LA MISMA RISA DE ENTONCES

 

Quimera nº 283. Junio de 2007

 

El tiempo pasa y a ratos arrasa lo que encuentra a su paso. Lo tenemos siempre a la espalda. Acecha lo que somos. Dinamita algunas veces lo que fuimos. Los de entonces y todo eso que escribió Neruda y se ha ido convirtiendo poco a poco en el tópico habitual de las renuncias. Hace treinta años -un poco más- este país regresaba más mal que bien de los tiempos oscuros y se metía en vena los efluvios psicodélicos de una nueva época. Muerto el perro se acabó la rabia. Pensamos. ¡Imbéciles! Año 1976. Sale una revista. El Viejo Topo. Los nuevos tiempos. La revolución. La ruptura con lo de antes. La hostia no envuelta en papel de celofán sino en el cucurucho de papel de estraza con que se envolvían los productos en las tiendas del hambre. El Topo. Año 76. El siglo pasado. Nada menos. Era la Transición. La democracia. El sol brillará después de la noche oscura y tormentosa. Poesía para un tiempo nuevo. Libertadlibertadsinira . Mal empezamos. Una democracia cantarina. Mal empezamos. La música de la reconciliación. Todo atado y bien atado. La izquierda y los restos menos arrabaleros del franquismo. El rey. ¡Oh, el rey! Pero estaba el Topo. Las páginas aparte de lo que ya empezaba a ser el periodismo oficial que alimentaba a la izquierda oficial. El Topo no. Los ojos atentos del Topo no eran oficiales, eran subterráneos, díscolos, hasta divertidos bastantes veces. La vida seguía más o menos a su aire y al que le marcaban las manifestaciones llenas de palos, tiros. Y de muertos. Una transición tranquila, decían algunos. Y lo siguen diciendo. Hablamos de dos transiciones diferentes. Seguro. Pero estaba el Topo. Revista hermana de ésta que ustedes tienen en las manos. Escribían ahí nombres rimbombantes que luego se harían aún más rimbombantes. Algunos de aquellos nombres están hoy en las orillas del conformismo. Otra orilla, vamos. La historia de la teoría marxista se ha convertido en buena parte en la historia de la apropiación burguesa de esa teoría marxista. El problema que hoy se nos plantea es cómo dar una alternativa revolucionaria en lo político y en lo teórico . Lo escribía Gabriel Albiac en el número 26. Noviembre del 78. 100 pesetas. Abrí la colección entera y busqué al azar. Salió ese número. Otra orilla. Seguramente son felices ahí quienes la han descubierto al cabo de los años juveniles y rebeldes. Cuestión de estómago y narices. Imagino. En una espléndida novela de Jim Thompson, dos tipos hablan. Uno le dice al otro que lo va a mandar a picotear la mierda de caballo con los pájaros. El otro le dice que bien. El que manda sigue hablando: “pero mierda de caballo caliente, de la que humea”. El débil asiente, humillado: “admito que no hay nada menos apetitoso que la mierda de caballo fría”. Uno elige dónde encontrar su mejor alimento: aunque suelte un olor a claudicación insoportable. Algunos de aquellos nombres rimbombantes siguen en la brecha de la contestación. Serán más viejos, claro. Pero siguen con el alma o lo que sea en pie de guerra. El tiempo pasa pero a esos no los arrasó. Al menos no del todo. La revista sacó hace unas semanas en edición facsímil algunos de aquellos textos: El Viejo Topo. 30 años después . Hago aquí publicidad hermana. La primera época duró hasta el 82: ¿por qué en esa fecha? Piensen un poco. Luego regresó en el 93. Y sigue ahí, con la mirada atenta y subterránea de siempre. En una vieja foto familiar aparece Laia, apenas cinco años, repantigada en una hamaca. Enseña a la cámara las alas abiertas de un Topo. Ahora tiene casi la edad del bicho. Y la misma risa de entonces. La misma risa.