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Vicerrectorado de Cultura

Cercanías. Fotografias de José Mª y José Vte. Penalba

Niños del barrio de Nazaret. 01.09.1975

Cercanías

Fotografías de José Mª y José Vte. Penalba

 

Itinerancia

- Instituto de Estudios de la Vall d’Albaida. Agullent. Del 8 al 23 de octubre de 2005

- Sala de exposiciones del Palau dels Barons de Santa Bàrbara. Ayuntamiento d'Ontinyent. Del 9 de septiembre al 2 de octubre de 2005

- Casa de la Cultura Marqués de González de Quirós. Gandia. Del 22 de abril al 18 de juio de 2005

- Sala Thesaurus - La Nau - Del 23 de noviembre de 2004 al 9 de enero de 2005

 

Visita visual

Más imágenes

Ofrenda de flores a la Virgen durante las fiestas falleras. Marzo de 1955

Viçent Andrés Estellés recita sus versos en el teatro Principal. 19.12.1972

 

Escribía Marc Bloch en Apologie pour l’histoire ou métier d’historien que la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado, pero que tampoco se puede comprender el pasado sin saber nada del presente.1 Afortunadamente, la fotografía se nos presenta como un puente mágico entre tiempos extraños que contribuye tanto a la comprensión del mundo pretérito como del mundo actual. Es más, sabiendo como sostenía Bloch que el tiempo histórico es una realidad concreta y viviente, entregada a la irreversibilidad de su impulso, y que es también el plasma donde se sumergen los fenómenos y el lugar de su inteligibilidad, podemos descubrir en la fotografía la pulsión de un viaje particular en el tiempo. Un singular y apasionado trayecto que tiene por misión recoger los fragmentos dispersos de la memoria para captar así el sentido del tiempo de la historia y ligarlo emocionalmente a nuestros significados más existenciales.

1 Bloch, M. (1949): Apologie pour l’histoire ou métier d’historien, París, Armand Colin; publicado nuevamente en español como Apología para la historia u oficio de historiador, México, Fondo de Cultura Económica, 1996.

 

Riada del Túria. Distrito marítimo. Octubre de 1957

Nevada. Av. del Oeste esquina a la calle del Hospital. Enero de 1960

 

En la niebla inestable del pasado, las impresiones fotográficas consiguen el efecto de crear zonas nítidas, visibles tanto al frío escrutinio de la ciencia como a la mirada nostálgica, la acción estética o el impulso sentimental. Quizás por eso la fotografía, hija predilecta de una modernidad siempre obsesionada con su pasado, se perfila con una doble vertiente. Por una parte, muestra un lado instrumental, donde la fotografía aparece, sobre todo, como testimonio gráfico, fuente de datos, procedimiento técnico, instrumento periodístico y, esencialmente, como documento de conocimiento en manos de la ciencia social. Pero, por otra parte, la fotografía ofrece un lado expresivo, cálido, donde aflora la evocación y el recuerdo, la emoción y el sentimiento, el subjetivismo de un objetivo que se entrega a la creación artística más que a la recreación técnica del tiempo huido. Así pues, como creación estética y como recreación histórica, como arte y como técnica, la fotografía cumple una doble función social, claramente visible en la serie de imágenes que tanto José María Penalba como José Vicente Penalba nos ofrecen del último medio siglo valenciano.

 

Plantá de la falla de la plaza del Ayuntamiento. La cara de Palas Atenea es arrastrada por un turismo en medio del tráfico matutino. 13.03.1974

Camas del Hospital La Fe se alinean en la parte delantera de Ciudad Sanitaria para recibir a los heridos de la tragedia del Camping Los Alfaques. 11.07.1978

 

Sin entrar en valoraciones estéticas de los momentos captados por la cámara de los Penalba, sí que debemos descubrir en ellos los perfiles de una fotografía en clave documental y existencial. Como fijador sociológico, condensador histórico y espejo antropológico donde mirarnos a distancia, la fotografía expresa la función de la imagen en el estudio de las problemáticas sociales y su capacidad transformadora, una función a través de la cual podemos conocer, describir, denunciar, expresar, difundir y cuestionar todo lo que nos conmueve de la realidad que nos rodea. En el acto de fotografiar, expresado a la perfección en la colección de instantáneas de los Penalba, convergen nuestras experiencias, nuestra historia, nuestras concepciones, intereses, gustos, valores, saberes y creencias, producto en última instancia de nuestro paso por la vida y de nuestro devenir social. El impulso que lleva a disparar el obturador, así como aquello que determina la selección de una u otra imagen, no es ajeno a nuestra subjetividad, a nuestra forma de entender lo que observamos y retratamos. Como tampoco lo es a la mirada del espectador, confrontado con las propuestas provocadoras del fotógrafo en su interrogación del mundo.

 

Velada a las puertas de la universidad en la calle de La Nave para obtener una plaza. 08.07.1975

Accidente de tren en Vallada. 20.06.1980

 

Al atrapar los fragmentos congelados de tiempo donde se condensan los rasgos de cada época, la fotografía opera como fuente fértil de experiencias capturadas, estímulo para la toma de conciencia y recuperador de emociones lejanas. Viajando así en el tiempo recordamos, es decir, traemos al corazón sensaciones estremecedoras (dolor, miedo, placer, sorpresa), al mismo tiempo que nos inunda el fulgor inquietante de la melancolía o se nos aviva en la mente la chispa de la pasión por el conocimiento. Por eso, los cuarenta y dos años de Valencia sintetizados por el objetivo fotográfico de los Penalba nos dibujan la trascendental metamorfosis de una urbe mediterránea, que este lapso de tiempo pasa de ser una ciudad provinciana anclada en la gris autarquía de posguerra a convertirse en una metrópolis abocada al vértigo de la modernidad avanzada. Y eso no sólo le ocurre a la ciudad expandida y vertida sobre su hinterland agrario, sino también a este mismo territorio, dramáticamente atenazado entre las inclemencias de la madre naturaleza y la acción perversa de la civilización industrial.

 

Alfons Cucó, Antonio García Miralles, Ricard Pérez Casado, Felipe González, Joan Lerma y Felip Guardiola, paseando por delante del Ayuntamiento. 16.01.1980

Estación de Alzira tras la rotura de la presa de Tous. 23.10.1982

 

La serie de imágenes seleccionadas, la mayoría de ellas en blanco y negro, nos describen la decadencia de una sociedad casi premoderna, donde los paisajes, las personas y los artefactos parecen librarse definitivamente de la piel de la tradición para enfundarse una nueva envoltura, la de la Valencia desarrollista, que sale como puede de la noche franquista y se adentra a través de una convulsa transición en la era tecnológica y global. En esta singular travesía la cámara de José María Penalba narra los años que desde la gran riada de 1957 conducen a la Valencia de los “felices” sesenta. Por contraste, el objetivo de José Vicente Penalba destaca el advenimiento de una Valencia socialmente fracturada, inundada por el barro de las identidades, pero que años después se transforma en una ciudad acelerada y cambiante, cautiva entre la conservación problemática de su herencia y la apuesta arriesgada por el siglo xxi. Después de todo, el conjunto de esta muestra esencial del patrimonio fotográfico valenciano pone de manifiesto el auténtico patrimonio sentimental de los valencianos y las valencianas, que quizás ahora contemplen estas variadas instantáneas con una mezcla de desencanto y estupefacción.

 

Retirada de la estatua del General Franco. 09.09.1983

Primer trasplante de corazón en Valencia, Ciudad Sanitaria La Fe. Un integrante del equipo medico traslada el corazón enfermo después de extraerlo del paciente. 16.01.1987

 

Las casi 150 fotografías que componen la muestra se pueden agrupar en cinco grandes áreas temáticas, cada una de las cuales, a su vez, tiene una lógica cronológica que testimonia las mudanzas históricas de lo social. Una primera gran área se refiere al urbanismo y al paisaje, donde la ciudad y los territorios adyacentes aparecen como los contenedores vivos de la vida humana, escenarios y soportes de la historia económica y social. En segundo lugar, se dibuja el área multiforme del tiempo de ocio, de la fiesta, del arte, del deporte y del tiempo libre, terreno privilegiado de los acontecimientos de la historia cultural. Un tercer campo es el de los asuntos de la política, el de la Historia en mayúscula que condiciona las experiencias de los ciudadanos. Tanto, al menos, como las catástrofes y los sucesos de todo tipo que, en cuarto lugar, trazan los rasgos de la historia natural y humana, donde confluyen el azar siniestro, los elementos físicos y las pasiones desatadas. Finalmente, una quinta área aparece conformada por las imágenes de aquellos personajes que evocan la microhistoria de los pueblos, barrios y comunidades, la experiencia cotidiana donde caben el abandono y la esperanza, lo antiguo y lo nuevo, las personalidades y las despersonalizaciones. Todas juntas, las cinco áreas comentadas componen el mosaico complejo de una Valencia sacudida, marginada y saqueada por los vientos borrascosos de la contemporaneidad.

 

Cicciolina visita la falla de Na Jordana. 18.03.1988

Pedro Almodóvar en la calle de Santa Eulalia. 13.04.1988

 

Testo extraido del artículo “Los fragmentos de la memoria, o la fotografía como viaje en el tiempo” de  Gil-Manuel, Universitat Hernàndez i Martí, publicado en el catálogo de esta exposición  Rodalies. Fotografies de José  Mª i José Vte. Penalba de València, 2004

 

Reyerta en el jardín del río Túria. 05.01.1999

La alcaldesa  Rita Barberá visita los talleres falleros. 04.03.1999

 

 


 

Más información: cultura@uv.es