c o m u n i c a c i ó nAdolfo Plasencia
Una aproximación inicial.
Si tuviéramos que mensurar la cantidad objetiva de información
que un libro transmite a quien lo lee, podríamos, hacernos una idea
por el número de páginas que hay que leer. Como la informática
procesa y almacena la información, convertida en bits en los mismos
soportes es fácil hacer la equivalencia digital entre la cantidad
de información en forma de paginas de texto y el audiovisual: En
un CD-ROM se pueden almacenar el equivalente a 300.000 páginas de
texto formateado, o 78 minutos de vídeo digital con sonido sincronizado.
Esto no quiere decir que una información equivalga a la otra ni
que esa cantidad de texto se pueda equiparar a esos minutos de vídeo.
Pero el hecho es que para almacenarla necesitamos esa cantidad de espacio
digital.
Es por ello, por lo que la educación no puede ser simplemente transmisión de la educación; ha de tratar de dar pautas de comportamiento para poder utilizar y rentabilizar la inmensa cantidad de datos de que hoy disponemos e incluso ha de servir para "protegerse", distanciarse, o sustraerse de la información que nos bombardea incluso pesar de nuestros deseos. Para distanciarse del contenido de un libro no hay que realizar ningún esfuerzo, basta con no leer. Pero no es tan fácil sustraerse a la comunicación audiovisual. Cómo no leer os anuncias que con grandes letras irrumpen en nuestro campo visual cuando vamos conduciendo. Cómo sustraerse a los anuncios en la televisión, que no son mera información descriptiva, sino encaminada a reconducir nuestra opinión y nuestra voluntad. La pantalla es mucho más hipnótica que la página. La inmensa cascada de información
El falso debate sobre la muerte del libro ha sido planteado como que el medio audiovisual era algo excluyente con respecto al medio literario por excelencia, pero lo que no se ha dicho es que el libro fue digital antes que el "audiovisual" también por excelencia, la televisión. Han nacido digitales los audiovisual no-lineales (el CD-ROM interactivo, CD-I, CDr, DVD, etc). Y un paso más en la misma dirección: se ha producido ya en EE.UU. la experiencia del cine totalmente digital. (una película creada con medios digitales, ha sido proyectada sobre una pantalla de varios cines, emitida desde un lugar y enviada a cinco cines distintos, de otras tantas ciudades, mediante satélite y con una calidad visual y sonora superior a la de los actuales cines donde, hasta ahora, se proyectaban solo películas de procedencia química. La reflexión, si la hay, debe esperar.
En el audiovisual interactivo, aparentemente da mas juego: el espectador participa, pero en realidad, el usuario sólo puede elegir varias líneas de tiempo preprogramadas de antemano como secuencias audiovisuales lineales. Además incluye como personaje el texto, lo que obliga a un esfuerzo de atención suplementario. Ya respecto al audiovisual interactivo es significativo lo expresado por Negroponte: "Los multimedia interactivos, dejan muy poco margen a la imaginación. Como en una película de Hollywood, los multimedia interactivos incluyen representaciones tan específicas que la mente cada vez dispone de menos ocasiones para pensar. En cambio la palabra escrita suelta destellos de imágenes y evoca metáforas que adquieren significado a partir de la imaginación y de las propias experiencias del lector. Cuando se lee una novela, gran parte del color, del sonido, del movimiento provienen de uno mismo. Pienso que se necesita el mismo tipo de contribución personal para sentir y entender como "ser digital" puede influir en nuestra vida" (1). La cuestión no es si hemos de debatir que todos estos cambios sean más o menos buenos para la formación y la educación de los jóvenes o para la vida cultural de los que, supuestamente, ya no están en periodo de vida "escolar". El asunto es que estos cambios están sucediendo y van a cambiar casi todos los parámetros de la cultura tal como la conocíamos, independientemente de que nuestra opinión sea favorable o no. Los cambios se producen más allá de nuestros deseos, de la voluntad de los lectores/espectadores. El salto cualitativo fundamental, sin embargo, va a ser el que los educadores/as tendrán que hacer su trabajo, lo están haciendo ya, con jóvenes que habrán nacido con la televisión en el salón, y el ordenador conectado a Internet en su habitación; que tienen a través de la una o del otro, acceso desde sus casas o aulas, a información no controlada o desconocida, en gran parte, por sus profesores y también por sus padres. Y los niños y jóvenes alumnos recibirán mucha mas información "no reglada", fuera de las aulas y de su tiempo educacional que dentro de él. Y el componente y formato básico de la misma, muy probablemente será audiovisual, no lineal y, desde luego de formato digital. Habrá que enseñar en las escuelas y en las universidades además de los que hacen ahora no sólo a usar sino a protegerse del exceso de información, basura en su mayor parte, de, por ejemplo, la potencia audiovisual e icónica de la publicidad audiovisual, ante la que todos y no sólo los jóvenes, por falta del dominio de su sintaxis y morfología, parecemos indefensos, tal es su efecto sobre nuestros consumos y los hábitos ciudadanos. Lo mas duro del próximo futuro que se nos avecina, para nuestro educadores y los adultos que estamos en inevitable autoformación continuada, es que deberemos aprender a vivir en un mundo multi-audiovisualizado, con todo lo que eso conlleva. Deberemos transformar nuestra relación con la información y mantener la distancia adecuada con ella. Ha de servir para ayudarnos a la reflexión, no para eliminarla. Los nuevos medios audiovisuales no suprimen las ventajas de los antiguos. Todos se complementan y, al mismo tiempo todos compiten entre sí por nuestra atención. Lo principal será decidir cual es la información que no vamos a consumir y acertar en la elección. Tuve ocasión recientemente de preguntarle a José Saramago sobre la contraeducación que supone la invasión del audiovisual y la pantallas. "No me gusta esa palabra. En la educación han de convivir palabras y texto impreso. Es cuestión de equilibrio. Los centros de enseñanza tiene un serio problema- me dijo-, ahora parece que sólo la computadora es importante. Y, desde luego, lo que los educadores deben procurar es hacer comprender a sus alumnos que el libro sigue siendo la herramienta esencial para su educación. Además, sobre la página de un libro se puede llorar, cosa que es imposible hacer sobre el disco duro de un ordenador". (1) El mundo digital. Nicholas Negroponte. Ediciones B |
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