PAISAJE CON TRENES Y ZAPATOS

Los campos nazis de exterminio han sido la fuente más importante de la literatura del horror. Su historia es aún motivo de controversia y en estos días un historiador ha sido condenado a cárcel en Austria por negar la barbarie del holocausto. De nuevo el debate sobre la libertad de expresión y sobre el oportunismo canalla que supone abrir boquetes a la mudez de la historia a base de contarla desde la mentira. Aquí tenemos una buena dosis de esas imposturas y lejos queda ya el tiempo en que nadie quería contar nada porque los recuerdos de la derrota no cotizaban en los bancos de crédito moral sino en los de la humillación y la vergüenza. Ahora exprimir esos recuerdos cotiza cantidad en los suculentos haberes de escritores, cineastas e historiadores más falsos que los chinos de "55 días en Pekín". Pero no nos equivoquemos: al día de hoy seguimos encontrando la decencia en la mayoría de los testimonios sobre aquella época de muertes a destajo. Acabo de leer un librito de apenas cien páginas que me conforta con aquellos testimonios. Lo escribieron al alimón Primo Levi y su colega médico Leonardo Debenedetti. Los dos compartieron la barbarie de los campos. Los dos estuvieron atendiendo la salud de sus compañeros de exterminio: ¡vaya paradoja, hablar de la salud en los campos nazis! Eso es, precisamente, Informe sobre Auschwitz : el relato de las condiciones higiénicas en los barracones donde se hacinaba la esquelética condición humana destinada a los hornos de gas. Acostumbrados a la lectura épica de tanta muerte, es una sorpresa encontrarte con detalles lo mismo de escalofriantes cuando te enteras de cómo la gente se moría por culpa del calzado, por las llagas infectadas que les producía un zapato diferente en cada pie o algo por el estilo. La cercanía doméstica de la muerte. Me acordaba del miedo que contaba Victor Klemperer en sus primeros días de su testimonio irrepetible, aquel miedo a casi todo que entraba en su cuerpo por culpa de cualquier detalle y agarrotaba sus ganas de vivir. No sé si hay versión en castellano. Ésta que refiero es espléndida en catalán y la ha publicado en Castelló de la Plana esa fiera amante de los libros que es Paco Villegas en su editorial Ellago. No se pierdan este "informe". Hay también un breve estudio sobre Auschwitz a cargo de Philippe Mesnard y una entrevista con Levi en que -de nuevo con los datos leves y tremendamente sorprendentes- señala la imagen peor del holocausto, no la de los hornos de gas, sino la de los trenes de mercancías que trasladaban a los presos camino del exterminio. Los trenes, ya ven, la imagen que más perturbaba a Primo Levi antes de lanzarse al vacío porque estaba hasta el gorro de tanto recuerdo insufrible clavado en su conciencia.