Pedro Guerra

 

EN EL LUGAR PRECISO DE LA CICATRIZ

Concierto de Pedro Guerra en el Palacio de Congresos de Valencia

 

Cuando anunciaba los versos de "Huesos", una de las más hermosas canciones de su último disco, el silencio pesaba toneladas en las butacas del Palacio de Congresos de Valencia. La historia está cortada por la mitad y así nos la contaron. Unos huesos valían más que otros, han valido más que otros desde que unos ganaron la guerra y otros la perdieron. Ahora ya van valiendo lo mismo en el mercado de la historia y en el del recuerdo. Al final, ya lo verán ustedes: los que canta Pedro Guerra acabarán en lo alto de la memoria ayer vencida pero levantada hoy sin tregua en películas y novelas, en libros de historia y en canciones, en testimonios orales y escritos y en algunos documentales que no paran de abrirse un hueco en el difícil panorama cultural de este país estos días mordidos por la rabia y el resentimiento de unos pocos. Y habrá que contar,/ desenterrar, emparejar,/ sacar el hueso al aire puro del vivir./ Pendiente abrazo,/ despedida, beso, flor,/ en el lugar preciso/ de la cicatriz : ahí sus palabras lanzadas, entre andanadas de emoción y dignidad, desde el escenario.

Un rato antes había empezado el concierto con "De menos", una canción de su disco "Tan cerca de mí", uno de los que empezó a lanzar a Pedro Guerra como el cantautor más interesante de esos años: no hace mucho de esto, siete, ocho a lo sumo. Y desde entonces se ha permitido este magnífico músico canario un camino de por libre, creciendo a cada disco, buscando trazos nuevos por mil sitios: en sus raíces primero (de ahí lo recuerdo, en un viejísimo vinilo del Taller Canario de Canción y un trabajo titulado "Trapera") y más tarde en todo aquello que pasaba por sus ojos y a lo que él nunca se mostraba ajeno. El concierto último en Valencia fue un paso de fronteras constante, de antes hasta ahora mismo, anunciado cada tema con las frases que en él no son nunca materia vacía de complicidad demagógica, como suele suceder algunas veces en que el público, precisamente por la lealtad al artista, aguanta lo que le echen y encima se infla a romperse las manos con aplausos. Con Pedro Guerra no era eso aquella noche de jueves sino todo lo contrario: dejaba caer el peso de sus canciones y entre unas y otras, casi siempre, dejaba caer también el peso a ratos de la risa (como cuando anunciaba "Life vest under your seat"), el de una rabia contenida (como cuando contaba lo de los huesos o lo de los topos tras la guerra), sin dejar caer en saco roto el homenaje a sus ídolos en esa tema inmenso que es "Canciones": qué gusto encontrar en ella ese verso único, irrepetible, de una canción no demasiado conocida de Bob Dylan ("If you see her, say hello...", de la que sale, de alguna manera, esa maravilla que es "Cuando aprieta el frío", de Joaquín Sabina).

Vino solo, se adentró en un escenario de oscuridad tranquila, apenas unos módulos de modesta dramaturgia, un micrófono, la guitarra, y ya de ahí, sin avisar, aquella "De menos" que les decía al principio de este recuento apresurado, urdido sin notas, sin apuntes contra la falta de fijación de los detalles: no acostumbro a las notas, escucho las canciones, me las meto entre el pecho y la espalda del gozo (si no disfruto, me voy y punto, fin, a la mierda) y ahora escribo lo que en las tripas se me quedó de aquel concierto. Dos horas de hablar y de cantar, de corear la gente todas las canciones y de cantar en solitario (el público, digo) alguna de las de ahora y de las de antes (sobre todo, lo bien que se lo pasó el personal con "Debajo del puente" y sus ecos arrastrados desde el patio de butacas). Si no fueron al concierto que les acabo de contar, hagan el favor de escuchar "Bolsillos", el último disco de Pedro Guerra. Si lo compran, mejor. Si ya lo tienen porque son clientes del "manta" o se lo bajaron de Internet, no sean cachazas y compren alguno de legal para regalar a la gente que más quieren, ¿vale? Venga. Vale.

 

2004