LIBRO DEL MES, Julio 2012

Problemas urgentes de la Primera Enseñanza en España : discurso…
Rafael Altamira y Crevea
2ª ed.
Madrid : Librería de los sucesores de Hernando, 1912
96 p. ; 19 cm.
HU D1.1/29105

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Libro del mes



La educación es uno de los pilares fundamentales de cualquier estado moderno pero, en particular, la educación pública porque garantiza el acceso gratuito, igualitario e indiscriminado a la misma a cualquier ciudadano. Una idea básica para que toda sociedad pueda prosperar y que ha permanecido en el ideario de todos los intelectuales que han querido contribuir a la modernización de España a pesar de los obstáculos que encontraron y encuentran en las instancias gubernamentales.

A esa labor se entregó el historiador, crítico literario, pedagogo, jurista y escritor Rafael Altamira y Crevea (Alicante 1866-México 1951). Desde que iniciara sus estudios de derecho en Valencia hasta su exilio en México mantuvo constantes contactos con intelectuales y políticos afines a sus inquietudes como Vicente Blasco Ibáñez en Valencia o Leopoldo Alas “Clarín” en Oviedo, donde obtuvo la cátedra de Historia del Derecho en la Universidad de Oviedo en 1897. Fruto de esa tarea y, a propuesta del claustro de esa universidad, realizó un viaje por Hispanoamérica del que a su regreso fue nombrado Inspector General de Enseñanza. Luego, en 1911, Director General de Enseñanza Primaria; cargo del que tuvo que dimitir en 1913 por presiones políticas. A este periodo corresponde su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en el que expuso la situación del sistema educativo español en la enseñanza primaria.

Su discurso comienza con un recuerdo a su predecesor en el cargo de la Real Academia, el sacerdote José Salamero y Martínez (1835-1895), reconocido por la promoción de asociaciones y fundaciones de carácter social; además de estar muy vinculado a Joaquín Costa del que Altamira se consideraba discípulo. En opinión de Rafael Altamira los puntos más urgentes en la enseñanza pública en España eran: Primero, la mejora de los sueldos a los maestros para que sirvieran de acicate en la elección preferente de estos estudios con la consiguiente repercusión en la calidad de la enseñanza. Segundo, la creación de escuelas suficientes en número y calidad para dar cabida a toda la población escolar; con especial hincapié en el número de alumnos por aula que en España era de 50 mientras que en Gran Bretaña, por ejemplo, era de 25 alumnos. Y, tercero, dotar a los centros de material escolar básico (libros, herbarios, murales, mapas) así como de mobiliario (bancos, pizarras, laboratorios de física y química) y fomentar las bibliotecas pedagógicas sobre todo las de carácter ambulante para hacerlas accesibles al ámbito rural. Por ello el Estado debía implementar una legislación urgente sobre la unificación de títulos de magisterio para todo el territorio nacional, con el consiguiente establecimiento de programas escolares oficiales desde párvulos hasta la finalización de primaria. También entre sus propuestas resalta un buen funcionamiento de la inspección escolar estatal para comprobar su aplicación, así como una especial atención a la formación continuada de los maestros con estancias sufragadas por el Estado tanto en territorio nacional como internacional. No en vano Altamira fue uno de los creadores del Servicio de Extensión Universitaria en la Universidad de Oviedo.

Este discurso fue respondido en el mismo acto por el Ministro de Instrucción Pública Amós Salvador Rodrigáñez (1845-1922) quien, después de un breve repaso a las publicaciones de Rafael Altamira y los honores recibidos en diferentes instituciones internacionales, defendía, en contraposición a él, la priorización de la educación física en las escuelas porque eso facilitaría la creación de cuerpos más fuertes y resistentes para la guerra ya que la enseñanza primaria debía reducirse, según el Ministro, a “leer y algo de Geografía y de Geometría y aun de Aritmética y Escritura. Y eso es ya mucho, no sólo porque el saber eso a esas edades es bastante, sino porque sin este procedimiento no hubiera sabido ninguno nada”. Eso sí, las edificaciones escolares recibirían todo el interés del Ministerio frente a las necesidades de los maestros pues, “lo primero es tener éstas, y después vendrá los demás”.

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