¿Existe el arte puro? ¿Para qué vale el arte por el
arte? ¿El arte sin significado no se convierte en objeto
de consumo y decoración? ¿El arte no ha de procurar
cambiar las cosas, eliminar la explotación del hombre
por el hombre, provocar la reflexión sobre la sociedad
corrupta y mover la disputa hacia a un cambio social?
¿Se puede hacer arte comprometido sin caer en el
panfleto político?
Estas y otras preguntas se las hicieron todos los
artistas que exponen en la sala. Todos tenían o tienen
preocupaciones sociales, estaban o están comprometidos
directa o indirectamente con los partidos políticos
europeos de izquierdas en un período en que se
preguntaban por la alternativa tanto al capitalismo como
al comunismo oficial representado por Rusia. |
«Ladies and gentlemen, the Wall went down!»
Así hablaba Reagan, arrebatando todo el protagonismo a
las sociedades que lo tiraron abajo. Justamente un par
de décadas después de aquel anuncio las democracias
occidentales son cada vez menos transparentes y menos
solidarias.
El artista, como intelectual, vive en una sociedad
concreta; sus acciones nacen impregnadas por alguna
ideología y su obra así lo refleja. Lo que marca la
experiencia del mundo no es la vida, sino la
supervivencia.
La
cuestión no es el sistema económico existente, sino el
enorme esfuerzo que ha de realizar el artista para
romper las ataduras que regímenes políticos, mecenas y
sociedades le imponen. No obstante, una gran obra de
arte puede nacer a partir de un hecho fortuito o casual
para conseguir, en manos del artista, una dimensión
universal. Veamos algunos ejemplos en esta exposición.
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