ARTURO
PÉREZ-REVERTE Ha combinado de modo espectacular el periodismo de acción y la literatura. Como reportero de prensa, radio y televisión, vivió la mayor parte de los conflictos internacionales de las últimas dos décadas. Su obra ha merecido premios como el Grand Prix de literatura policiaca de Francia el de la Academia Sueca de Novela Detectivesca por La tabla de Flandes, (1990) y el Jean Monnet de literatura europea por La piel del tambor. Como narrador, sus novelas El húsar (1986) y El maestro de esgrima (1988), El club Dumas (1993) y Territorio Comanche (1994). Su obra ha sido llevada al cine, traducida a catorce idiomas y publicada en una treintena de países. También ha publicado El Capitán Alatriste, Limpieza de sangre, El sol de Breda, La carta esférica (2000) y El oro del rey (2000).The Seville Communion (2002). Elegido académico de la Lengua, para cubrir la vacante del filólogo Manuel Alvar. Entrevista
¿Qué le parece hoy 'El maestro de esgrima'? La veo bien. Cada novela es un momento de tu vida. No hay novelas mejores ni peores. En el año 1985 era la novela que yo tenía que hacer. Ahora, claro, es otra. Para mí es perfecta en su momento. En mi mundo narrativo cada novela llena de una forma plena un momento de mi vida. En ese momento era la novela exacta que yo quería y debía escribir. Si uno se lee con cuidado El maestro de esgrima se da cuenta de que todos los temas de mis novelas están allí. Por aquel entonces, cuando era un corresponsal de guerra conocido y reconocido, ¿se sentía un novelista «amateur»? Es que no era un novelista, y sigo sin serlo. Es que nunca me he sentido con el ansia de escribir una obra de arte: yo abordo esa novela con el ansia de escribir una historia que quiero contar. Hay una historia que viene conmigo, que tengo dentro y que necesito exponer en negro sobre blanco y sacarla de mí. Era un reportero, tenía mi prestigio, hacía mi trabajo y, de hecho, ni siquiera soñaba que pudiera vivir de la literatura. Hasta que no se publicó La tabla de Flandes no empiezo a tener éxito como escritor, porque se publica en el extranjero y funciona muy bien. Pero yo escribo El maestro para mí, y tardo en mandarla. La tuvo Jorge Herralde y no la publicó. Se la envié porque era muy lector de los libros de Anagrama, pero me la rechazó. En cambio Julio Ollero, que estaba en Mondadori, supo que la había escrito y, como le había gustado El húsar, mi primera novela, me la pidió. En 1988, al publicarse por vez primera, la novela pasó casi desapercibida.
Pasó inadvertida. Hubo una crítica en el Ya, de Rafael Torres,
poniéndola muy bien, por cierto, y una columna en El País
de Encarna Castejón donde me perdonaba la vida. Eso fue todo. Nadie
más se ocupó de El maestro de esgrima. Tiene gracia. Ese título me parece excesivo. Yo no creo que sea una de las 100 mejores novelas, no lo creo, pero estoy contento y muy orgulloso con ella. Y me honra mucho que esté en la colección. ¿Cómo surgió la novela? Yo conocía bien la esgrima y la literatura española del XIX. El maestro de esgrima es una novela muy galdosiana. Todo ese mundo de la España isabelina lo tenía en la cabeza, me era muy familiar. Dándome un paseo por el Madrid viejo, un día miré para arriba, vi una buhardilla y se me ocurrió: quería escribir algo decimonónico. Y otro día en un bar escuché una conversación: "Vengo de ver a mi maestro de esgrima". Y me dije: ¡Qué bonito título! Encontré el título antes que la novela. La historia que me rondaba tomó forma en torno a ese título. Hablando de Pérez Galdós, ¿en qué se parece este libro a un episodio nacional? En nada, creo yo. Sólo en la época: quien quiera conocer el XIX español tiene que leer a Galdós y Valle-Inclán. Yo quería contar una trama policiaca en el pasado, en el mundo galdosiano. Eso es todo. [...] *
La entrevista fue realizada por mundolibro en el año 2001 y simplemente
la expongo como un ejemplo de ver la forma como se expresa el autor de
tantas obras maestras y como un tributo personal al mismo. |