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Vicerrectorado de Cultura

Si mi pluma valiera tu pistola

"Si mi pluma valiera tu pistola"

Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (1937)
 

Del 27 de noviembre de 2007 al 20 de enero de 2008.

Sala de la Muralla - C. M. Rector Peset

 

Horario: de martes a sábado de 10 a 13.30 horas  y de 16 a 20 horas. Domingos de 10 a 14 horas. ENTRADA LIBRE

Programa Valencia Capital Cultural de la República (1937-2007)

 

 

EL SEGUNDO CONGRESO INTERNACIONAL DE ESCRITORES PARA LA DEFENSA DE LA CULTURA (Valencia-Madrid-Barcelona-París, julio de 1937)

La creación de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura (AIDC), organización internacional de los intelectuales antifascistas, fue un resultado práctico del Primer Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en París en junio de 1935. Un año después, en junio de 1936, se reunió en Londres el Secretariado General ampliado de la AIDC internacional y, en esta reunión, los delegados españoles (Ricardo Baeza y José Bergamín) propusieron que el Segundo Congreso Internacional se realizara en Madrid. Aprobada la propuesta por el Secretariado antes del inicio de la guerra civil, a comienzos de noviembre de 1936, iniciada ya la ofensiva franquista contra Madrid, el Secretariado Internacional de la AIDC ratificó en París la decisión adoptada cinco meses antes en Londres.

Sin embargo, el traslado en noviembre de 1936 del gobierno republicano de Madrid a Valencia fue la razón de que el Segundo Congreso Internacional se organizara y se inaugurara en nuestra ciudad, entonces capital de la República. El ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (MIP), el comunista Jesús Hernández, nombró secretarios de organización a tres escritores de la sección española de la AIDC: Juan Gil-Albert, Emilio Prados y Arturo Serrano Plaja.

 

 

Su inauguración tuvo lugar el 4 de julio de 1937 en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento de Valencia por parte del presidente del gobierno republicano, el doctor Juan Negrín. Solemne inauguración de un congreso que constituye, sin duda, el acto de propaganda cultural más espectacular organizado por el MIP durante la guerra civil española. En este congreso —que también desarrolló sesiones en Madrid (días 5, 6, 7 y 8) y Barcelona (día 11), y que se clausuró en París (días 16 y 17)— intervinieron más de un centenar de escritores antifascistas de todo el mundo.

El Congreso planteaba problemas culturales de fondo que habrían necesitado una reflexión intelectual colectiva en un contexto de relajación y paz radicalmente contrario al de una guerra civil. Así, por imperativo de la Historia, el Congreso se convirtió, lógica e inevitablemente a juicio de Corpus Barga, en un «acto de oposición a la barbarie fascista», pues «el Congreso, sobre todo en Madrid, sólo podía ser un acto de guerra». Muy lejos aquellos escritores antifascistas de las torres de marfil y de las musarañas poéticas, la indagación de formas concretas de ayuda a la España republicana y las condenas de la política de no intervención practicada por las democracias occidentales fueron constantes. Por otra parte, el replanteamiento de la misma función social de la literatura, del compromiso del escritor o del poder real de la palabra como arma específica de la inteligencia fueron cuestiones candentes que se plantearon también a la consideración colectiva de los congresistas.

 

 

La defensa de la cultura significaba intelectualmente la defensa de un nuevo humanismo revolucionario, de un humanismo socialista que luchaba por la conquista de la dignidad humana y de la libertad de los pueblos. Por ello, esa defensa de la cultura implicaba también, en aquella España republicana en guerra contra el fascismo internacional, la defensa de las nacionalidades culturales de sus distintos pueblos. La presencia de una delegación del País Valenciano en un Congreso Internacional de Escritores constituía una rigurosa novedad histórica que ponía de manifiesto la voluntad de «normalización» de nuestro proceso de «recuperación» política y cultural durante los años de la Segunda República.

 

 

Al margen de incidentes como la polémica exclusión de André Gide o de algunas miserias políticas o insuficiencias estéticas de los propios discursos —impregnados, lógicamente, de la temperatura pasional en la que se desarrollaron los trabajos y los días de aquellos escritores extranjeros que sufrieron visceralmente una experiencia singular en un contexto tan excepcional como el de una guerra civil—, lo que de ninguna manera se puede negar a este Segundo Congreso es su grandeza antifascista. Porque su razón fundamental era precisamente esa: todos aquellos escritores extranjeros viajaron a una España en plena guerra civil para expresar la solidaridad internacional del antifascismo intelectual con la República española.

Manuel Aznar Soler

GEXEL-CEFID-Universitat Autònoma de Barcelona

 

 


 

Más información: cultura@uv.es