RECUERDO DE REYES

En la bella ciudad de Aranjuez se encuentra uno de los palacios reales más impresionantes que existen en la Península Ibérica y mientras recorría sus estancias tuve el placer de sentir en mi propia piel el esplendor de la monarquía hispánica en siglos pasados.

Esta magnífica residencia palacial tuvo su inicial empuje gracias a los maestres de la Orden de Santiago que la convirtieron en una finca de recreo, allá por el siglo XIV. Sin embargo, no consiguió ese impresionante aspecto monumental hasta el reinado de uno de los periodos más pujantes de la Historia de España, como fue el de Felipe II. Este monarca encargó a Juan de Herrera y a Juan Bautista de Toledo ampliar y embellecer el monumento. El edificio hacia el exterior presenta un estilo que se aproxima al renacentista de corte herreriano que se combina con algún elemento barroco.

El interior es justo la antítesis pues podemos encontrar desde decoración renacentista hasta barroca e incluso abundantes elementos rococós en alguna de sus estancias. En éstas se han alojado insignes personalidades de la realeza española desde la reina Isabel II hasta los príncipes herederos, futuros monarcas como Alfonso XII y Alfonso XIII. Fueron estos (Borbones) los que convirtieron el palacio en residencia de la Corte.

En su interior pude comprobar que el lujo, el boato y la pompa han sido algunas de las notas distintivas de la forma de vida habitual de nuestros monarcas. En la entrada ya me sorprendieron esas enormes escalinatas que no parecían acabar jamás. Sus ricos mármoles blancos y la delicada balaustrada me hicieron presagiar que el interior todavía sería más sorprendente. Y así es, las estancias están cuidadosamente tratadas para el deleite de los curiosos y maravilla de los turistas.

Un guía del propio museo, de nombre Fernando de la Fuente, nos ilustraba sobre las inmensas maravillas, cuadros, piezas de orfebrería y otros enseres de la vida diaria de los monarcas. A pesar del cansado acento de nuestro desafortunado guía todo el mobiliario hablaba por sí solo; lienzos espectaculares que procedían de artistas de todos los tiempos, muestras suntuarias, hermosos tapices, enormes lámparas, admirables pinturas en lienzo y al fresco además de porcelanas, relojes, muebles de época e incontables maravillas que sorprendían por su inmenso brillo y su impecable aspecto de conservación. Pero fue en el salón de porcelana china donde el lujo y la opulencia rozaban el paroxismo.

En este insigne salón que fue realizado al más puro estilo rococó chinesco, propio de la moda del siglo XVIII, me sorprendió muy especialmente la abigarrada colección de piedra de rocalla de fina labra y buena talla procedente de la fábrica del Buen Retiro. En ella experimenté esa sensación especial que sintieron los maestros del primer rococó francés en cuanto a ese peculiar “horror al vacío” pues absolutamente toda la estancia está profusa y ricamente decorada, sin excepciones. Todo ello sin hablar todavía de la Sala de Recepción de la Reina Isabel II, su dormitorio, gimnasio de época, sala de infantes, Museo de Trajes, etc.

* La presente columna de opinión fue publicada en Suplementos para prensa entre los que estaban el Adelantado de Segovia, Faros de Cartagena, Ceuta y Melilla, Alerta de Cantabria, Guadalajara 2000 y Lanza de Ciudad Real, en el año 1998-1999.

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