LIBRO DEL MES, Febrero 2010 La alquimia en España: escritos inéditos, noticias y apuntamientos que pueden servir para la historia de los adeptos españoles |
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Este libro, en dos volúmenes, es una recopilación de textos sobre la evolución de la práctica de la alquimia en España. Una obra menor de la producción académica del catedrático de química José Ramón Fernández de Luanco y Riego (Castropol 1825- Castropol 1905). Una muestra de su carácter humanista y de su interés por la historia de las ciencias. Son diferentes textos que Luanco fue encontrando al consultar antiguos manuscritos o diversas publicaciones sobre el tema; lo que explica el lapso de tiempo transcurrido entre la publicación de los dos volúmenes, además, como el mismo autor escribe en la dedicatoria del primer volumen: “doy a la luz mis pasatiempos y no un estudio formal y completo de la alquimia en España, pero tú has querido que se publicasen reunidos”. Aquí hace alusión a uno de sus más ilustres discípulos: Marcelino Menéndez y Pelayo. Ese magisterio lo ejerció por amistad con la familia del historiador y del que Menéndez y Pelayo siempre se sintió deudor como manifestó públicamente en reiteradas ocasiones a lo largo de su vida. |
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En el aspecto profesional, José Ramón de Luanco vivió un periodo de transición académica como demuestran sus trabajos científicos. Fue catedrático de química de diferentes universidades españolas, sin embargo a partir de 1868 se asentó definitivamente en Barcelona. Allí llegó a ocupar los cargos de decano de la Facultad de Química y rector de la Universidad de Barcelona (1899-1900). También fue presidente del Ateneo de Barcelona, miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, así como vicepresidente del primer patronato de la Biblioteca Pública Arús. Entre las distinciones recibidas figuran la Legión de Honor de Francia, la medalla Berzelius sueca y la gran cruz de Isabel La Católica. En palabras de su colega, el también profesor de química Eugenio Mascareñas: “Luanco como académico puso al servicio de la corporación sus condiciones de erudito, de bibliófilo, de literato y de químico. Como profesor ofreció en holocausto de la ciencia su vocación, sus entusiasmos, su amor a la juventud y a la cátedra. Como hombre rindió culto a la verdad, a la justicia y al bien, no sólo con sus palabras, sino con sus actos, así públicos como privados, lo mismo cuando le tocaba obedecer que cuando las circunstancias le obligaron a mandar” (La Vanguardia, 4 mayo de 1909).
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