EL REGRESO DE Mr. PROPER
Cuando salgan estas líneas yo andaré por el otro lado de la frontera norte. Ya no hay guardias en la línea que junta o separa los países vecinos. Bueno, guardias sí que hay, faltaría más. Recuerden aquel fragmento de Raymond Chandler en El largo adiós: el detective Philip Marlowe dice adiós a casi todo. Y añade, en ese tono entre melancólico y canalla que lo caracterizaba: menos a los policías, a esos no hay forma de decirles adiós. En fin, que les contaba que en la frontera norte hay guardias pero te dejan pasar sin incordios, a no ser que haya un control de esos a los que tan aficionados son los policías locales de Rita Barberá y la Guardia Civil de Paula Sánchez de León. El otro día me entraron ganas de preguntarle a un amable agente: ¿buscan ustedes a Rajoy? Pero no se lo pregunté. Seguro que se hubiera reído. O a lo mejor me habría pedido explicaciones por preguntar lo de Rajoy. Yo lo tenía claro. Si me lo hubiera preguntado, simplemente le habría entregado un pen (¿se llama así?) con la sesión del otro día sobre la corrupción, bueno, sobre la corrupción iba la cosa pero luego la cosa derivó a lo de siempre: que si España va de puta madre, que si la oposición fuera patriota no se dedicaría a hundir el país como lo está hundiendo, que el PP nos está sacando de la crisis mientras la oposición se pasa el tiempo urdiendo conspiraciones para arruinar España y sobre todo a su presidente de gobierno…
La oratoria parlamentaria tiene unas normas básicas, principalmente una: no pasarse. O sea: ojo con insultar al oponente. Entonces pasa lo que pasa: las sesiones parlamentarias son aburridas, pesadas, limpias como si la limpieza bucal de palabrotas corriera a cargo de Mr. Proper. Y tanta limpieza no toca cuando lo que le toca a una sesión parlamentaria como la del otro día es llamar a Rajoy de ladrón y embustero para arriba. Sencillamente porque lo que está haciendo Rajoy es burlarse de la democracia cada vez que respira. Aquel día se pasó no sé cuántos pueblos. Lo peor, además de las mentiras: esa semejanza que él mismo hace entre él y lo absoluto, entre él y el Estado (como los reyes franceses que estrenaron la primera gillette de fabricación propia, como Franco, como el nieto de Alfonso XIII que no sé por qué no carga a la familia entera en un barco y se va como su abuelo a vivir del cuento, o sea, a vivir como vive ahora). “Me engañó, me equivoqué…”, sollozaba Rajoy. Oiga, que si a usted le engañaron como individuo a mí como si se opera. Lo que ya no es lo mismo es que usted es el presidente del gobierno y si usted es un inútil lo que ha de hacer es desaparecer del organigrama institucional a mil por hora. Eso en el caso de que lo engañara su socio Bárcenas, que yo creo que no, bueno, estoy seguro de que no. El presidente Rajoy se llevó presuntamente fajos de billetes a casa, como muchos de los suyos, y si Hacienda somos todos menos Pío García Escudero, Messi y los futbolistas del Atlético de Madrid, resulta que al muy despistado presidente se le olvidó pasar por ventanilla para que le aplicaran el pago pertinente.
¿Burlarse de la democracia no es delito? Yo me pienso que sí, como diría mi amigo David Catarro. Y esa burla estaría en el pen que le hubiera pasado al guardia del control una mañana cualquiera en que la Patria aparece estrechada entre los conos pintados como los colchones de antes y unos pinchos que no son precisamente de tortilla. El caso es que el control existió, justo la mañana en que salía de Valencia hacia la frontera norte. Pero los guardias me dejaron pasar sin decir nada. Y no tuve la oportunidad de preguntarles si estaban buscando a Rajoy porque todo apunta a que esté cometiendo un delito gravísimo contra la democracia y contra la hacienda pública. ¿Y a Serafín Castellano, tampoco lo buscan ustedes?, les habría preguntado caso de fallarme lo de Rajoy. Pero bueno, lo de Serafín sí que me lo pregunto aquí esta semana: ¿aún no lo detienen con tanto lío de cazadores de patos y sobre todo de fortunas poblando los chanchullos de su departamento? Por cierto, una pregunta para mi abogado: si no pongo “presuntos chanchullos” me llevarán a mí a la cárcel? Señor, qué cruz.