Tenerife
Misterio en la Isla Afortunada
CUADERNO DE VIAJE I
El
viaje de Rosa Hervás:
En
esta ocasión vamos a detener nuestros pasos en el interesante viaje
realizado por una de nuestras redactoras a las islas afortunadas. Rosa
viajó a Tenerife por motivos de trabajo y se encontró con
un sinfín de maravillas inesperadas que la envolvieron por completo
en un maremagnum de circunstancias encontradas que jamás llegó
a imaginar, como si su historia se tratase de un relato del más
puro estilo Edgar Allan Poe que uno se pueda imaginar. En estas líneas
nos narra su periplo por estas tierras exóticas y llenas de glamour
que bien merece la pena un detenimiento especial.
Viernes
01.00 horas de la madrugada:
Aterrizo en el aeropuerto del sur de Tenerife. Salimos del incómodo
avión. Todo está en silencio. Me dirijo a recoger mi maleta
de viaje. La gente a mi alrededor se agolpa para recoger sus enseres.
Intento asir mi maleta de viaje con un golpe certero. Contemplo detrás
de mí, justo en la puerta de salida del aeropuerto, una pareja
de tinerfeñas ataviadas con trajes típicos del lugar, afanadas
en ofrecer información turística al viajero. Me escapo.
Logro entrar en la guagua (autobús) con destino al Puerto de la
Cruz (justo en el lado contrario de la isla, al norte). Me reclino en
mi butaca o asiento o yo que sé, esperando la salida hacia mi ansiado
destino. Los demás comienzan a llegar. La guagua se llena. A pesar
del ajetreo, el silencio continúa. De repente, un viajero toma
asiento a mi lado. Me saluda. Se reclina y desaparece (está durmiendo).
Que horror.
Viernes
2.00 horas de la madrugada:
Por fin. La guagua parte hacia el norte. Me reclino para buscar la comodidad
necesaria que mi asiento no me proporciona. El ruido del motor diesel
inunda el habitáculo. El olor a combustible quemado me revuelve
las entrañas. Miro por la ventanilla mientras salimos del aeropuerto.
Un pasajero se levanta, se dirige hacia el conductor, afanado éste
en concentrarse para evitar la distracción y un posible fallo que
pueda amargar el viaje. El pasajero recuerda al conductor la conveniencia
de no aumentar la velocidad dadas las altas horas de la madrugada. El
conductor continúa. No le mira, sólo le contesta....disfrute
del viaje, relájese....se encuentra en Tenerife, la isla afortunada.
Viernes
2:30 horas de la madrugada:
Vuelvo a mirar por la ventana. A pesar de la oscuridad alcanzo a adivinar
un paisaje árido, propio de los desiertos más saharianos
que una pueda adivinar a imaginar. Me sorprendo. Me pregunto si en realidad
esto es lo que llaman la isla frondosa y afortunada o es tan sólo
un sueño. Lo cierto es que me distraigo. Voy a leer, me digo. Extraigo
una revista de mi bolsa de viaje. Me pongo a leer. Desconecto. Me invade
la somnolencia después del azaroso viaje. Echo una cabezadita.
Viernes
3:00 horas de la madrugada
Me despierto. Vuelvo a levantar la vista. El paisaje ha cambiado por completo.
Infinidad de árboles, palmerales, bananeras, y una gran variedad
de paisajes (que trascienden de los trópicos más exóticos)
que una pueda imaginar y que ahora inundan las orillas de la carretera.
Parece un sueño. Ahora es cuando verdaderamente empiezo a entender
esa dualidad de la isla: “norte frondoso”- “árido
sur” o mundo de arenas doradas, como se quiera. Esto es Tenerife,
me digo. Llegamos al hotel.
Viernes
3:15 horas de la madrugada
En recepción me recibe el personal de guardia. Con voz cariñosa,
cálida, acogedora, como el que sabe cuidar con mimo y esmero su
más preciado tesoro (el turista), me hace entrega de la llave de
la habitación, mientras amablemente entrega mi equipaje a otra
persona para que lo suba a la misma. Le pido que me despierte a las 7:00
horas de la mañana pues tengo que trabajar. Se sorprende. Trabajar
en el paraíso me comenta, intentando ser amable. Es la obligación
le contesto. Sonríe. Comienzo a notar esa molesta sensación
de vacío en el estómago. Pregunto si puedo comer algo. El
amable recepcionista me indica la situación del comedor donde podré
degustar un estupendo plato de “comida fría”, como
él mismo me indica.
Viernes
3:30 horas de la madrugada
Entro en el comedor. Se encienden las luces del mismo y lo hacen sólo
para mí. Una sensación de poder me invade. Extraigo el protector
de plástico de la comida. Fiambre y fruta exótica es el
menú de madrugada. Reconfortante. De repente un señor con
gabardina y gafas oscuras (a estas horas) entra en el comedor y toma asiento
en la mesa anterior a la mía. Dios mío, con el comedor tan
grande y ha de sentarse detrás de mi (me digo). Ajada y sorprendida
termino como un rayo mi ingente ración de calorías. Me deslizo
suavemente por el comedor con la intención de escapar de esta situación
tan comprometida. Cojo el ascensor (era un cuarto piso), temerosa de ver
aparecer al misterioso visitante. Subo a mi habitación. Cierro
la puerta.
Viernes
4:00 de la madrugada
Higiene dental. Ducha rápida y cambio de vestuario para dormir.
Todo está oscuro. En un estado de vigilia, de sueño y no
sueño, permanezco un par de horas. La cama es dura. Al final me
quedo dormida, tarde pero dormida. Escabrosos pensamientos, desasosiego,
insomnio intermitente y cierto malestar me asaltan durante las escasas
horas de sueño que pude disfrutar.
Viernes
7:00 de la mañana
Suena el teléfono de la habitación. Un mensaje grabado me
advierte que son las 7:00 horas. Comienza mi estancia en Tenerife.......¿qué
sorpresas me aguardarán?....¿qué habrá sido
del misterioso señor de la noche anterior?...¿me volveré
a topar con él?....¿habrá sido un espejismo o imaginaciones
mías?....¿qué pasará?...
Continuará........
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