Després del període de recuperació, estudi, catalogació,
restauració i emmagatzematge en condicions òptimes de la
col·lecció de fotografia històrica de la Universitat:
plaques de llanterna, orles acadèmiques i retrats, i a
partir d’aquesta, i la varietat temàtica que presenta,
aquesta mostra crea un espai de reflexió sobre la
fotografia de final del segle
xix i
primeres dècades del segle
xx,
principalment, dins de l’àmbit universitari: el procés
educatiu a través seu, el desenvolupament tècnic i la
seua aplicació, el retrat de professors i alumnes
convertits en memòria, temps i record.
Un gran nombre d’imatges d’altres temps i llocs com a
elements constitutius i necessaris d’aquesta arena
numerosa que discorre per les fines parets de vidre
d’un rellotge d’arena que marca, amb temible puntualitat,
el temps dels vius i remet inevitablement a
plantejaments clàssics sobre la fugacitat de la vida i
la fragilitat de l’existència humana. |
Está bien que se mida con la dura
sombra que una columna en el estío
arroja o con el agua de aquel río
en que Heráclito vio nuestra locura.
El tiempo, ya que al tiempo y al destino
se parecen los dos: la imponderable
sombra diurna y el curso irrevocable
del agua que prosigue su camino.
Está bien, pero el tiempo en los desiertos
otra sustancia halló, suave y pesada,
que parece haber sido imaginada
para medir el tiempo de los muertos.
Surge así el alegórico instrumento
de los grabados de los diccionarios,
la pieza de los grises anticuarios
relegarán al mundo ceniciento
del alfil desparejo, de la espada
inerme, del borroso telescopio,
del sándalo mordido por el opio,
del polvo, del azar y de la nada.
¿Quién no se ha demorado ante el severo
y tétrico instrumento que acompaña
en la diestra del dios a la guadaña
y cuyas líneas repitió Durero?
Por el ápice abierto el cono inverso
deja caer la cautelosa arena,
oro gradual que se desprende y llena
el cóncavo cristal de su universo.
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Hay un agrado en observar la arcana
arena que resbala y que declina
y, a punto de caer, se arremolina
con una prisa que es del todo humana.
La arena de los ciclos es la misma
e infinita es la historia de la arena;
así, bajo tus dichas o tu pena,
la invulnerable eternidad se abisma.
No se detiene nunca la caída.
Yo me desangro, no el cristal. El rito
de decantar la arena es infinito
y con la arena se nos va la vida.
En los minutos de la arena creo
sentir el tiempo cósmico: la historia
que encierra en sus espejos la memoria
o que ha disuelto el mágico Leteo.
El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
que el rey sajón ofrece al rey noruego,
todo lo arrastra y pierde este incansable
hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
de tiempo, que es materia deleznable.
Jorge Luis Borges.
“El reloj de arena”. |