CAMINOS A NINGUNA PARTE

 

 

Quimera nº 286. Septiembre de 2007

“Sólo leo libros usados”. Así comienza Tres caballos , una novela de Erri de Luca. Nunca había leído nada suyo. Un día me escribe una amiga. En internet hay una entrevista con un escritor desconocido para ella. Se te parece en lo que dice. Eso contaba Marisa en un correo lanzado desde Madrid. Leí la entrevista. Las respuestas podían haber sido también mías. Seguro. La librería habitual en Valencia se quedó sin las novelas del napolitano: Aquí no, ahora no , Montedidio , Tres caballos , Pedres de volcà , Tú, mío , El contrario de uno . Todas. Me duraron apenas dos días. Flipaba, como dicen un sábado por la tarde a la puerta de la fnac. Por aquellos tiempos leía lo que se publicaba aquí de Jean-Claude Izzo: Total Khéops , Chourmo , Soleá , la enorme trilogía con el comisario Fabio Montale de protagonista. La misma editorial Akal se esforzaba en sacar a flote las novelas de esas dos almas gemelas que andaban por el mundo de la literatura a su propia bola. El francés había muerto poco tiempo atrás. Era un tipo extraordinario, me dicen en su tierra quienes lo leen mejor que yo y fueron sus amigos. Erri de Luca seguía vivo. Cincuenta y tantos años. Estuvo en Lotta Continua. Cuando aquello se acabó -hay cosas que no se acaban nunca: miren lo que está pasando con Cesare Battisti, miembro de las Brigadas Rojas a quien después de tantos años de vivir en Francia a la luz del día tuvo que exiliarse en Brasil y ahora vuelve Francia a pedir su extradición-, cuando aquello se acabó -digo- anduvo de Luca por muchos sitios, trabajando en muchos tajos, escribiendo lo que le salía de su vida de antes con un estilo esculpido a trallazos. La violencia y la ternura. El amor y la desesperación (¿son en realidad tan diferentes?). La memoria y el olvido: eso, aquí sí, una misma cosa desde los tiempos de Felipe González y Alfonso Guerra. Esto parece un tratado sobre la digresión en vez de un texto a vuela pluma sobre Erri de Luca. Este verano me agarré -como desde hace años- a los manoseados ejemplares de sus libros. Parecían de segunda mano de tan usados, llenos de notas, de rayajos, de silencios amontonados en los espacios blancos de las páginas. Pero ya no era lo mismo de los otros veranos. No era lo mismo desde unos meses atrás, cuando recibí la carta de otro amigo (menos mal que sigue existiendo eso: las cartas y los amigos). Decía José Luis Rodríguez, escritor y profesor, entrañable consejero de lecturas y de vida, que La lentitud del espía , mi último libro (o como se llame algo que sólo tiene sesenta páginas) le recordaba, entre otras cosas, “la suavidad mortecina y cálida en su desamparo de Erri de Luca (antes de su resbalón cristianólogo)”. Eso decía. “Su resbalón cristianólogo”. Ni idea tenía de esa referencia enigmática. Pero pronto llegó la aclaración. El suplemento cultural de un diario importante hablaba -y extrañamente bien- de En el nombre de la madre y Tras las huellas de Nives . Entonces entendí las cautelas del amigo. La madre es la virgen María. Y salen los de las películas de romanos. Todos. Y el burro con la vaca. Y los pastores. Y yo qué sé cuántos delirios más contados desde una trascendencia inexplicable . No sé adónde llevaría el rastro de Nives. Ni me importa. Allá cada cual con su historia. La de Erri de Luca busca ahora los caminos de la infinitud. Me queda Jean-Claude Izzo. Y sus libros que parecen usados. Para siempre usados, como de segunda mano. Estos sí. Para siempre. Sin ninguna búsqueda repentina y mucho menos de caminos raros que no llevan a ninguna parte. A ninguna.