Javier Maqua

 

UN BUZO EN LA CORTE DEL REY MERCADO

(A propósito de "Fusilamiento", última novela de Javier Maqua)

 

Escribir de una manera y no de otra es una forma de conducta y nos lleva a lo que Roland Barthes definía como una ética de la escritura. Todas las historias pueden ser dignas de ser contadas. Otra cosa es si una vez contadas lo que encontramos a su paso es la dignidad o la vergüenza. Lo decía mi abuelo Onetti: no sé escribir mal. Lo mismo le pasa a Javier Maqua. Sólo sabe escribir bien. Y en cada novela arriesga más que en la anterior. Lo mismo hace con el cine. Sus películas son rabiosas, descarnadas aunque a ratos te hagan reír, toman al asalto lo que otros directores apenas conquistan con florituras sentimentaloides. Pero el mercado, como él apuntaba hace unos días en un encuentro con periodistas, es lo menos libre del mundo. Dicen que en el mercado cabe todo pero es mentira. En el mercado cabe lo que cabe y lo demás es arrinconado en el oscuro territorio de la exclusión. Este año (como el pasado) habrá dos o tres películas españolas en los cines que saldrán en todos los medios de comunicación y aunque no sean obras maestras (claro que no lo son) serán catalogadas como si lo fueran. A las demás películas que les den por el saco. Eso es el mercado. Más o menos sucederá lo mismo con las novelas. Lo que pasa es que siempre hay gente que se niega a entrar en ese juego y pelea como gato panza arriba en el tajo que sea. El escritor Javier Maqua acaba de sacar una novela que es lo que decían juntos Roland Barthes y Juan Carlos Onetti. La ética de Maqua es no saber escribir mal y, además, adentrarse en los espacios más oscuros de la literatura. La novela se titula "Fusilamiento" y lleva un subtítulo, "Instrucciones de uso". Con ella ha ganado el premio Ciudad de Badajoz y la acaba de editar estupendamente Algaida, del grupo Anaya.

La historia que cuenta empieza el 27 de marzo de 1971. Un soldado de Beniopa mató a dos mujeres de ese mismo pueblo de la Safor en una madrugada aciaga. Un consejo de guerra lo condenó a muerte y fue fusilado en el acuartelamiento de Marines el 8 de enero de 1972. Antes ese mismo relato tuvo la forma de documental, un documental espléndido rodado por el joven gandiense Doménec Boronat. En una Universitat d'Estiu de Gandia se conocieron el documentalista y el escritor y de ahí salió una relación epistolar que al cabo de varios años se ha cerrado con la novela de Javier Maqua. Relato sobre relato, pues, lo que convierte "Fusilamiento" en una multiplicidad de intermediaciones, de posibles puntos de vista, que podrían haber arruinado el resultado final de la novela. Pues no. El camino elegido por el novelista es, ya lo dije antes, el del riesgo. Sabía en qué berenjenal se metía. Y no ha obviado lo principal: escribir es mirar, acercarte a los hechos como un espía, tomar una cierta distancia y golpear frenéticamente las teclas del ordenador como si en ello te fuera la vida. Y su única arma es el lenguaje, entonces. Lo sabe el novelista y por eso es en la escritura, en su calculado proceso de acumulación de elementos narrativos, de selección de materiales que van desde correos electrónicos a las entrevistas que aparecen en el propio documental, es ahí, en la escritura, donde Javier Maqua rinde tributo a la literatura excelente. Porque digan lo que digan los del mercado, no hay novela excelente sin que esconda dentro una incesante vocación de buzo por parte de quien la escribe. No hay verdades fuera de ninguna novela: están dentro y quien la escribe ha de ir conociendo poco a poco las claves para su desvelamiento. No se fíen de las novelas que son como la alfombra roja que tienden los festivales de cine a los pies de los artistas. Las buenas novelas están llenas de piedras que se clavan inmisericordes en los pies de quien las transita. Es ahí donde el gozo de la lectura se alcanza con creces frente a una más que imbécil concepción del sufrimiento. Leer es un placer y leer una novela que te engancha el ánimo y te lo estruja desde la primera página es un placer elevado a ene, que nunca supe cuánto era eso pero siempre nos decían los maestros que mucho.

Creo que estamos en la última semana de este ya antiguo largo y cálido verano. Mi despedida tiene la forma de una novela que nos toca de cerca y la ha escrito uno de mis mejores amigos. Gracias a él por escribirla y a ustedes por compartir un verano más su tiempo y sus afectos con los míos.