Del altar a la calle
Del altar a la calle
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Itinerancia |
- Del 13 de julio al 6 de
agosto de 2009. Sala Coll Alas. Plaça Escola Pia,1.
Gandia
- Del 21 de octubre de 2008 al 11 de
enero de 2009. Sala Martínez Guerricabeitia - La Nau |
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JOAN COSTA. Dolorosa d’Iraq, 2003 |
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DEL ALTAR A LA CALLE
¿Cómo era la cara y la imagen corporal de Jesús? Qué
imagen tenía la Virgen María y los grandes personajes
protagonistas de los evangelios, Pedro, Juan, Magdalena,
Judas, etc.? En realidad, los cuatro relatos canónicos
del cristianismo no nos dicen nada y su iconografía es
debida siempre a variaciones o reelaboraciones de
imágenes anteriores, no siempre respetuosas con los
orígenes, la función religiosa y el significado
espiritual de todas estas figuras.
De hecho, el cristianismo primitivo es anicónico y la
historia de la iconografía cristiana no comienza a
desplegarse hasta la primera mitad del siglo III. Las
primeras comunidades cristianas sólo hacían uso de
símbolos que dejaban a las paredes de las catacumbas
romanas, como la paloma o el pez.
El pensamiento nuevo y, sobre todo, la iconografía nueva
no se encuentran inmediatamente. Por esta razón, la
Iglesia decide servirse de la iconografía mitológica
conocida (Hermes Crióforo, pastor de ovejas, Orfeo,
Hércules, Eros i Psique, etcétera), para representar
tanto la figura la figura de Cristo como la de la
Virgen, los sacramentos y las diferentes escenas
bíblicas (Noé, Isaac, David frente a Goliat…). En el año
313 el cristianismo se convirtió en la religión del
estado, lo cual lleva a cortar de raíz tanta vitalidad. |
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JAUME
GARCÍA ANTÓN. Papa, brokers, xiqueta, 2001 |

JOSÉ
ORTEGA. Vizio [Sèrie:”La mistica (Dürer III)” núm. 10],
1971 |
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La exposición que ahora nos presenta el Patronato
Martínez Guerricabeitia de la Universitat de València es
una muestra del esfuerzo de los artistas por invertir
los términos y así, si la Iglesia intentó el control de
la calle a través del altar, ellos llevan las imágenes
del altar a la calle. Con una diferencia fundamental: no
quieren controlar el altar sino todo lo contrario, que
el altar deje en paz la calle. Igual que los primeros
artistas cristianos, la mayor parte de los artistas
presentados aquí deconstruyen y reutilizan el museo de
las imágenes generadas a través de los siglos para
encararnos con las miserias de nuestra propia educación
político-religiosa, porque la evolución de esta
iconografía expresa también la capacidad de polivalencia
simbólica de las imágenes alegóricas, susceptibles de
transmisión e incluso de contradicción respecto a las
formas originales, desde el momento que no hay un código
rígido ni normativo cerrado, sino un abanico infinito de
posibilidades a partir de unos pocos elementos
reconocibles y con un valor universal. |
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MANUELA BALLESTER. Federico García Lorca crucificat,
1974 |

JACINTA GIL. Crucifixió, 1966 |
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La muestra recoge las propuestas de dieciséis artistas y
comprende un período de cuarenta años, desde 1966 hasta
nuestros días, en un intento de ir más allá del
encorsetamiento de estéticas y de generaciones tan
estimado por algunos medios de comunicación y por
algunos críticos especializados.
Los artistas, por tanto, devuelven a la calle lo que es
de la calle sin solemnidad, con humor, ironía y
humildad; sin intentar construir ningún catecismo
laicista alternativo. Ellos son los verdaderos
oficiantes activos del ritual del conocimiento y la
dimensión religiosa a través del proceso de
desmitificación irónica para devolvernos la mirada
amante i amable del Jesús primitivo.
Ciencia, arte, religión, cada una en su ámbito, pueden
contribuir a la mejora y la libertad de las personas
concretas, como lo demuestra la teología de la
liberación u otras experiencias a lo largo de la
historia. Son cosas que prácticamente todos los artistas
que se presentan aquí, con su humor, su inteligencia
crítica y poética, nos ayudan a armonizar y ver más
claramente para que podamos cotejar con más consciencia
y pluralidad de juegos el siglo que acaba de empezar y
que espera de nosotros unos gestos realmente nuevos y
entusiasmados. |
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CURRO GONZÁLEZ. Pintura religiosa nº 3,
1991 |
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