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s c e n a
Rosa Alonso
DOGMA:
EL CINE EN ESTADO PURO
¿Quién es idiota y quién deja de serlo? ¿Dónde
están los límites en una sociedad en la que la línea
de “la normalidad” está trazada por los dóciles y por quienes
hacen las leyes y las acatan? ¿No será “el idiota” el único
ser ingobernable porque incumple la ley?
El idiota es el único ser libre y lúcido y la idiotización,
la estrategia más alienante que existe para adormecer las conciencias.
Esta teoría conecta en su origen con la concepción franfurtiana
de la industria cultural, que persigue la idiotización general absolutamente
cosificadora. Es el actual “opio del pueblo” que cercena la emancipación
creativa. Los medios de comunicación, entre los que se encuentra
el cine, son sujetos activos, inmersos en esta industria que imposibilitan
la madurez y la independencia creativa.
Dogma es un colectivo de cineastas que tiene como fin luchar contra
“ciertas tendencias” del cine actual. Consideran que el cine ha renunciado
ya hace tiempo al fondo, por rendirse a las formas. Quieren sabotear el
cine comercial, que, según sus representantes, ha perdido la pureza
y la libertad. Lars Von Trier, uno de los más importantes directores
del cine Dogma, ha reconocido que este cine tiene algunas reglas imposibles
y paradógicas, que él compara con los dogmas religiosos.
Su colega, Vinterberg, se ha recreado en el caos formal que le permite
Dogma, y ha declarado haber trasgredido en muchas ocasiones sus criterios.
Como directores, se abstienen de todo gusto personal y renuncian a
crear una “obra” porque consideran el instante mucho más importante
que la totalidad. Todo tipo de trucaje, filtro y acción superficial
están prohibidos. El rodaje debe realizarse en exteriores y no se
pueden introducir accesorios, decorados ni música y la película
tiene que ser en color. Von Trier reconoce que el decálogo al que
se sujeta el cine Dogma, da una imagen limitadora de la capacidad de creación
, pero en realidad tiene un efecto liberador para el director, que recupera
la esencia del cine al privar a las películas de sus ornamentación
técnica y dejar sólo la historia relatada. Los grandes estudios
norteamericanos al hacer “remakes” de las películas clásicas,
suponen ya de antemano el reconocimiento de la primacía del relato.
En los años 60, se empezó a gestar un movimiento de cine
experimental. Se hacían películas sobre jóvenes desconocidos
porque no se podía pagar a actores profesionales. Pero este cine
que se definía como antiburgués, se convirtió en burgués.
Fundado sobre teorías que tenían una percepción burguesa
del arte, el concepto de autor, nacido del romanticismo burgués
era falso. En la actualidad, se ha hecho necesario depurar el cine para
que la vida interior de los personajes justifique el argumento.
Para el cine Dogma, el instante es más importante que el todo,
y aspira a la lucidez de sentimientos como un reto contínuo para
conseguir la total democratización del cine. La vanguardia tiene
hoy sus connotaciones tecnológicas. El cine Dogma se presenta hoy
como alternativa al cine de ilusión y se levanta contra el cine
individualista . Sus directores firman el conocido como “voto de castidad”
del cine, con una tarea fundamental: volver loco al público. El
cine dogma constituye un trepanador continuo de sensaciones, y una renuncia
total al control.
La escuela de cine danés ha roto con décadas de pensamiento
de autor para instaurar el triángulo creativo en el que guionista,
director y productor trabajan codo con codo para conseguir que la libertad
creativa aflore.
“Los idiotas”, la última obra de Lars Von Trier, es una buen
muestra del cine Dogma. La idea nació al mismo tiempo que el manifiesto
Dogme, y se ha considerado como una metáfora subversiva contra lo
que los no idiotas llaman “normalidad”. Una comuna de idiotas lúcidos
y libres cuestionan la normalidad basada en la obediencia y el adocenamiento.
Es la profundización del cine moderno en la exaltación de
la utopía y la provocación. Occidente es el territorio histórico
y moral contra el que van las críticas mordaces de Trier y sus acólitos.
Según Trier, “en las viejas películas, el tonto del pueblo
es el verdadero sabio, y el ciudadano normal, el que sigue la norma, el
ignorante”.
La personalidad del danés Lars Von Trier es difícil. Paranoico
, fue ingresado en un psiquiátrico a los doce años, de donde
le viene su odio a los médicos y su convicción de que en
cada Festival hay uno o dos enemigos en el Jurado. Supersticioso, exhibicionista
y tímido, se define a sí mismo como “el masturbador de la
pantalla” y considera el cine como el alfabeto en el que él busca
una letra complementaria. Von Trier, traga para depués vomitar todo
lo que ha vivido poniéndolo al extremo de sus límites formales
espirituales e intelectuales. Ya en “Epidemic” (1988) explicaba al público,
con mucha ironía, que su película era portadora de un virus
transmisible a los espectadores. Lars Von Trier, explora las sombras de
la creatividad e impone su visión, profunda y personal convirtiéndose
en más accesible al público.
Según él , “los preceptos de Dogme son fruto de un deseo
por someterse a la autoridad y a las reglas” que no le han sido inculcadas
en su educación humanista y cultural de derechas. Trier ha hecho
con esta película lo que le ha venido en gana, con absoluta libertad.
Puso en movimiento a los actores procedentes de teatros marginales de Copenhague,
sin guión, improvisando todo y grabándolo todo en cintas
de vídeo para pasarlas más tarde a cintas de 35 milímetros.
Una mañana Trier, dio los buenos días a su actores totalmente
desnudo y les insistió en que fuera un día totalmente al
desnudo.
Según Trier, “se trata de una película más política
que las anteriores. De un modo superficial, habla de nuestra actitud frente
a los incapacitados mentales, como les apreciamos. A un nivel más
profundo, tiende a defender la anormalidad”.
Lars Von Trier no está dispuesto a describir sus obras artísticas
con palabras. Prefiere mostrar tomas de su nueva película sobre
un grupo de jóvenes que se instalan en una villa en las afueras
de la ciudad para “idiotizar”, es decir, para comportarse como subnormales
o idiotas.
¿Puede ser esta elaborada teoría de la provocación
una astuta y meditada operación de marketing? El tiempo lo dirá.
De momento, el Cine Dogma es una bocanada de aire libre que ha hecho renacer
el desaparecido espíritu de vanguardia. Consigue ir contracorriente
para demostrar que la trasgresión sigue siendo posible.
El idiota por excelencia de Dostoievski da respuesta a otra pregunta:
“El hombre es encerrado en el gueto del idiota en las sociedades no libres
que fingen serlo”. La nuestra. |