LLEGÓ EL VERANO

Es lamentable que lo verdaderamente importante y valorable en nuestros días no sea otra cosa que el culto al cuerpo y la proclamada vida saludable, con lo bien que vivían nuestros abuelos sin enterarse de nada. Colesterol, aterioesclerosis, infartos ¿que sabían ellos?.

El bombardeo informativo nos presenta unos cuerpos esculturales que ya quisiera yo verlos como norma general por la calle -como si esa fuera la realidad de nuestro mundo-. Estas campañas incitan a los más crédulos/as a someterse a severos regímenes adelgazantes y al cuidado exacerbado de su imagen pública. Llega el verano y hay que esconder esos kilos de más que se han ido almacenando durante todo el invierno.

No hay nada como una sesión de liposucción o un tratamiento adelgazante acelerado para perder, entre otras cosas, no sólo la salud sino un buen montón de dinero en tratamientos costosos que no te garantizan más que resultados mínimos con la pérdida, a lo sumo, de uno cuantos kilitos y mientras te sometas a la tortura diaria del tratamiento pero que inmediatamente después de abandonar éste vuelves a recuperar.

Sencillamente la gente que vive de su imagen es normal que se costee carísimos seguros para prever cualquier accidente que le pueda suponer el final de su carrera como modelo, artista etc, o se gaste grandes cantidades de dinero en operarse de las más variopintas partes corporales. Aunque mi opinión personal es que ya está bien de tanta cursilería. Donde está el típico dicho de “ser natural” o “ser tal como uno es”; todo una patraña. Además los seguros hacen el agosto con este tipo de contratación que en general no sirven para nada.

El resto de los mortales ya tenemos que padecer suficientes gastos mensuales como para pensar en asegurar al perro o al gato por si les coge un camión o fallecen de un ataque asmático, demasiado tenemos con apretarnos el socorrido cinturón para poder llegar sin sobresaltos a fin de mes.

A pesar de todos los inconvenientes económicos y propios que nos reporta la propia existencia humana quien se resiste a no abandonar el hogar en el verano, recoger los bártulos e iniciar el largo éxodo hacia las deseadas y lujosas playas donde -según nos cuenta la publicidad-, cuerpos exuberantes nos esperan. El turista ávido de contemplar nuevas experiencias no escatima en comodidades; ¡es verano!. Pero esta efímera felicidad finaliza más pronto de lo que empezó, como también terminan de gastarse nuestros sufridos ahorrillos conseguidos tras un duro año de aguantar y aguantar candela. El viaje se ha de realizar en las mejores condiciones físicas. Después de un año sin hacer ni una flexión ni haber corrido ni para ir a por el pan ahora se requiere un tratamiento de fuerza siete, intensivo donde los haya, para acabar con el terrible michelin.

Mientras tanto en nuestro querido país llega el verano y parece que el tiempo se ha parado por completo, todo deja de funcionar, hasta los taxistas deciden hacer la jornada cerca de la playa ¡por si las moscas!. Que desastre. El Ayuntamiento, la Consellería, lo público... ni pregunten. El típico y tópico ¡Vuelva Mañana! se convierte en el ¡Vuelva el dos de septiembre!. ¿Y los que no tenemos la suerte de disfrutar del ansiado descanso?, ¿debemos marcharnos a otro país para rellenar una instancia o simplemente enviar con celeridad una postal?. Con los parados que hay. Si los dramas populares de Rinconete y Cortadillo suponían la mofa de nuestra España decimonónica parece que ahora se estila el Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. ¡Cuidado, que viene la privatización!. “Aprovechemos ahora que todos están de vacaciones y privaticemos hasta las aceras”. Pero esto es otra historia.

Creo con toda sinceridad que el estress se ha apoderado de mi y los nervios se me han disparado con la perorata anterior. Debería irme de vacaciones sin la mujer, los hijos o la querida suegra. Quien sabe a lo mejor encuentro a la chica del anuncio de “Fa”, aunque creo que debe estar en estos momentos en alguna nevera conservándose bien para el próximo spot. Y si voy a la playa y encuentro que no existen tales monumentos ni por casualidad.

Y si descubro con horror que los michelines son la nota predominante ¡Dios mío! puedo sufrir un colapso cardiaco provocado por el engaño del bombardeo masivo de la televisión.
Sinceramente no se lo que debo hacer aunque creo que no me queda más opción que darme un respiro y descansar como los demás. Elegir estratégicamente el lugar donde pasar unos días tumbado a la bartola sin las molestias del mundanal ruido y no creerme absolutamente nada de la televisión. A lo mejor es cierto que el año ha sido muy largo y es menester largarme; aunque como el tiempo pasa tan deprisa ¿quien sabe?.

* La presente columna de opinión fue publicada en la Revista Crónicas de Castilla La Mancha CDR, en el año 1998-1999.

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