P e d r o O r t u ñ oLA COMUNICACIÓN TIEMPO-ESPACIO por
Reyes Cáceres
El arte no es la imagen de una realidad sino la realidad de una imagen. Esta idea desarrollada por E. Gilson deja entrever un concepto dinámico de la estética y se acerca a lo que hoy es el arte multimedia: se trata de transcender la realidad a través de los medios electrónicos: audio, cine, fotografía, vídeo, de tal manera que la imagen se torna más real que las mismas cosas. La escultura moderna ha experimentado, en este sentido, una transformación, no ya formal, sino en relación a su función artística: la belleza ya no es algo estático, sino que lleva a la acción, se hace escénica, cobra vida y movimiento, es siempre cambiante. La performance, la instalación ha modificado profundamente la idea que emana de las obras quietas e inmutables. Para aproximarnos un poco a este modo de expresión hemos hablado con Pedro Ortuño. Sus orígenes están en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, donde empezó a trabajar el hierro y la madera –materiales básicos de la escultura- , aunque después, profundamente atraído por las artes electrónicas, se trasladó a Barcelona y posteriormente a Estados Unidos para completar su formación que compaginó con sus primeras exposiciones. A partir de una sencilla cámara de vídeo y, también, a través de la fotografía, saltó de la escultura formal a la medial/social que ha desarrollado en estos últimos años. Su investigación personal se ha adentrado en la imagen, no aislada e inconexa, sino con una gran influencia espacial, como parte de un todo. Los descubrimientos que hacía se iban entrecruzando con cierto paralelismo de otros artistas americanos en los que reconoce una clara influencia en su propia andadura. Afirma Ortuño que el arte en movimiento –a través del vídeo- se está trabajando en ese país desde los años 70, en la mayoría de los casos de una forma muy comprometida socialmente; allí han surgido unas tendencias que se han encarnado en artistas como Antoni Muntadas, Juan Downey, Bill Viola, Dan Grahan, entre otros. En españa llevamos aún cierto retraso, debido en parte a que un sector de los críticos ofrecen cierta resistencia hacia ese tipo de expresión, quizá por miedo a lo desconocido. Vemos que en su obra hay una fuerte carga de comunicación: algunas
de sus instalaciones tienen como apoyo el reportaje. Le preguntamos por
el lenguaje con el que se relaciona con el público. Nos dice que
al trabajar siempre se plantea un dialogo con el espectador, a quien quiere
enriquecer culturalmente. Hay una gran interactividad entre las imágenes
en movimiento y la gente que acude a verlas, de tal manera que forman parte
de la estructura: sin el público, las instalaciones no resolverían
su objetivo. Es amigo de utilizar la entrevista en radio o TV en estado
puro, es decir, sin interferencias ni cortes, como sucede con los documentales
de tipo clásico que han sufrido un proceso de montaje: este modo
directo de expresión interpela con fuerza al espectador.
La imagen en movimiento nos conduce a plantearnos de una forma distinta los conceptos de espacio y tiempo, en relación a la expresión y el modo de captarlos. Ortuño ha resuelto a veces el tema espacial creando un ámbito donde el espectador pueda transitar y moverse con amplitud, de manera que empiece por contemplar las imágenes, le lleguen después los testimonios radiofónicos o televisivos y, después de haber reflexionado –incluso tomando asiento- vuelva a mirar las imágenes, ya con otros ojos. El tiempo juega también un papel muy importante: no es cuestión de mirar rápidamente la exposición y marcharse.... Las instalaciones requieren un rato para entenderlas, y esto solo se logra a través de la reflexión personal que explicita en el interior del hombre el mensaje allí expuesto. Eugeni Bonet ha escrito acerca de la obra de Ortuño “....las
implicaciones de configuraciones que tienden a un despliegue más
rotundo como instalación; como espacio transitable antes que como
proscenio; temáticas que se abren al espacio urbano, al sincretismo
en las artes, a las máquinas de la velocidad y la visión
(tomando como referencia los escritos de Paul Virilio)”.
En otra ocasión su proyecto tomó como punto de apoyo inicial una valla de publicidad en el metro de Nueva York: allí aparecían letreros que expresaban los conceptos fundamentales del estatuto sobre transporte público de Estados Unidos: el comercio, la seguridad de la nación y, por último, el bienestar personal del pasajero... A partir de ahí desarrolla un mensaje que se sirve de palabras -convenientemente resaltadas- y de un reportaje fotográfico para lanzar al espectador un mensaje claro y testimonial de lo que supone el "American way of life” en su más puro acento mercantilista. Ortuño se siente siempre testigo de su época pero también hace revisiones históricas que plantean otros puntos de vista. En su trabajo más reciente quiere contrastar, en el escenario de una pelea de gallos, la voz de aquellos sectores marginados: lo que el llama imágenes periféricas, frente a las oficialistas que se van superponiendo las unas a las otras. En torno al concepto de belleza sostiene que, desde el punto de vista estético, se halla en la simplicidad: cuanto más simples son las cosas, son más bellas y también más universales: por lo tanto están más al alcance de cualquiera; lo más directo suele ser lo más bello. Cuando se quiere barroquizar el arte, se va en perjuicio de la belleza. Podríamos afirmar que las instalaciones son expresiones con cierto estilo escénico que irrumpen en la existencia cotidiana –siempre viva y fugaz- con su propio lenguaje: el de la realidad de una imagen. |
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