BRAZO EN ALTO Y LA CAMISA NUEVA
Antes estaban de moda las canciones del verano. No sé si acuerdan: La barbacoa de Georgie Dann o cuando los de Fórmula V cantaban aquello de “Eva María se fue buscando el sol en la playa…”. El verano es tiempo de usar y tirar, un tiempo de tránsito antes hacia el otoño y ahora hacia ninguna parte. Lo que nos espera en septiembre es lo mismo que ya teníamos en el mes de junio: la crisis, el abismo del paro, el contrato por horas y a precio de esos criminales minijobs que están imponiendo a machamartillo los empresarios del asco. No sé si habrá quedado atrás el caso Rajoy, con los sobresueldos y la financiación ilegal del PP. Igual sí y a lo mejor respiran tranquilos los chorizos de la economía y la política porque este país demuestra cada día más una gregaria y desvergonzada capacidad para el olvido. Por eso el cinismo de un partido que se defiende a sí mismo y a sus políticas miserables como una piña.
La piña. Eso es el PP. No importa que el frente abierto sea el económico, el ideológico, el social, cualquiera les sirve para escenificar ese todos a una que caracteriza a un partido que huele la democracia tapándose la nariz, como si la democracia oliera a mierda. Todos a una cuando se trata de defenderse contra cualquier metedura de pata cometida por cualquiera de sus miembros. Todos a una cuando se trata de defender, como si fueran los de las antiguas canciones del verano, el éxito que están cosechando sus cachorros en las plazas de nuestro País, el nuestro, ése al que quieren dejar sin nombre en su nueva cruzada anticatalanista las huestes de Alberto Fabra, Serafín Castellano (alias el cazapatos) y Rita Barberá. El éxito de este verano para esos cachorros no tiene el sabor sandunguero del Bimbó sino el cutrerío facha del Cara al sol o Yo tenía un camarada. Así aparecen en las fotografías: brazo en alto con un fondo de banderas nazis y águilas franquistas. Les va la marcha y no sólo a la cachorrería sino a sus jefes de centuria. Ya ven ustedes cómo han salido los viejos en defensa de los jóvenes. Son iguales unos y otros. Vienen de lo mismo y del mismo sitio: ese franquismo al que no han renunciado ni renunciarán en su vida.
No sé cómo hay quien dice que el PP no viene del franquismo. Se mean en la Ley de Memoria (qué Ley más corta, más injusta con la memoria republicana, menos decente a la hora de poner cada pieza de la historia en su sitio) porque a esa gentuza le da igual todo aquello que no sale de sus tripas. Estos días ha habido dos pájaros veteranos (Rafael Maluenda y Rafael Hernando) que se han lucido para justificar a sus chicos: por qué no criticamos a los que llevan la bandera tricolor de la República. Claro, para ellos lo mejor fue el golpe de Estado que acabó con la legalidad republicana ganada en las urnas y con los desmanes de las hordas rojas. Para ellos, la bandera buena es la franquista, la del águila. Y les duele no poder airearla en sus mítines, en sus fiestas de partido, en los saraos que se montan con el dinero de los contribuyentes. Las hordas rojas. Su lenguaje antiguo, anacrónico. El otro día, en las fiestas de mi pueblo había un baile de disfraces. Un grupo iba disfrazado de Cospedal, de Bárcenas, de sobres con dinero ficticio pagado en diferido y sin sujeciones legales a bastantes de los responsables principales del PP. Pues bien, cuando entraban en la cancha del polideportivo, se oye a uno de esos que suelta: “¡Rojos de mierda!”. Les juro a ustedes que es verdad lo que les cuento. Rojos de mierda. Qué cosas, ¿no? A estas alturas de la democracia y esos fulanos siguen con su lengua de siempre: el veneno, el no aceptar que su caudillo lleva pudriéndose bajo el mármol humillante del lujo desde hace casi cuarenta años. No se resignan a una democracia que sigue siendo una democracia frágil, demasiado frágil, vergonzosamente permisiva con sus soflamas autoritarias, con sus brazos en alto, con su apología bastarda del fascismo. En Alemania esos cachorros y sus defensores estarían en la cárcel. Sin embargo, aquí siguen siendo los reyes del mambo. Celebrando sus éxitos del verano que no son precisamente los de Georgie Dann o Fórmula V. ¡Menuda mierda!