Piranesi construido
Javier Sarti
Ed. Algaida 2010

 

La mejor manera de contar una historia es echando mano de cómo otros la contaron antes. A partir de ahí, ya podemos inventar la nuestra, la historia que queremos contar y la manera absolutamente personal e intransferible de contarla. Somos cuando contamos una historia gregarios de nuestras lecturas, de los paisajes que nos iluminaron una mirada llena de curiosidad, de aquellas voces de ultratumba que nos asustaban cada vez que dábamos vuelta a la página para descubrirnos como en la anterior tomados por el espanto delante de lo desconocido. En “Piranesi construido” -la excepcional novela con la que Javier Sarti ganó la última edición del Premio Ciudad de Valladolid- hay muchas de las escrituras que nos llenaron de gozo cuando las leímos y siguen llenando de gozo la escritura de esta última novela del autor de “El estruendo”. La anécdota es sencilla: un encuentro en una noche de lluvia. Los personajes: sólo dos; los demás salen nombrados en el relato de los protagonistas, salvo algún figurante que aparece con un par de frases y el teléfono en la mano. La acción: apenas un deambular en auto bajo la lluvia y unos leves paseos por el exterior y el interior de un edificio inquietante. El tiempo: ahí sí que hemos topado con la iglesia de las mejores construcciones literarias. No hay novela sin tiempo. Y en “Piranesi construido” encontramos una manera de escribir ese tiempo verdaderamente extraordinaria. Las voces: de nuevo el encuentro con los grandes escritores que nos legaron sus historias y sobre todo su manera de construirlas. Si nosotros somos lenguaje, las novelas lo son más todavía. Y en esas voces dialogadas encontramos al mejor Beckett y sus silencios estridentes; al Kafka de la angustia planetaria ante las puertas del castillo o entre los legajos indescifrables de los tugurios judiciales; la seguridad que nos legaba Poe de que la bruma de la irracionalidad sólo la podemos atravesar con la linterna de la ilustración para que la venganza sea algo más que una voltereta violenta por la memoria maltrecha del agravio sufrido por un amor romántico. Construir la fortaleza que sale en la novela es levantar el edificio de la inteligencia sobre los cimientos de la imaginación. Los sueños empiezan cuando abrimos los ojos y despertamos en un mundo alzado sobre la precariedad, sobre el estercolero de una ética que nos empobrece hasta la vergüenza como humanos, al lado justo de donde sobre las ruinas de ayer estamos dibujando la geometría indomable del fracaso contemporáneo. La novela de Javier Sarti es eso y muchas más cosas. Y todas buenas. Todas.