Literatura y memoria

Rosa Regás

La literatura se nutre de la memoria. De hecho la literatura es ella misma memoria. Memoria de lo que se ha vivido, de lo que se ha aprendido, de lo que se ha imaginado o de lo que se ha temido. Es a partir de la memoria y con la ayuda de la imaginación y la fantasía, cuando el autor urde un mundo de ficción que acaba siendo tan real como la realidad de la que procede. Un mundo coherente y creíble con una consistencia que nos convence, nos emociona, nos irrita o nos enternece.

El conocimiento que nos da la literatura no es científico como un texto que se basa en la investigación y en el estudio, pero sí es, en cambio, un conocimiento poético tan válido como aquél por más que se sustente sólo en la memoria, en la fantasía y en la imaginación, y haya sido creado a partir de la fabulación que de algún modo ratifica más aún la verdad que el texto esconde.

El papel de la literatura en la recuperación de la memoria histórica es, pues, de gran importancia porque invade los territorios de la mente y les aporta, en forma de sensaciones y emociones, ese conocimiento poético indispensable para que los ciudadanos no vivamos tras el velo de la manipulación y la mentira. Somos muchos los escritores que trabajamos con esa memoria histórica, Juan Marsé desde hace años, Dulce Chacón, yo misma y tantos otros que, además de los historiadores, se van sumando, con novelas y cuentos sobre la guerra civil y sobre todo la brutal posguerra que le siguió, al restablecimiento de una historia que nos había sido escondida.

Acaba de aparecer en Editorial Montesinos Aquel invierno , un espléndido libro de Alfons Cervera, que nos narra episodios ocurridos en Los Yesares, un pueblo de la serranía durante uno de los primeros inviernos de la llamada “paz”, y el recuerdo y las consecuencias que provocaron todas las brutalidades cometidas por las autoridades del pueblo y los falangistas que no tenían otro objetivo que aniquilar a los derrotados y sembrar el miedo y el silencio en las casas, en las huertas, en las calles para dominar la conciencia, el cuerpo y el destino de sus habitantes y borrar la memoria que arrastrarían consigo a medida que pasaran los años.

Un juego de personajes cuyas vidas, tormentos y muertes se entrelazan siempre en el dolor más profundo sostenido por una estructura narrativa y una prosa que rozan en cada página la poesía, tan elocuentes y ricas en conexiones y ensamblajes que nos hacen ir y volver del presente al pasado siempre por los pavorosos caminos del miedo.