SIN RESPIRO, COMO EN LAS PASIONES

 

Todo libro tiene un sólo lector y habita en sus páginas. No existe una lectura externa al texto. Lo que pasa en aquellas páginas nos concierne como si fuéramos nosotros los autores. Eso, más o menos, decía Walter Benjamín para transmitirnos el genio de Goethe: nos succiona desde el primer instante y lo suyo desde el principio nos concierne. Entones el lector se apasiona por las historias que el escritor escribe. Esta semana dedico el Fahrenheit entero a hablarles de un libro cuya existencia desconocía hasta hace nada: Pasados ejemplares . Lo ha escrito Justo Serna, un historiador enamorado de las novelas. Un día leyó a Antonio Muñoz Molina y luego le salió este libro espléndido que hoy les cuento. Está lleno de tiempo, como los buenos relatos de ficción, como los mejores relatos que tienen a la historia de protagonista: somos ante todo memoria, escribía Jean Cassou. Nada se escapa, de la obra del escritor de Úbeda, a la mirada entusiasta del autor que hoy propongo, del libro que hoy les invito a leer si es que lo encuentran en alguna parte. Es del año pasado y está en la editorial Biblioteca Nueva. A quien le interese la obra de Muñoz Molina seguro que lo leerá cientos de veces: por lo que dice, por lo que aumenta de tamaño al decirlo (como en todo enamoramiento, faltaría más), por cómo lo dice, ya que Pasados ejemplares está rematadamente bien escrito. Yo compartí hace mucho la pasión de Justo Serna por las primeras narraciones de Muñoz Molina. Me lo descubrió un amigo común, Joaquín Sabina, hace veinte años: “tienes que leer a un paisano mío que se llama Antonio Muñoz Molina, nadie lo conoce pero ha publicado Beatus ille , una novela de puta madre”. Le hice caso. Todavía creo que ésa y El jinete polaco son sus mejores novelas. Nos hicimos amigos, muy buenos amigos. Guardo con llave maestra una versión medio clandestina de El Robinson urbano , sus primeros libros todos dedicados con el rotulador verde que no sé por qué siempre había en casa cuando él venía. Pasó el tiempo. Y leyendo ahora el excelente testimonio de Justo Serna me doy cuenta de que sólo me junta con Antonio la pasión por Juan Carlos Onetti. Todos cambiamos. A lo mejor, no porque nos hacemos distintos con el tiempo, como diría Neruda, sino porque siempre fuimos distintos, como aseguraba Rimbaud. No sé, pero eso, aquí, no importa. Lo que importa es que Pasados ejemplares es el ejercicio apasionado, extraordinario, de un lector que un día se puso a vivir en las páginas de su novelista preferido. Y que nos traslada esa pasión a sus lectores con la euforia contagiosa de los amores que no te dan respiro.