LA VIDA SECRETA DE LOS MONTES

El título de esta sección es largo y sin embargo se queda corto. A El largo y cálido verano habría que añadirle: y quemado. El fuego no se acobarda sino todo lo contrario: arrasa lo que toca, cubre de llagas la superficie tranquila de los montes. Y eso casi siempre sucede en los veranos. Unas veces se abrasan unos montes y unos pueblos y otras veces la desgracia cae como un fardo insoportable y acaba con otros sitios diferentes. Al final, lo que queda es un paisaje fantasma, lleno de sombras muertas, de esqueletos arbóreos que sólo se visten a los ojos de todos con el color de la ceniza. También se quedan entre las ruinas los huesos hechos polvo de muchos animales, un bestiario infeliz que no conoce hasta dónde pueden llegar algunos canallas cuando le pegan fuego a las entrañas de la tierra. Porque las llamas no sacuden sólo lo que vemos: es peor. El fuego acaba con el alma de las montañas, se ensaña con lo que no se ve, liquida con un énfasis de ópera inaudita la vida secreta que discurre por los subterráneos del mundo. En el verano de 1990 yo estaba en París. Un día abro el periódico y en primera página estaba la noticia: la ciudad de Valencia aparecía cubierta por una nube de ceniza, la ceniza que se aireaba desde los montes de mi pueblo. En Gestalgar aún dura aquel incendio. Los bosques que subían a Marjana siguen descalabrados, medio desnudos. Y han pasado veintidós años desde entonces. Este verano yo también andaba por Francia y la noticia regresaba casi en los mismos términos: varias comarcas valencianas ardían sin contemplaciones, la desnudez color ceniza pintaba otra vez los montes de muchos sitios, entre ellos de nuevo la Serranía, y la Hoya de Buñol, y la Ribera, y no sé cuántos lugares más veían cómo la naturaleza que les concede gratis el aire para respirar se llenaba de fuego, de humo y de vergüenza. Sí, también de vergüenza. También.
Hablaba antes de los canallas que le pegan fuego al monte. Pero no son sólo esos canallas los responsables. Hay otros responsables de mayor envergadura. Con nombres y apellidos. Esos nombres y apellidos son fáciles de encontrar. Y de escribir. Se trata de esos tipos que amparados en el poder político dedican el dinero de todos a fanfarrias electoralistas, a hinchar los bolsillos de sus amigos, familiares y de ellos mismos, a despilfarrar el bien común para satisfacer sus caprichos. El monte se quema porque el dinero que habría de estar destinado a la prevención de incendios se gasta en otras cosas que tienen poco o nada que ver con los intereses de la gente. Lo decimos siempre: el fuego se apaga en los inviernos. Pero para eso hace falta que la política choriza -como viene siendo choriza la habitual política del PP valenciano en sus instituciones de gobierno- deje de ser lo que es y se dedique de una puñetera vez a solventar las dificultades que la gente está teniendo para sobrevivir. Y luego llegan ellos, los depredadores de la dignidad de los montes, y se plantan en el pecho las medallas de su desvergüenza. A eso me refería antes: a la vergüenza de tener que soportar que un tipo como Serafín Castellano siga trillando los caminos de la política, que se presente en los pueblos desolados y se ponga a soltar, sin que se le arrugue un solo punto del rostro, mentiras a destajo. Ese individuo es el responsable político primero de la devastación. Y el gobierno al que pertenece le acompaña en esa responsabilidad por su nefasta política de incansable despilfarro que lo ha llevado a tener que pedir el rescate a las arcas públicas del Estado.
Hoy viernes, 27 de julio, habrá una manifestación que saldrá de las Torres de Serranos a las siete de la tarde. Para denunciar, para exigir responsabilidades, para gritar que los montes no pueden ser tratados por nuestros gobernantes como una mierda. Ahí habríamos de estar. Confío en que sí, en que ahí estaremos. Hace ya muchos años -ya perdí la cuenta- que esta sección ocupa las páginas veraniegas de la Turia. Siempre con la compañía imprescindible de mi colega Abelardo Muñoz. Ya ven ustedes que la cosa empieza caliente en esta primera entrega. Nos vemos la próxima semana. O cuando ustedes quieran. Pues eso.