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                  Claro de Luces
                    
                      
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                        Claro de Luces 
                        Obra escultórica de 
                        Emilio Gallego 
                        Del 30 de junio al 2 de octubre de 
                        2005 
                        Sala Oberta - la nau 
       
                      Horario: de martes a sábado de 10 a 13.30 horas  y de 
                      16 a 20 horas. Domingos de 10 a 14 horas. ENTRADA LIBRE 
                        En 
                        agosto de de martes a domingo de 10 a 14 horas |  
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                        Visita visual |  
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                        la cultura valenciana durante los más de 500 años en los 
                        que esta universidad cataliza e impulsa de manera 
                        decisiva el desarrollo de una sociedad moderna y 
                        competitiva. Dicha escultura servirá como reconocimiento 
                        a la colaboración de todos aquellos miembros de la 
                        sociedad y de la comunidad universitaria que de alguna 
                        manera facilitan y apoyan la importante labor realizada 
                        por la Universitat. 
                        Para el desarrollo del proyecto se toma como referente 
                        plástico y simbólico el observatorio astronómico 
                        construido sobre el edificio del rectorado por el 
                        catedrático de cosmografía y física del globo Ignasi 
                        Tarazona a principios del siglo
                        xx. 
                        Formalmente se constituye por dos formas macizas 
                        triangulares que, partiendo de una base elíptica, van 
                        rotando hasta que se cruzan sin llegar a tocarse, una de 
                        las cuales se rompe en el extremo, haciendo alusión, 
                        este último detalle, a la cultura clásica representada 
                        por la imagen de la estatuaria que conocemos. De esta 
                        manera resulta que la escultura conforma en su interior 
                        vacío un dibujo que recuerda la silueta del observatorio 
                        astronómico situado en el rectorado, con todo el 
                        interesante simbolismo que se desprende de dicho 
                        observatorio como instrumento de conocimiento del 
                        universo y su relación con la institución que lo 
                        alberga. Igualmente, Claro de luces sugiere la 
                        idea de umbral o puerta despejada que al ser traspasada 
                        nos ofrece un campo abierto a la cultura y el progreso. 
                        Su evidente estructura de espacio libre, protegido y en 
                        busca de nuevos espacios, representa de una manera 
                        sencilla y a la vez rotunda los anhelos de conservación 
                        y búsqueda de conocimientos humanos, a la vez que por su 
                        aspecto abierto refleja los principios democráticos que 
                        tal labor requiere para su buen desarrollo en la 
                        sociedad actual y pone también de manifiesto la 
                        necesidad de los valores de conservación, transmisión, 
                        creación e investigación que representa la universidad 
                        en el ámbito de la cultura, las ciencias y las artes. 
                        Claro de luces aspira a ser un símbolo que 
                        represente a toda la comunidad universitaria para 
                        premiar su compromiso con la misma y la tarea de mejorar 
                        la calidad de su trabajo para desarrollar un mundo 
                        mejor. 
                        Emilio 
                        Gallego. Requena, junio de 2005 |  
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                        SOBRE EMILIO GALLEGO Y SU “CLARO DE LUCES” 
                        A nadie se le escapa que nos hallamos instalados en un 
                        mundo —suma de mundos— fragmentario, paradójico, 
                        incierto y fútil. Esa “realidad” social y cultural, 
                        sobre la que muestran su coincidencia los diversos 
                        enfoques de la filosofía contemporánea, no nos exime 
                        empero —más bien al contrario— del esfuerzo colectivo 
                        destinado a la afirmación y sostenimiento de una 
                        axiología vertebradora del tiempo histórico que nos ha 
                        tocado vivir. En la línea que apuntamos, sabido es que 
                        la contribución de los artistas plásticos (sea mediante 
                        “descripciones”, “interpretaciones” o “propuestas” 
                        creativas) es, en muchas ocasiones, definitoria a la 
                        hora de clarificar aspectos de nuestro presente, y nodal 
                        —en otras— para avizorar horizontes que en el mañana 
                        “dibujarán” el “paisaje” de la “nueva” realidad. 
                        Estas apretadas reflexiones surgen a propósito de la obra 
                        escultórica de Emilio Gallego. He seguido su trayectoria 
                        materializadora de inquerencias plásticas —tras su 
                        asentamiento en la valenciana ciudad de Requena— con 
                        verdadero interés, observando cómo iba cuajando su 
                        personalidad artística mostrando “atmósferas” y 
                        trasluciendo “sensibilidades”. Una obra en el crisol de 
                        la cual se funden seguridades y contradicciones, 
                        convicciones e ironías, ideas pasadas por el filtro de 
                        lo racional y ensoñaciones nacidas al calor de la 
                        subjetividad… Autor de murales, performances, 
                        esculturas e intervenciones, con un juego combinatorio 
                        de la piedra, la madera y el acero ha construido figuras 
                        de fuertes resonancias rurales e intensa presencia 
                        energética y animista. En ellas se pueden vislumbrar 
                        múltiples significados: representaciones del crecimiento 
                        natural, de la trama de la vida, de los cuatro elementos 
                        o de los puntos cardinales, del reino vegetal y 
                        mineral…; pero también son señales de los aperos de 
                        labranza o los molinos de grano. Emilio Gallego (como 
                        nos ha servido en sus exposiciones individuales y 
                        colectivas, y en sus esculturas públicas —emplazadas, en 
                        cuanto que tótems, en diversos parajes de su comarca—) 
                        se inspira en la energía de la naturaleza y la necesidad 
                        expansiva de la conciencia ecológica; y será esa misma 
                        naturaleza, con su erosión, oxidación, raspado o rayado, 
                        la encargada de transformarlas y decantarlas 
                        acogiéndolas en su propio ciclo geológico. |  
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                        La 
                        presente exposición —“Claro de luces”— ejemplifica su 
                        entendimiento artístico, basculante entre el 
                        objetualismo y el instalacionismo. Pues, obviamente, 
                        estamos ante la “fabricación” de unos objetos 
                        tridimensionales que trascienden el implícito valor 
                        estético al haber sido ideados para su “intervención” en 
                        un espacio dado, ya que el deseo de nuestro escultor es 
                        el de la “creación de ambientes”, el de conformar, al 
                        aire libre, ámbitos de significación y comunicación. Se 
                        ha producido lo que, en términos heideggerianos, 
                        supondría la sustitución del “sitio” que se escoge para 
                        emplazar un objeto artístico por la creación de un 
                        “lugar” al que, presumiblemente, se asignará una función 
                        simbólica. Y es que el artista (productor de imágenes) 
                        puede transformar, falsear, subrayar, simular, 
                        introducir integraciones, provocar disonancias, acentuar 
                        contrastes…, al asignar al espacio entorno el papel de 
                        “valor activo”. 
                        Su pieza central, “Claro de luces”, se inscribe, formal y 
                        estilísticamente, en la pluriforme línea de la escultura 
                        canónica, forjada en metal, durante la modernidad, que 
                        recogiendo un concepto innovador (el de la valoración 
                        del espacio vacío como material escultórico), sería 
                        desarrollado por significativos artistas de la segunda 
                        mitad del siglo XX, quienes sellarían sus respectivas 
                        poéticas desde sus personalísimos lenguajes y diversidad 
                        de planteamientos: Anthony Caro, Jorge Oteiza, Eduardo 
                        Chillida, el Andreu Alfaro de los años cincuenta, Martín 
                        Chirino, Richard Deacon, Richard Serra… Como el propio 
                        autor la describe, “se constituye mediante dos formas 
                        macizas triangulares que, partiendo de una base 
                        elíptica, van rotando hasta que se cruzan sin llegar a 
                        tocarse”. Emilio Gallego ha procurado, en su interior 
                        vacío, perfilar un dibujo que evoque la forma del 
                        Observatorio situado en el edificio del actual Rectorado 
                        de 
                        la 
                        Universitat de València. Asimismo, la referencialidad 
                        simbólica de esta obra, cuyo encargo ha asumido con 
                        ilusión, ha sido muy meditada al desarrollar su 
                        proyecto: “Su evidente estructura de espacio libre, 
                        protegido y en busca de nuevos espacios, representa de 
                        una manera sencilla y a la vez rotunda los anhelos de 
                        conservación y búsqueda de conocimientos humanos, a la 
                        vez que, por su espacio abierto, refleja los principios 
                        democráticos que tal labor requiere para su buen 
                        desarrollo en la sociedad actual, poniendo de manifiesto 
                        la necesidad de los valores de conservación, 
                        transmisión, creación e investigación que representa la 
                        Universidad en el ámbito de la cultura, las ciencias y las artes”. 
                        
                        Juan Ángel Blasco Carrascosa. 
                        Catedrático de Historia del Arte. Universidad 
                        Politécnica de Valencia |  
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