TRÍPTICO ESTELLÉS CON LA MEMORIA AL FONDO
El año de Vicent Andrés Estellés. Todo el tiempo para el poeta. Lo veo por todas partes. Es un gozo descubrir que su nombre va de boca en boca, que sus poemas están pintados en las paredes como una de aquellas tintas subversivas que anunciaban la revolución. Regresan hoy la barbarie facha agrediendo al independentismo catalán y las consignas anacrónicas de Serafín Castellano y sus colegas de caza política aventando otra vez el fantasma del catalanismo, como si aún estuviésemos en aquella inhóspita, degenerada y cruel Batalla de Valencia. Y en medio de esa barbarie que retorna con pinturas de guerra (pero sin la nobleza de Nube Roja o Caballo Loco), ahí anda la memoria del poeta por los pueblos de su tierra. En pocos días anduve por tres de esos pueblos. Y hube de renunciar a bastantes otros porque no se puede estar en todas partes al mismo tiempo. A menos que seas como dicen que es dios o los tertulianos de la tele, con ese extraterrestre director del diario La Razón a la cabeza.
En la plaza de Real de Montroy discurren poemas y canciones, cocas de llanda y entrepanes, esa grandeza sencilla que uno descubre en la buena gente. Allí me gustó encontrar a Paco Muñoz, Inma y Enric Murillo (los tres con sus músicas y una lealtad que viene de siglos), a mis más que necesarios Andrés y Mari, a Ricard siempre empujando el carro del entusiasmo, a Pepa y Mireia, a Honorat Ros, a Carmina Andrés y Vicent Anyó que ya deben andar renqueando de tanto ir de acá para allá con el nombre de su padre en ese sitio donde dicen que andan juntos el corazón y la memoria. Y a mucha más gente de Real que no cabría en este tríptico dedicado al poeta. Dos momentos de antología: cuando Inma y Paco cantaron M’aclame a tu y cuando Juan se estrujó el alma para recitar a pecho descubierto los versos infinitos: “No hi havia a València dos amants com nosaltres…”. La fiesta llegó hasta la madrugada. Dicen que los poetas son gente de deshoras. No lo sé. Las horas de Estellés duran hasta hoy desde que se inventó la poesía imprescindible.
Un día después el camino de Estellés me lleva a Vilamarxant. Aquí viví algunos años de la infancia y otros, más tarde, cuando ya la vida era algo más que un balón rodando por la replaça o esa escuela que se cayó a los cuatro días porque en sus muros había más arena que cemento. Aquí viven mis amigos de aquel tiempo y otros que llegaron luego y se quedaron para siempre. El próximo 18 de octubre se celebrará el 30 aniversario de l’Associació Cultural 9 d’Octubre. ¡Hostia, cómo se pasa de fechas el jodido calendario! La fundamos a partir de una experiencia anterior: l’Agrupació d’Esquerres. Y ahora nos encontramos algunos de entonces (nunca fallan Paco y María) y todos los de ahora en la noche fantástica dedicada al poeta grande. Música, lecturas, una entrañable dramatización con secuencias de su vida y de su obra. Acudió la gente del Camp de Turia y también fiesta final en la Casa de la Cultura con el magnífico concierto Sis veus per al poeta. Seis voces de mujeres en el escenario. El aire respiraba versos de Estellés, memoria de Estellés, presencia de Estellés en sus poemas cantados y en las luces y sombras de la noche y los flases de las fotografías.
El año pasado empezó el recorrido Estellés por las calles de su pueblo. Las paredes de Burjassot lucieron paneles de cerámica, obra del artista Vicent Espinosa, con los versos del poeta. El paseo de su gente con los poemas a pie de calle, que es lo que a Estellés más le gustaba. Eso de ser pueblo, de sentirse parte nada ajena de ese pueblo, el suyo, el nuestro, ese pueblo inmenso que empieza en Burjassot y acabará en el último sitio adonde lleguen los versos del poeta en su año de celebración agradecida. Se completaba el recorrido iniciado hace un año. Los paneles que faltaban han llenado del todo aquel recorrido y dejado la huella de Vicent Andrés Estellés en todas las calles, rincones y plazas de su pueblo. Aquí acaba el tríptico de una memoria interminable. Pero el año Estellés sigue su marcha de música y poemas por todos los pueblos del País Valencià. Y por las voces a miles de sus gentes.