente me dijo que no era posible hacer una película de éxito a partir de un relato de misterio, porque el nudo de la cuestión era una revelación que ocupaba la pantalla sólo unos segundos, mientras el público buscaba el sombrero para irse. Estaba equivocado, pero sólo porque se refería a los malos relatos de misterio”. Los malos relatos de misterio. Claro que los hay. Pero también buenos. Y buenísimos. Todos esos relatos están en la librería Negra y Criminal, que Paco Camarasa y Montse Clavé abrieron hace años en la Barceloneta.
No es muy grande y está en la calle de la Sal. El barrio marítimo. Cafés, bares de comidas, terrazas que dan al mar en un resol de julio. Aquí se abre una puerta a la historia del género negro. Lo saben todo sobre ese género Paco y Montse. Allí se juntaron los dos, en ese dédalo de calles, casas y gente que dibujan un paisaje irrepetible. Los libros policiales, los iconos gráficos del cine y la literatura, la pasión que se respira cuando las conversaciones se cruzan con las estanterías llenas de vida. Para los imbéciles que aún piensan que la escritura policial es una escritura de segunda fila, sólo hay un remedio: que se pasen por esa librería, que recorran con la mirada curiosa los lomos de los libros, que descubran los nombres de quienes han escrito obras maestras de la literatura sin renunciar a las esencias de un género que no repudian -antes bien, lo cultivan ellos mismos- genios como Hemingway o William Faulkner. Y otra cosa aún mejor: si a ustedes se les ocurren todas las rarezas del mundo a la hora de buscar un título imposible, no lo duden: aquí está o se lo encuentran donde sea. Yo mismo soy testigo: salí a la brisa marina con Estado de sitio, de Jean-François Vilar, uno de mis autores favoritos, y El puerto de las brumas, de Simenon, en una edición de 1949. Un día conocí en esta casa a Francisco González Ledesma, que a ratos también se llamaba Silver Kane: qué gozo. Y la otra mañana, poco antes de los mejillones y el vermut, me encontré de nuevo con Raúl Argemí, un grande de la escritura policial que es como uno más de la familia. Ustedes mismos serán también, a partir de ahora, parte de esta historia que hoy les cuento. No dejen de visitar Negra y Criminal si van a Barcelona. Les aseguro que vale la pena. Y tanto que vale la pena. Y tanto.