Del Tirant al Quijote. La Imagen del Caballero
Del Tirant al Quijote
La Imagen del Caballero
Del 9 de febrero al 8 de mayo de
2005
Sala Estudi General / Sala Duc de
Calàbria - La Nau
Horario: de martes a sábado de 10 a 13.30 horas y de
16 a 20 horas. Domingos de 10 a 14 horas. ENTRADA LIBRE
Visita Visual |

Antonio de.Torquemada.
Historia del invencible Caballero Don
Olivante de Laura.
Barcelona, 1564. Biblioteca Històrica de
la Universitat de València
|
|
En
1905 la sociedad valenciana se embarcó de forma
entusiasta en la conmemoración del tercer centenario de
la publicación del Quijote. Las instituciones
locales, tanto públicas como privadas, diseñaron actos
de todo tipo. La Universitat de València, en concreto,
desarrolló un ciclo de conferencias que pronunciaron
diversos miembros de su claustro de profesores y en las
que se examinaba la obra, y su autor, desde varias
perspectivas.
Denominador común de la totalidad de las celebraciones
que tuvieron lugar en Valencia fue el poco, casi nulo,
lugar que en ellas se dejó a las manifestaciones propias
de la cultura y la lengua de los valencianos. Con raras
excepciones, se obviaba de esta manera la admiración
manifestada por Cervantes hacia nuestro Tirant lo
Blanc o el aprecio que mostró hacia varios de los
mejores escritores valencianos del momento, como Guillem
de Castro, a quien, por cierto, debemos una primeriza
adaptación dramática de la obra maestra cervantina.
Han pasado cien años y la sociedad española se apresta a
celebrar el cuarto centenario de la publicación del
Quijote. En este tiempo ha ido ganando peso una
lectura de la obra, y de su autor, mucho más abierta,
mucho más enriquecedora en su pluralidad. Precisamente
por esta razón surgió la idea de que la Universitat de
València participase de nuevo en dicha celebración, pero
ahora con un enfoque que conjugase el merecido homenaje
y, al mismo tiempo, hiciese honor al firme compromiso de
la institución con la defensa y difusión de nuestra
cultura. Con un enfoque, en definitiva, que se alejase
de tópicos y que recuperase, en concreto, dos aspectos
que influyeron en la conformación de la escritura
cervantina.
El
primero de ellos es el de la narrativa caballeresca y la
configuración de la imagen del caballero, donde el
Tirant juega un importante papel. El segundo, el
universo cultural valenciano, que Cervantes conoció de
primera mano a raíz de sus estancias en Valencia, con
escritores, como el ya citado Guillem de Castro y otros
no menos relevantes como el canónigo Tárrega, Gaspar
Aguilar, Andrés Rey de Artieda o Cristóbal de Virués,
que fueron apreciados y positivamente valorados por el
autor del Quijote.
Para dar forma material a tales planteamientos hemos
contado, en primer lugar, con una cuidada selección de
objetos artísticos (cerámica, grabados, armas,
pinturas...) a través de los cuales podemos reconstruir
la imagen del caballero durante el siglo
xvi. En
segundo lugar, con los importantes fondos de la
Biblioteca Histórica de la Universitat de València,
complementados con una no menos cuidada selección de
ediciones cervantinas y de autores valencianos
depositadas en la Biblioteca Valenciana y en la
Biblioteca Nacional de Madrid, a través de las cuales es
posible hacerse idea del universo cultural valenciano
que Cervantes, como ya queda dicho, conocía bien.
Josep
Lluís Sirera, comisario exposición. Universitat de
València |
|

Alberto Durero. El caballero, la
muerte y el diablo. Grabado sobre papel. Biblioteca
Nacional
|

Don
quijote velando las armas.
José Segrelles Albert. Óleo sobre lienzo, 1948. Museo de
Bellas Artes de Valencia |
|
Paseo por la inmortal memoria del arte de la caballería
Casi desde el principio los libros han proporcionado
motivos y contextos a los artistas figurativos. Entre
las más antiguas miniaturas se conservan ilustraciones
de la Ilíada o de la Biblia, aunque las imágenes
nos acompañan por sí solas desde hace mucho. En los
comienzos de la modernidad escritores como Joanot
Martorell y Miguel de Cervantes vivían en un mundo
poblado de imágenes que convivían en su ingenio con
recuerdos, fantasías y hazañas imaginadas. Así, los
libros no sólo permanecen sino que también invocan
imágenes mentales y sensibles entre los lectores, que se
desvanecen como sombras al pasar la página o dejar las
palabras suspendidas en el tiempo. Tales fantasmagorías,
sin embargo, son tanto o más sugestivas que los intentos
de los artistas por plasmarlas en una forma elaborada al
cabo de un proceso técnico y concienzudo. A favor de los
artistas está su capacidad no ya creadora sino
manipuladora de un lenguaje distinto del verbal cuando
fabrican objetos de toda índole. Para empezar porque las
obras, aunque frágiles, también permanecen a su manera
entre nosotros, tocadas por el tiempo que deja tras de
sí la pátina y la huella de otros seres humanos; en
segundo lugar, porque las formas de los objetos son tan
elocuentes como sus significados y nos hablan de otras
maneras de ver y entender el mundo, de leer los textos y
sugerir otras muchas imágenes, sin que se agote el
manantial de figuras, composiciones y encuadres. Y es
que las imágenes nunca son inocentes, y si no las carga
el diablo, seguramente los artistas, los promotores y
quienes las contemplan lo hacen con parecido ahínco.
No sin pudor se han hilvanado algunas obras en una trama
suelta que, como un tejido, se presta a ser contemplada
de muchas maneras y completada con bordados de muchas
otras figuras, engarces de incontables objetos y
reflejos de brillos increíbles. El ideal de la
caballería y su cristianización, el honor y el oficio de
las armas, el amor y la guerra, los temas míticos,
legendarios o verosímiles que nutrieron la imaginación
de caballeros, damas y escritores, han servido de
argumentos para esta muestra, que no intenta demostrar
nada ni atrapar la imaginación huidiza de los
observadores, sino invitarles a considerar estas
imágenes mientras continúan leyendo y recordando a
caballeros de papel y tinta o vuelven a ver las
secuencias de películas de espada y brujería. Pues
quienes contaron sus aventuras las imaginaron primero
viendo y usando objetos como estos, testigos a su manera
de un pasado que hoy podemos evocar con su presencia
aquí para idearlo a nuestro modo, tal y como sucede con
la lectura de los textos.
No se ha intentado guiar al visitante por un itinerario
cerrado y unívoco en su recorrido por una ínfima muestra
de las imágenes en las que resuenan ecos de lecturas,
hechos y recuerdos del mundo caballeresco. Con medios
limitados, se ha procurado tan sólo apuntar trayectorias
que conduzcan la fantasía de lectores y observadores
atentos hacia un universo inmarcesible de caballeros,
damas, hazañas, galas, torneos, batallas e ideales nunca
del todo alcanzados que hasta el cine ha asimilado como
materia propia. Cuídese el visitante de enloquecer, pero
déjese también arrastrar por el brillo de las armaduras
y los joyeles, el color de la cerámica y los cuadros, la
urdimbre de los tapices y las sombras de los caballeros
que en el mundo fueron, las damas a las que éstos amaron
y los personajes que forjaron algunos de los más
celebrados ingenios de las letras europeas. Se trata al
fin y al cabo de repoblar nuestra imaginación, de volver
la vista a los objetos del pasado que habitan entre
nosotros y de releer historias contadas por voces
humanas. Emilio Lledó escribió que “el texto de la
historia sólo adquiere su sentido como algo dicho para
nosotros; o sea, como otros significados que el lector
incorpora en sí mismo y con los que renueva su propio
discurso interior”, y algo parecido cabría decir de las
imágenes de la historia, objetos artísticos que algunos
quieren encerrar en los museos y en una maraña de fechas
y atribuciones, a menudo discutibles, acaso sin saber
que así se deseca el cauce de la comunicación e incluso
el flujo del pensamiento y la imaginación. Por suerte,
le queda a cada lector y visitante dejar que uno y otra
desborden los marcos, las vitrinas y las páginas de los
libros.
Amadeo Serra Desfilis. Universitat de
València |
|

Tarja con las armas de los Cornell.
Pergamino sobre madera c. 1537. Museu de Belles Arts de
Castelló
|

Plato con caballero y montura con las
armas de la familia Luna.
Siglo XIV. Ayuntamiento de Valencia
|
|

Gotera de Cama. Escena Galante.
Taller de Bruselas. Tapiz de seda y lana.
Primera mitad siglo XVI. Palacio Real de Madrid |
|
Una biblioteca es siempre reflejo de lo que la sociedad
que la sostiene quiere que se prestigie y atesore como
memoria de sus logros culturales y científicos. Y la
sociedad valenciana ha sabido y querido, con amor y
tesón, desde antiguo, conservar sus monumentos
literarios como los testigos excepcionales que fueron de
transmisión del saber y de fruición del placer.
Tirant lo Blanc y don Quijote de la Mancha presiden y
enmarcan esta exposición, pintados sobre el fondo
renacentista y vibrante de la literatura y el arte en la
Valencia de los siglos
xv y
xvi, pero
vistos desde el presente de este milenio nuevo, que los
contempla con distancia, estupor y admiración. Como en
un zoom vertiginoso, la mirada sobre el grabado
del caballero, en la portada del libro antiguo, armas y
letras en imposible conjunción, proyecta nuestra
curiosidad intelectual hacia tiempos y mundos de
inquietantes paradojas. Pero ese enfoque se puede
realizar porque tenemos la fortuna de que la Biblioteca
Histórica de la Universitat de València albergue en sus
anaqueles, como pocas otras en España y en el mundo, una
serie nutrida e importantísima de manuscritos y
ediciones, en latín, castellano y catalán, que
corresponden a la época que se enmarca entre la primera
edición del Tirant lo Blanc (1490) y la primera
parte del Quijote (1605).
Toda aproximación histórica —y una exposición
bibliográfica lo es— requiere la construcción de un
itinerario, guiado siempre por valores del presente, que
crea y llena una trama nueva en el espacio vacío del
pasado. Los hilos que guían el tejido de esta exposición
los proporciona la selección, necesariamente reducida,
pero bien representativa, que une parte de ese
patrimonio bibliográfico valiosísimo. Y el hilo
conductor, el que ordena la trama, mostrando una cadena
con enlaces aprehensibles entre los jalones principales
del camino, lo ofrece la figura del caballero. La figura
del rey caballero, del emperador caballero, representada
iconográficamente en los grabados, pinturas y tapices de
la época, y desplegada narrativamente en los libros de
caballerías, sintetiza, como imagen simbólica, la
ideología de un tiempo que vive desde la entronización
más fastuosa de la figura caballeresca hasta el
desencanto intelectual y lúcido de la crítica
cervantina. De ese modo, podremos observar —casi leer— a
través de la exposición cómo todo un corpus literario
heterogéneo y magnífico se va sobreponiendo y va ganando
de manera incruenta la batalla a la imagen gloriosa y
compacta de la caballería fascinante y triunfante, pero
también decadente e imposible.
La Biblioteca Histórica de la Universitat de València
contiene un valioso conjunto de libros de caballerías,
entre el Tirant y el Quijote,
aproximadamente el mismo número que poseen deslumbrantes
bibliotecas europeas (como las de Múnich, Viena o
Lisboa), y sólo por detrás de bibliotecas nacionales
como las de Madrid, Barcelona, París o Londres. También,
cómo no, cuenta con ejemplares valiosos del Quijote
y otras obras cervantinas. Hay que agradecer que, por su
parte, la Biblioteca Valenciana, que posee uno de los
fondos cervantinos más completos que existen en el
mundo, haya contribuido a esta exposición con la gentil
cesión de algunas de las obras más carismáticas de sus
tesoros bibliográficos. Y gracias, finalmente, a algunas
de las joyas bibliográficas valencianas que posee la
Biblioteca Nacional (obras de Lluís del Milà, Timoneda,
Rey de Artieda, Virués o Guillem de Castro), a la que
igualmente hay que agradecer sus cesiones, se ha podido
completar un panorama bibliográfico representativo de la
mejor poesía, teatro o narrativa de la Valencia del
siglo xvi,
la Valencia que conoció Cervantes.
Pocas veces tendrá el público valenciano oportunidad
mejor de constatar lo que los valencianos del siglo
xvi
—aristócratas, intelectuales, burgueses, y hasta el
pueblo analfabeto, que pedía que le leyeran— exigían que
publicara la imprenta, aquello con lo que aprendían y
disfrutaban. Historia del libro, de la imprenta y de la
literatura, dentro de la historia de la sociología y de
la cultura de un pueblo que necesita reconocerse en su
pasado. Y pocas veces tendremos oportunidad mejor de
saber lo que fueron los famosos libros de caballerías
que dañaron el seso a don Quijote, y de asociar su
realidad material, casi palpable en la exposición, con
el contexto del patrimonio cultural valenciano. Siempre
entre Tirant lo Blanc y don Quijote de la Mancha,
caballeros de ficción, pero caballeros en la historia.
En nuestra historia.
Rafael Beltrán. Universitat de València |
|

Cervantes Saavedra, Miguel de.
El ingenioso hidalgo Don Qvixote de la
Mancha.
Madrid, 1782. Biblioteca Nacional
|

Tirant lo blanch.
Martorell, Joanot. Valencia,1490.
Biblioteca Histórica de la Universitat de València
|
|
|
|