EL LENGUAJE SUBVERSIVO DE LOS HUEVOS
Hace muchos años había hambre en España. Eran los tiempos de la posguerra. Ahora no es la posguerra y también hay hambre: en muchas casas ya no hay nada en la nevera y ni falta que hace esa nevera porque no hay nada que guardar en sus estantes. Es la crisis. Las palabras acuñan el tiempo, las emociones, todo. La crisis. Ya está todo dicho. O sea: los ricos cada vez más ricos y los demás (la mayoría) más pobres que las ratas. No son sólo Rajoy y sus mariachis. Es el capitalismo. Otra vez las palabras mágicas, algunas casi clandestinas en el vocabulario de la política y las aulas contemporáneas. El capitalismo. La democracia de la desigualdad, de las falsas libertades. Como escribía mi querido Paco Fernández Buey en un texto dedicado a Marx, la libertad enchironada por el culto a los mercados no es sólo la económica sino todas las libertades, todas. Pero bueno, yo de lo que quería hablar esta semana es de los huevos, quiero decir: de los huevos en la época de Franco y de los huevos en la época de Rajoy y su partido falangista. Cuando yo era crío y llegaba Pascua le llevábamos al maestro una cestita con huevos. Era la costumbre. En el pueblo había gallinas y el dicho era claro: pasas más hambre que un maestro de escuela. Así que eso: los huevos de aquel tiempo aliviaban el hambre de esa gente que enseñar lo que se dice enseñar enseñaba poco (hablo en general, claro), pero que no toda ella era de las que pegaba hostias a destajo y algunos de aquellos maestros nos dejarían una profunda y hermosa huella en la memoria.
Han pasado muchos años, estamos en la época del capitalismo más cerril y los huevos han cambiado de destinatarios. O sea: los políticos del choriceo ya no pueden salir a la calle porque de un tiempo a esta parte en la calle no llueve lluvia natural sino huevos. Como aquello de las plagas de langostas bíblicas pero en huevos. El otro día, en la Universitat Jaume I, al presidente Fabra le cayó encima una lluvia de claras y yemas y enseguida se desató una tormenta en las Cortes Valencianas. Protagonistas principales de esa tormenta -aparte de los huevos- fueron Rafael Maluenda, del PP, y Marina Albiol, de EUPV. Lo que le decía el portavoz de derechas a la diputada de izquierdas es que la presencia de Albiol en la recepción nada amable dispensada al molt honorable era una vergüenza para el Parlamento. Y también que parecía una antisistema más que una diputada elegida democráticamente. Y no sé cuántas barbaridades más. Ignora ese fulano que la vergüenza del Parlamento Valenciano no es que en sus gradas se siente la diputada Marina Albiol (quien por cierto no tuvo nada que ver en los lanzamientos) sino que se sienten en esas mismas gradas once diputados del PP imputados en varios delitos de corrupción política y económica. Esos once individuos y los compinches que como Maluenda les amparan sí que son una vergüenza para las Cortes y no una diputada que está convencida de que la calle y las bancadas parlamentarias no han de ser enemigas sino colegas necesarias. Es lo que pienso: un Parlamento que se desmarca de la calle es un Parlamento enfermo y nada democrático. Pero claro, para los del PP la democracia es una enfermedad que han de sufrir, como el sarampión de los críos y la gripe. Y su única vacuna es, como demuestran a cada paso, la despótica manera de ejercer el poder allá donde gobiernan.
Cállate niña, como decía aquella vieja cancioncilla de los Pic-Nic. Eso le gritaba a su manera reaccionaria el tal Maluenda a Marina Albiol el otro día porque el presidente de la Generalitat había sido recibido con protestas y con unos cuantos huevos en un acto público. El paso siguiente fue el de costumbre: la alusión en los medios y en algunas voces preñadas de “institucionalidad” a la "violencia callejera". Otra vez los violentos -según esas versiones- son quienes están hasta el gorro de tanta humillación, quienes están sufriendo unas medidas que nos regresan vergonzosamente a los tiempos del hambre, aquel tiempo en que los huevos se los llevábamos al maestro para que aliviara el gluglú de sus tripas vacías y ahora se han convertido en la imagen simbólica de la conciencia crítica frente a las barrabasadas del poder. ¡Manda huevos!, que diría el facha del Opus y del Yak 42.