LA ERA DE LA INFORMACIÓN Y LA LIBERTAD DE PRENSA

El siglo XVIII fue el siglo de la Ilustración y de los ilustrados; el siglo XIX lo fue del liberalismo y de los liberales; el siglo XX fue el siglo de las guerras y los militares y el siglo XXI es o tiene trazas de ser, el siglo de la información.

Está bien que recordemos a nuestros lectores que durante más de cuatro décadas el periodismo en España ha sido una de las facetas más controladas por el aparato del Estado. Todo lo que salía publicado estaba sujeto a censura y a revisión. Nada era publicado sin la supervisión estatal. No había ningún artículo o texto comentado que no pasará por el filtro institucional. De esta forma los periódicos se convertían en portavoces de la clase política. Eran momentos difíciles.

Durante la mayor parte del siglo XX en España los periódicos eran realizados por políticos y para políticos con la consiguiente intromisión del poder en las esferas públicas de opinión. Con todo ello este tipo de periódicos más que informar con cierta imparcialidad y objetividad se dedicaban a aplaudir toda información perteneciente a sus círculos de opinión política obviando y, por que no decirlo, persiguiendo la posible y más que segura existencia de otros sectores contrarios de opinión. En definitiva, en un mundo así la pluralidad es prácticamente inexistente.

Aún así, existirán algunos lectores que pensarán que este tipo de situación se repite incesantemente en nuestros días y que este planteamiento no es más que una simple translatio de lo que ocurría a lo que está ocurriendo en la actualidad. Sin embargo, existe un matiz muy importante y que no debemos olvidar y es que la información ya no es patrimonio de una clase privilegiada sino patrimonio de todos los ciudadanos.

Todos los ciudadanos tienen derecho a emitir su opinión y a plantear sus alternativas, posicionarse y plantear soluciones a los temas más candentes de actualidad, sin trabas, sin cortapisas, dentro de un marco totalmente diferente como es el Estado de derecho y dentro de los principios constitucionales que rigen la vida democrática de nuestro país.

Aunque nos parezca mentira o se haya olvidado en el más oscuro de los cajones de nuestra historia pasada todo esto ha sido posible gracias al trabajo de muchos y muchas personas anónimas que incluso han entregado su vida para conseguir esa meta.

En cierto modo, puede que yo esté escribiendo de este modo en gran parte gracias al esfuerzo y al tesón de todos ellos que han conseguido proporcionarnos la ansiada pluralidad, la libertad de expresión, el libre pensamiento y la libre elección.

A todos ellos y en agradecimiento póstumo, gracias.

* La presente columna de opinión fue publicada en la Revista Colores editada por numerosos medios de prensa regional de nuestro país, en el año 1998-1999.

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